Prólogo.

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Todos cometemos pecados. El de Guss curiosamente había sido entregarlo todo por mera avaricia.

Para muchos todo se definía en un asesinato cruel y despiadado. En el arrebato de la vida a un inocente, por el contrario él solo había dejado en libertad a uno, ciertamente él único « inocente » de toda aquella función. O al menos eso fue lo que pensó, gracias a lo que él le hizo creer.

Todos cometemos pecados, sí. Guss ya sabía por donde iría todo desde ahora, aún así debía aceptar el redundante hecho de que en realidad de verdad, de verdad odiaba los convenios.

La iglesia le había ofrecido ese tipo de perdón al salvar a el mejor predicador de la generación. Salvar de lo que según ellos se consideraría una pecaminosa desgracia de lo más inaudita. La cosa era que sería perdonado y es que, aquellos evangelistas habían hecho hasta lo imposible para que aquel ladrón tuviera la facilidad para evadir el peso de la ley.

Todo bajo la excusa barata de que, en algún momento el karma divino se haría cargo de todo aquello que hasta ese día le hacía ser él. Por que nadie sabía a ciencia cierta que vendría después de ello. Nadie sabía que podría obtenerse de la vida luego del haber estado en busca del perdón y haberlo encontrado.

Nadie a excepción de Terry. Quien después de todo, era aquel chico a quien Guss había perdonado. Él era el pequeño « inocente » librado de la muerte gracias a la humildad del malhechor. Terry Ander'ns mantenía en sintonía el ritmo constante de toda aquella maravillosa función. Todo bajo el más insólito silencio pautado por el movimiento de su batuta, por que bueno, Terry estaba libre de pecado.

Por que luego de librar a un « inocente » el perdón es la mejor opción ¿no?.

Y es que, aunque sonara como una mala jugada del destino, él chico tenía la libertad de convertirse en verdugo de quien el propiamente creyera conveniente. Por que él era inocente y los inocentes tenían el libertinaje propio para cobrar venganza sin sentir la sentencia de el « cielo » recaer sobre si.




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