Capítulo 16. Algo no anda bien

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Miro el libro que tengo delante de mí, bostezo, y bostezo, vuelvo a leer la línea que no entiendo, la remarcó a ver si mi cerebro al fin la procesa.

—¿Aún despierta? —pregunta Thalia quién toma su taza de la alacena, yo solo muevo la cabeza —Después del ritual de anoche, deberías estar durmiendo.

—Iré a dormir en breve ¿Aún sientes que nos observan? —pregunto apoyando mi cabeza en mi puño.

—No, ya no —Thalia se sirve un poco de té, le agrega leche y unas gotas de Stevia —. Estoy famélica... espero que esto sí te guste bebé —le habla a su vientre y eso me enternece.

—¿Siguen las nauseas?

—Sí —suspira con fastidio —. Te juro que estoy harta. Y ya me dijeron que no puedo hacer nada, más que minimizarlo. Él día que decidas ser madre, ten en cuenta que es horrible... digo para que lo pienses muy bien, Vega.

—Anotare ese consejo.

Río, porque en mi ingenuidad pensé que estar embarazada era hermoso, pero al ver la honestidad de Thalia, se que de maravilloso tiene solo la ilusión.

Vuelvo a bostezar, cuando Thalia sostiene mi mano para que deje de hojear el libro.

—Vete a dormir. Ya hiciste lo que debías.

—Es que... siento que algo anda mal, Thalia ¿Tú no?

—Honestamente, solo siento las nauseas ahora —Se queja—. Ya hiciste el ritual, estamos seguros  ya nadie nos podrá espiar, ni Iracema  ni espíritus mal intencionados.

Respiro profundo, me pongo de pie y tomo el libro en mi brazo. Y siento un pinchazo en el el dedo meñique, como si algo me estuviera raspando. De inmediato lo observo, no hay nada, pero fue extraño, no era la textura del libro, era como si una navaja pasara por mi piel.

—Ve a descansar, Vega —vuelve a ordenarme.

—Voy ...

En lo que salgo de la isla, veo entrar a la cocina a Gustavo, quien trae una gran sonrisa en el rostro, unos segundos después llega Jose, ambos me saludan con entusiasmo, por la pinta hubo varios Rounds en la cama.

Yo solo me limito a devolverles el saludo y seguir mi camino, llevo la mano libre a la boca para volver a bostezar, me cruzo con varios que me dan los buenos días, entre ellos Florencia y Aline a quienes a penas y me alcanza decirles un simple "Hola"

Cuando llego frente a mi cuarto veo pasar a Monica y Juanjo... ¡Sí que es un idiota! Espero que le caiga con todo el peso cuando Gus y Jose formalicen su relación. 

Los ignoro y abro la puerta de mi habitación. Sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal cuando mis ojos se posaron en la figura oscura que se alzaba en la penumbra de mi habitación, hasta que reconozco a Luriel.

—¡Por todos los dioses del yvaga! ¿Qué haces aquí? 

—Te esperaba... —confiesa con una sonrisa—. Como no me hablas dije: iré yo a hablarle. 

—¡Estoy MUY cansada! y enfatizo en  "muy". Tengo sueño, así que te ruego, te suplico, te ordeno que no me fastidies el día de hoy ¿Podemos llegar a ese trato? 

Luriel camina hacia mi, yo bajo el libro que llevo en mis manos y lo dejo sobre la mesita de luz. 

—Sí, me voy a ir... solo quería saber ¿Cómo estás? —arruga su ceño y trata de esconder la sonrisa que busca dibujarse en su rostro, supongo que debe ser porque es conciente del efecto que tiene en mi, mis mejillas se sientes acaloradas, y mis orejas también, debo admitir que me gusta su presencia —. Me dices eso y me voy.

—De hecho ya te lo dije más arriba. Cansada, con sueño, agotada, quiero dormir —me limito a decir. 

—Bien... —ladea su cabeza—. ¿Vas a seguir ignorandome? 

—Todo lo que haga falta —camino hasta mi ropero y busco ropa para dormir. 

—No quiero que me ignores... —dice en un hilo de voz que me causa un cosquilleo en el vientre. —¿Te gusta torturarme? —pregunta acercandose a mi, me quita el pijama que tenia en mis manos y me pasa una remera de allí, esta no es mía—. La traje para ti, es mia. 

—¡Ja! —me rio y tomo la ropa en mi puño—. ¿Y yo te torturo a ti? ¿Qué más tocaste de mis cosas? 

—Solo te traje ese obsequio, es más cómodo que un pijama de seda, y no necesitas nada debajo...

—¿Te excita pensar cómo duermo con tu ropa? —pregunto con malicia, él primero se congela, su expresión pasa a asombro, luego me hace un mohín para decir que sí —. Eres un idiota, pero sabes, lo voy a usar.

Me despojo de mi blusa, él hace un gesto de que no sabe a qué dirección ir, pero no le doy opción cuando le entrego mi ropa, obligando a sostener a continuación mi sostén, se queda boquiabierto cuando me coloco su ropa, me saco los pantalones y también se los arrojo. 

—Llevalos a lavar —hablo y me yergo 

—¿Me estás ordenando?

—Sí, a ver si me dejas en paz. 

—¿Y estás segura que tu ropa va a terminar en el lavadero? 

—Eres un pervertido... Mi ropa no te va a quedar en ni en el meñique.

—Quien dijo que me la voy a poner —se lleva mi brasier a su nariz y lo huele. Algo en ese acto grotezco me gustó, pero no quita que lo quiero fuera de mi habitación. Voy hasta mi cama, tomo la almohada y se la arrojo a la cara. 

—Te la regalo, ahora ¡Vete! —le vuelvo a gritar y le arrojo otra almohada, el sale corriendo divertido, cuando llega a la puerta me ofrece una sonrisa y antes de que le arroje otra almohada, me arroja un beso y cierra la puerta. 

—¡Qué descanses, Estrella!

—¡Ush! Sabe desquiciarme —digo en un susurro. 

Recojo las almohadas, y voy a tirarme a la cama. Mi pecho se llena de una extraña sensación cuando el perfume de Luriel entra en mis fosas nasales. Sabe lo que hace, sabe que su perfume me enloquece. 

Palnteo quitarme la remera, pero soy honesta conmigo, me gusta la sensación. Y eso me da más rabia, porque se supone que mi estrategia siempre es huir, pero termino rendida. Como colegiala desesperada, que solo quiere fingir ser dificil e inalcanzable. Al mismo tiempo, se que juego con el fuego más grande que pueda encontrarme en la vida. 

Hay tanto que debo hacer, cosas que son de verdad importantes pensar, pero en mi cabeza ocupa espacio el maldito ese. Se supone que debería aprovechar mi tiempo estudiando, leyendo magia, intenado ser más fuerte, porque es el puto fin de mi existencia. Y aún así estoy como tonta, desperdiciando pensamientos. 

Y sí, quiero mucho a Luriel... lo deseo con todas las fibras de mi cuerpo. Recuerdo sus besos y mi piel se eriza. 

Acomodo mi cabeza en la almohada mientras me recuesto del lado izquierdo de mi cuerpo. Miro a la pared gris que se alza delante de mi. Los rayos del sol se filtral en pequeñas lineas a través de mi cortina, mientras mis ojos se van cerrando de a poco. 

Intento despejar mi mente para ponerme a descansar, en el fondo de mi cabeza escucho un suave murmullo, como una canción de cuna, me es familiar, me siento segura, como si el canto fuera para mi. El calor del cuerpo que me sostiene rodea mi aura, y las risas de niños me invaden y siento que esto es conocido. 

En un momento, puedo ver con claridad un mechón rubio, el olor a flor de nardo con una mezcla de cacao me dibujan recuerdos de una casa en dónde me siento bien. ¿Carina? ¿Estás intentando hablar conmigo?

Mi dedo meñique me arde con más intensidad y no comprendo que mierda está pasando, cuando todo se pone oscuro, y aparezco en un escenario frio, inerte y veo en los cielos caer rayos uno tras otro. Ante mi una escultura de Arenisca... Mamá.



Los Dioses del Panal [Libro 5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora