Cosas interesantes no siempre se daban todo el tiempo, lo sorprendente era que en aquel pueblo cosas sorprendentes ocurrían a diario, realmente lo extraño era que nada ocurriera. Por ello, no era sorpresa que de un día para otro las cosas para De La Fleur hubieran ido de bien a mejor. Siendo la pacotilla del pequeño pueblo, Janick sonrió irónicamente con orgullo desde su balcón. Más que agraciado, se decidía en disfrutar gloriosamente de la paz que se mantenía, mientras pacientemente despilfarraba su respirar ante la espera del caos. Tal como en este momento lo hacia la mayor parte de Clydens.
Más aunque pareciera lo contrario, a diferencia de aquel chico, Guss Tom'ynson junto a Eleonora Ple'ylters se encontraban incómodamente postrados en el fino altar de la iglesia. Sin idea alguna de lo que les esperaba, pero con el claro pensamiento de que no sería nada bueno, ambos arrodillados, obligatoriamente casi a la par, rendían oraciones desde altas horas de la mañana, extremadamente consientes del movimiento a su alrededor. Aún hací, preferían hacer oídos sordos con respecto a el dolor de sus rodillas, el temblor de sus cuerpos u el vapor que salia de sus labios a causa del frío mañanero.
A pesar de las horas que mantenían juntos rindiendo homenaje a su señor, nadie decía nada. Tal vez por que ya no abría demasiado que decirse entre sí. De igual forma, la cosa era que ambos hermanastros se encontraban allí, orando le secretamente a una misma persona, guardando vivencias en un lugar en donde nada esta escondido. Puesto que ambos conocían sus propias verdades, las apreciaban y les dejaban morir en silencio. Y es que, aunque no se atrevieran a decirlo en voz alta, no podían evitar sentir algo el uno por el otro. Lamentablemente a diferencia de la culpa que podía llegar a sentir Eleonora por el camino que Guss había tomado, odio puro era lo único que invadía el pecho de su pequeño hermanastro al mirarle, y ella lo sabia. Él la odiaba con todas sus fuerzas, a pesar de que sus condenas no eran realmente culpa de ninguno, sencillamente eran culpa de su apellido. De todas formas lo entendía, ella no podía hacer más que aguardar a la espera de un milagro. En su situación, no podía permitirse morir por algo que seguramente encontraría al final del día: el perdón.
Tal perdón que tanto Karla como ella merecían, cosa que gracias a su razonamiento interno, Guss ya sabia. Aun así, entendiéndolo o no, las cosas entre ellos no habían cambiado. Todo por que, no podía evitar preguntarse a sus adentros el: « ¿Quien soy ahora? » Después de todo, gracias a las casualidades del destino, había perdido a su familia, su vida e finalmente su libertad. Así pues no podía darse el lujo de perdonar a aquella persona que por mero egoísmo le había sacrificado y dejado en medio de una pendiente que ya no podía permitirse escalar más. Por que si, él había escapado de su dueña y estaba jodido hasta el culo gracias a eso. Pero lo necesitaba.
De alguna manera necesitaba saber que todo a su alrededor estaría bien, que su hermanastra se encontraba viva y que vivía finalmente feliz al lado de su amada. Necesitaba saber, que su sacrificio valía la pena, lo necesitaba, necesitaba tantas cosas, que era una lastima saber que jamas podría encontrarlas para regresar a casa e finalmente dejar de luchar. Por que si, ya había llegado a la conclusión de que, sin la felicidad de Eleonora no podría irse. No sabiendo que Karla ya no estaría allí para consolarla e obligarle a seguir viviendo. Ambos estaban atados de pies a cabeza por muchas cosas, aun así no podían rendirse cuando aún existían salidas. No cuando aún les quedaba algo de tiempo, no cuando para Guss aquel tiempo equivalía a tan solo tres míseros meses. Puesto que, para cuando ese lapso de tiempo terminara, obligatoriamente debía volver, o si no realmente no quería detenerse a pensar que pasaría luego.
No quería fijarse en la existencia del Fleur, no quería aceptar que el tiempo seguía pasando y las posibilidades de encontrar libertad eran pocas. No quería darse cuenta de lo que era obvio: Ambos debían hablar. O estaba aquí para vigilarle e hacerle la vida imposible, o estaba aquí por el mismo objetivo que él. Aún así quisiera o no, ya compartían clases, ya vivían por la misma zona y compartían una idea en común así pues, ya obligatoriamente una vez sus doce horas continuas de oración terminaran tendría que redirigir su camino al de la mansión Fleur.
Con Terry de por medio su visita a el Fleur sería casi imposible, pero gracias a el impacto causado por la muerte de Karla este se mantenía encerrado en su habitación lejos de cualquier ser humano así que era seguro acercarse a el peliazul. Por lo mismo, su único impedimento era el de su propio miedo. Por que vamos, el chico tenía miedo de lo que Fleur podría decirle, ambos estaban atados pero era obvio quien llevaba la ventaja. De por si, él tipo estaba loco de la cabeza, Guss era consiente de la alianza que mantenía el mismo con los Obverl y por lo mismo desechaba las ideas una tras otra para ignorar aquel hecho tan estúpidamente perfecto para el plan.
Y es que, a pesar de que aun se encontraba afligido por la perdida de su amiga se encontraba en una situación tan tensa, que en la única carta aceptable que encontró para usar necesitaba la ayuda de Gabriel Obverl por lo que primeramente debería comunicarse con Janick para mantener en control su propia situación. Por que, sí o sí debía lograr su objetivo, tanto para bien o para mal debía librarse de la mirada lastimera que le dedicaba la Ple'ylters cada que sus caminos se cruzaban.
Por otro lado, más bien precisamente bajo el punto de vista de la hermana Eleonora situada a su costado, el reloj transcurría con una lentitud fuera de lo normal. Se sentía mal consigo misma, su corazón martillaba con una fuerza lastimera y sus ideas eran tan difusas que por momentos el sentido del ahora se le iba, permitiéndole pasar minutos en lo irreal de sus sueños. Por que, muy lejos de la verdad, sentía que podía darlo todo, que podría salvar a Karla del mundo, que podría regresar en el tiempo para rogarle a Guss y evitar que todo esto ocurriera. Aún así, bajo sus pensamientos optimistas existía el claro pensamiento de que, pasará lo que pasara si no hacia algo ahora, estaría atrapada en ese lugar para siempre y que gracias a ello, Guss moriría a manos de Janick De La Fleur o Gabriel Obverl.
Y eso, no podría ser su culpa. No podría permitirse una perdida más por su egoísmo, no cuando aún podía hacer algo.
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Para ser alguien más.
Mystery / ThrillerTodos cometemos pecados. El de Guss curiosamente había sido entregarlo todo por mera avaricia. Para muchos todo se definía en un asesinato cruel y despiadado, en el arrebato de la vida a un inocente. Por el contrario él solo había dejado en liberta...