15 : Vida pasada.

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Nuevamente nos encontrábamos viajando a través de los pesarosos recuerdos en un pasado que ya no podría cambiarse. Luego de aquella tarde en donde Terry y Calet estuvieron juntos en la iglesia de forma casual aun sin dirigirse la palabra u ser algo más que desconocidos, las cosas recayeron para todos. En especial para el pequeño niño de ojos verdes, él no paraba de dudar en sí lo que haría sería correcto. Para este momento, al igual que días anteriores se encontraba tendido con pesadez sobre lo que para el era su cama.

Una colcha sin funda tendida en el medio de una habitación literalmente vacía era lo único que evitaba que su cuerpo tocara directamente el frío suelo. Pequeños bolsos desgastados y corchos de tierra descansaban en la entrada de aquella habitación. Contrario a su respirar calmado, los golpeteos hacia su puerta, los gritos detrás de la misma, el clima de aquel día, las crudas lágrimas que salían de sus ojos sin reparo, la intranquilidad de los gritos que se daban desde afuera y hasta la incertidumbre que le provocaba no poder sentir, no poder oír nada más que no fueran los latidos apagados de su frágil corazón, lo traían más entumecido de lo que alguna vez pudo estarlo.

Aquel lugar, no era del todo su habitación. En algún momento antes de su llegada aquel lugar había sido predestinado a una habitación en donde solo quedarían las cosas que se preferían dejar en el solido olvido que envolvía su alrededor. En ese momento, él también quería hacerlo. Quería desaparecer de una vez por todas, odiaba la iglesia, con todas sus fuerzas, estar allí le hacia daño; odiaba no poder ser suficiente para su padre, odiaba no poder ser lo suficientemente bueno para todos a su alrededor; odiaba saber que estaría solo, que estaba solo a pesar de cuantos halagos o riquezas que realmente no fueran suyas le acompañaran. Por que, deseaba ser alguien, con todas sus fuerzas. Deseaba pertenecer a un lugar, pero aún no encontraba la forma de llegar a agrandarle lo suficiente a alguien más. Según otros, por muy lindo que fuera seguiría siendo un bastardo.

Sus ojeras y rasgos distintos a los de su hermana ya le habían comprobado que hací sería siempre. Aún así, le dolía saber que Eleonora jamás le vería como a un igual. Por que no eran del todo familia después de todo, él no era nadie, no pertenecía allí. Solo estaba para molestar, así lo sentía, así le gritaba su pecho que era. Había crecido sabiendo ese hecho, no merecía nada más de lo que le era otorgado. Hasta tal vez, tener lo que ya tenía era demasiado.

Una vez los golpes y reclamos pararon del otro lado, su corazón se levantó con fuerza propia. Sus propios latidos le obligaron a correr hacía afuera, lejos del propio mundo, lejos del propio mañana. Estaba cansado. « La realidad siempre le cansaba » Tambaleante y a paso desvariado impulsó a su cuerpo para salir por la ventana de su cuarto hacia afuera. Quería descansar un poco más, tal vez hacerlo para siempre, no lo sabía a exactitud. Tratándose de un momento de dolorosa debilidad u de pura valentía excusada en dolor, corrió las calles que le apetecieron conteniendo el aliento. No supo a ciencia cierta en donde termino hasta que finalmente se dio cuenta. Su alma tembló tanto como lo hizo su cuerpo al encontrarse frente a frente con el lugar de sus pesadillas: la iglesia. Envalentonado se adentro, si moriría lo haría allí para estar junto a su madre en descanso. La vida estaba llena de señales, pensó distraídamente que morir aquí en medió del aquel silencioso lugar era una de esas tantas. Iluso.

Lejos de saber que ocurriría aquella madrugada, dos jóvenes chicos se encontraban cotillando tonterías en lo más recóndito del fúnebre lugar. Más ilógico de lo que parecía, ambos habían escapado de casa con la intención de entrar a el lugar para estudiar un poco más. Un acto de completos nerds, si se lo preguntaban a el más bajo del pequeño dúo, quienes al escuchar el estruendo de las puertas principales no dudaron en callar e apagar sus desgastadas velas para evitar ser encontrados.

Callados escucharon, entre los temblores que tenían en el cuerpo gracias a el nervio, como fuertes pasos y pequeños sollozos se acercaban de forma veloz a la sala donde se encontraban. Calet, Guss o quien fuera en aquel momento de poca lucidez se encontraba más perdido en su memoria de lo que alguna vez podría estarlo cualquiera. Caminaba sin saber a exactitud su destino, solo buscaba encontrar un lugar seguro para padecer o tal vez sencillamente para encontrar una excusa mejor para seguir de pié, no lo sabía, estaba agotado de tanto levantarse, no sabría si podía permitírselo otra vez.

La vida se había puesto más difícil de lo normal, aquello le destruía desde adentro. No se sentía correcto ser él o vivir para otros, nada se sentía bien en realidad. O al menos nada que no fuera entrar a aquella sala llena de libros y ventanales tan altos como para alcanzar el cielo, nada se sentía tan bien como encontrar un rincón en donde esconderse y dejarse llevar por la brisa de la noche en medio de la nada. Nada se sentiría mejor que verse en la posibilidad de ser libre. Ignorante o tal vez muy poco consiente de su alrededor, no pudo notar como dos chicos tal vez un poco más chicos que el se encontraban observándole desde una oscura esquina cubiertos por el manto de la noche.

Con sus píes casi descalzos gracias a su desgastado calzado, junto al desorden en su cabello hacían estragos en los corazones de los dos pequeños escondidos, quienes creían firmemente, aquel adolescente podría ser un ladrón. No se equivocaban del todo, el chico era un ladrón del tiempo, un usurpador del aire y hasta un mentiroso capaz de engañar a sus propios sueños. Sus ojos verdosos indiferentes a encontrar otras opciones dirigieron su mirada a un punto vacío en el cielo. Perdido en sus pensamientos tranquilamente encendió un cigarrillo sobre sus labios, suspirando se dejo hacer por el viento.

La suave brisa conjunto a la tenue vista que les otorgaba la luz de la apagada luna de aquella noche, les permitió observar en primera fila a tanto Daniell's como a Terry como un pequeño y frágil Guss se rompía en pedazos sobre sí mismo, aún con sus pies sobre el suelo. El mayor, sintió por primera vez de forma verdadera como su corazón palpitaba sin fuerza verdadera, como la pequeña navaja blanca rompía la piel y hacia sangrar y despotricar ideas al azar en su cabeza. Por primera vez sintió que por siempre podría sentir se hací, hací de bien, no lo sabía en ese entonces pero la felicidad también podía encontrarse en cosas más simples.

Como acto del destino, el shock inicial de ambos preadolescentes paso como ráfaga de viento. En un segundó el mas bajo de ambos se encontraba arrebatando la navaja de las manos del otro, mientras el otro tomaba entre sus manos el rostro del pelinegro. Ambos chicos se mostraban dispuesto a salvar a él otro, a salvarle como si la vida de aquel desconocido valiera todo para ellos. Y valla que lo valdría, aun así fue una punzada dolorosa encontrase en medio de paredes blancas en vez de ese deseoso plano oscuro que tanto añoraba, Calet Aguss Della Escala odiaba haber encontrado una nueva razón para estar de pie.

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