Capítulo 22. Enemigos

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Cuando bajamos de Mbakagua, Luriel me ayuda, me pasa su mano, y yo le sostengo con algo de timidez, una pequeña corriente eléctrica me sacude el estómago cuando me arrojo, él me atrapa antes de tocar el suelo, quedo a unos centimetros del suelo y de sus labios. Esa milésimas de segundo parece eterna, al mismo tiempo insuficiente, me empujo con delicadeza para salir de su agarre, al estar en el suelo miro hacia Juanjo y Araresá quienes ya van junto a un grupo de abejas, no conozo a ninguno de manera allegada, pero sí, estoy segura que los habré visto en alguna reunión o nos habremos cruzado por los pasillos.

Al ver la escena algo me estruja el corazón, en mi cabeza pasan imágenes de cuando estábamos en el internado, de cuando las cosas parecían más simples, de cuando todo era tan fácil como entrar y salir de una clase, prepararse para un examen y listo. Al menos no me preocupaba por desconocidos... ahora es algo que me quita el sueño.

Luriel corre a ayudar, yo aun no logro conectar mis emociones con lo que veo, todo me pasa a escenas lentas, como si fueran acompañadas de pequeños acordes de un piano lejano.

Se ve que no la han pasado bien, cuando Araresá les pasa algo de comida no ocultan su desesperación por tomar algo de ella y engullirla en segundos. Me espabilo y camino con rapidez hacia ellos, ayudo a una pequeña partir una pequeña hogaza de pan, un pedazo le da a su pequeño compañero, quién asumo es su hermanito. 

Admito que esta escena hace que en mi garganta se forme un núdo, son tan pequeños, no deberian estar viviendo esto. Ninguno de nosotros debería estar viviendo esto. Me pregunto si mi madre cuando planeó su guerra contra la Colmena se puso a pensar en las pequeñas abejas que no tienen ni idea del mundo mágico, si ella contempló un escenario en dónde sufririan, y si lo hizo ¿En verdad le da igual?

Sé que esto no es culpa 100% de Iracema, que es un conjunto de cosas las que nos orillaron a vivir esta realidad, que aunque ella esté del lado equivocado, no creo, en lo absoluto que quiera que indefensos sufran, o quizás es mi ingenuidad, un deseo profundo de que ella en el fondo no quiera dañar a inocentes. 

Me alejo del par de pequeñitos, para inmiscuirme en la conversación que llevan los adultos con Araresá y Luriel. A penas y ahora veo la admiración con la que los saludan y hablan, el respeto profundo que aún existe hacia el cario, a quién más que un justiciero, lo miran como su salvador. 

Luriel tiene otra postura ante ellos, no se para como niño tonto, ni habla con un tono juguetón. Su rostro demuestra preocupación y asertividad, un lider real, una persona maruda, lejos del chiquillo que busca incomodarme a cada segundo con sus propuestas indescentes. 

Su mirada se vuelve lejana escuachando a las abejas contando lo que han tenido que pasar, enemigos que sortear, ver que muchos de los suyos murieron, que unos cuántos niños del grupo han quedado húerfanos. El simple relato hace que el vacío se acentúe en mi estómago. 

Cuentan que vieron un par de veces a espíritus de Iracema recorrer por los bosques, ninguno los ha atacado, pero tampoco protegido. Dicen que si no fuera por el 7mo, todos ellos ya estarian muertos. 

—Hemos sobrevivido, pero al estar bajo la regencia del 5to y nosotros no tener su marca, nos quedamos sin nada —la mujer rubia habla a Luriel.

No me había imaginado eso, es decir, no me puse a pensar en las consecuencias de quedar sin las marcas de quienes fueron con Iracema.

Luriel se ve claramente enojado, me alejo de la escena, en lo que él habla con las personas.

Algo me ha caído mal, no sé si el desgaste de los ataques, o efectos secundarios de él ritual que realicé, solo me recuesto contra el tronco de un árbol, intento regular mi respiración, pero me cuesta administrar el aire que entra. Apoyo mi cabeza contra el tronco en lo que el suelo se comienza a mover para mi percepción.

—¿Te encuentras bien? —Araresá me sostiene de la cabeza.

—No —logro decir.

La respiración me sale entrecortada y el ritmo de cada inhalación y exhalación se vuelve irregular. Llevo mi mano sobre mi costado derecho a la altura de mis costillas flotantes y trato de tranquizarme. Araresá me ayuda a sentarme en el suelo, yo obedezco.

De inmediato se arrodilla para quedar a mi altura, me examina, pero no encuentra nada. Al segundo oigo a la voz de Luriel, pero no lo comprendo yo solo intento luchar para respirar bien.

Ellos se ponen a hablar, en lo que miro a un punto fijo, buscando la manera de tranquilizar mi cabeza, mis pensamientos mi ser.

De pronto siento las manos de Luriel en mi rostro, lo veo, está delante de mí, mueve sus labios pero no lo entiendo. Sea lo que sea que dice lo repite, luego veo que respira profundo y exhala. Algo en mi interior busca sincronizar el mismo ritmo. Me esfuerzo en imitarlo hasta que por fin oigo con nitidez las voces que nos rodean.

—Estás teniendo un ataque de ansiedad —informa Araresá —Solo sigue haciendo lo que Luriel hace. Ya iremos a casa, ya podrás descansar por hoy.

¿Un ataque de ansiedad? Porqué me daría eso. Cuestiono si lo que dice es real, pero termino haciendo caso. Solo imito a Luriel, hasta que al fin me siento mucho mejor.

—No estás herida ¿Te duele el costado? —pregunta poniendo su mano sobre las mías.

—Sí —logro decir.

—Te irá pasando, Vega, solo... respira ¿Sí? Es horrible la sensación, yo lo sé pero te prometo que pasa, y no lo vas a recordar en unas horas.

—¿Por qué? —logro preguntar —¿Por qué me da?

—No lo sabría decir —contesta preocupado —. Pero te prometo que voy a estar aquí todo lo que necesites, hasta que se te pase.

Terminada la frase. Escuchamos un gran estruendo en el cielo, todos alzamos la vista de inmediato y lo que ocurrió a continuación nos dejó en silencio a todos.

Una voz majestuosas e imponente comenzó a hablar:

—¡Ni aliados, ni enemigos! Los dioses reyes del Tatachiná y del Jasuka les avisamos que a partir de hoy quien se interponga recibirá lo que debe recibir.

La voz desapareció y el ataque se intensificó. ¿Qué carajos? Ahora los dioses son enemigos?

Los Dioses del Panal [Libro 5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora