Aunque sonara bastante repetitivo y poco común para un pueblo normal, en Clydens las cosas eran distintas. Cada año a inicios de septiembre, el pueblo en general realizaba de forma casi consecutiva una serie de eventos públicos, en donde lo primordial era la diversión. Diversión que en realidad no valía para De la Fleur. Para él chico, aquellas fiestas en donde los ciudadanos olvidaban hasta sus nombres, no eran más que juego de niños pequeños. Realmente estaba mucho más acostumbrado a las festividades dadas en su antigua casa.
Festividades que curiosamente hacían olvidar por completo la existencia de algo como lo era la moral. Realmente, él Fleur se consideraba alguien lo suficientemente humilde como para ofrecer a sus nuevos vecinos algo siquiera parecido a las fiestas dadas en su antigua casa. Es por ello que, aprovechando el hecho de ser uno de los primeros días de septiembre, aquel jueves a la salida de clase tomo su teléfono e anuncio por literalmente todas sus redes, que daría una pequeña fiesta durante el sábado a la noche. Publicaciones que media población adolescente tuvo la oportunidad de ver gracias a pequeños mensajes sugerentes, enviados por parte de sus contactos.
Al ser algo, muy poco común la mayoría ya esperaba de lo más impaciente. Impaciencia que sinceramente Daniell's no compartía con el resto, para él ese tipo de reuniones eran tan malas como para Terry lo eran las películas latinoamericanas. Es por ello, que mientras todos preparaban sus atuendos para salir al día siguiente, Daniell's se encontraba tendido contra las sábanas de su cama con uno de sus libros favoritos en las manos. Leía sin verdadera necesidad, mientras las voces de sus amigos se extendían con fuerza desde la entrada de su hogar. Pasaba las páginas con delicadeza tratando de ocultar su suave sonrisa al oír el alboroto de afuera. En la sala de estar, pensando en como animar la actitud de Daniell's, se encontraban Eleonora junto a De la Fleur. Y es que, aunque para Daniell's aquello parecía más un acto de hipocresía, para el chico Fleur las cosas podían solucionarse con la eficacia de una acción que de por si demostrara algo muy parecido al arrepentimiento. Ambos invitados se golpeaban entre susurros teóricamente bajos mientras trataban de decidirse en que hacer.
Eleonora vestía con ropas normales sin su traje vino tinto habitual. Ropa que curiosamente no hacía justicia a el entorno en el que se encontraba: muebles y cuadros de lujo con un piso tan brillante que te permitiría ver tu reflejo si quisieras, eran todo lo que en algún momento una persona normal querría tener. Más por el contrario, tanto De la Fleur como Eleonora estaban tan acostumbrados a ese tipo de entorno, que ya no les quedaba demasiado por desear. Ambas familias tenían el suficiente orgullo como para realmente no tener demasiado, si no es nada, que envidiar de la casa de los Obverl. Aunque ya se hiciera obvió, estaban allí con la intención de conseguir apaciguar la molestia de Daniell's por la fiesta.
Sinceramente aunque para el resto resultara extraño la presencia de aquellos dos en la casa Obverl no era una sorpresa para la familia, ambas entidades se conocían desde prácticamente siempre. Misma ciudad, mismos ideales e de igual forma, mismas creencias sobre casi todo. Aquellos chicos se conocían desde pequeños, curiosamente eran casi al cien por ciento distintos, y es que aunque la familia del chico Fleur se abría mudado poco tiempo después antes de que todos siquiera lograran llegar al tercer grado en la primaria, sus personalidades eran tan distintas que hasta para Gabriel era casi imposible creer que aquellos chiquillos tenían algo en común. Era casi como si algo le aseguraba que ni siquiera eran amigos. Lo curioso era que, aun así aquellos dos estaban aquí en busca de su hermano mayor.
Aun así, no le importaba demasiado, amigos de su hermano o no, no tenía la suficiente necesidad como para tratar de fingir que aquella hermana y el quisquilloso de la Fleur eran personas de su agrado. Era por ello que tratando de pasar desapercibido en su propio hogar, él chiquillo se encontraba tranquilamente postrado sobre el mesón central de su cocina masticando una manzana, con una expresión de tranquilidad absoluta pero con un aura que llena de sinceridad no se retenía con eso de enseñar su desagrado. Ambos Obverl en aquel momento compartían pensamientos, no querían estar allí ahora.
De igual forma, Guss Tom'ynson aún perdido a mitad de aquella gran biblioteca, compartía sus pensamientos. Y es que aquella mañana antes de que Eleonora y De La Fleur llegaran a casa del Obverl, tanto Guss como Daniell's habían estado compartiendo su tiempo de lectura juntos, todo esto antes de que él invitado fuera arrastrado a el sector mas tétrico de la casa con la única intención de que este no fuera visto por sus nuevos invitados o por su hermano recién levantado. Gracias a esto, Guss había terminado frente a una puerta con la suficiente gracia teatral, para obligarle a entrar y descubrir sus secretos. Resultó que solo se trataba de una biblioteca, pero aún así pensó que el haberse arriesgado a entrar lo valió. Tal mil millones de libros adornaban todas y cada una de las repisas, mismas que serían casi inalcanzables si no fuera por las escaleras de caracol, que permitían subir casi hasta el techo gracias a la altura de los libros y la amplitud de los ventanales en aquella sala.
Por lo que alcanzaban a ojear con sus ojos, los libros estaban acomodados por fechas, género y se encontraban postrados ordenadamente sobre si mismos, tanto en orden alfabético como de lanzamiento. Se sentía casi en el cielo, si no fuera por que odiara leer o que era alguien que bajo su propio criterio no merecía el cielo, podría llegar a considerar que estaba allí. Gabriel Obverl lo sabía. Por lo mismo luego de terminar con su manzana en la cocina, se dirigió tranquilamente a la biblioteca e ignoro los gritillos dados por el par en la sala de estar. Estaba seguro de que podría obtener algo de sana convivencia con aquel chico traído secretamente allí por su hermano.
Por otro lado Elenora Ple'ylters y Jacnik De La Fleur conversaban a voz casi demasiado alta justo a unos pasos de la única puerta de vidrio en aquel largo pasillo, el cual contaba con diversos cuadros, espejos y hasta ventanas que otorgaban luz natural desde afuera. Ambos chicos mantenían una pelea a sangre caliente e sorpresiva mente aún sin groserías de por medio, sobre lo que sería correcto ahora que su plan había sido finalmente pautado. Como dato curioso, podría notificarse que tanto De La Fleur como Ple'ylters no eran personas demasiado reacias a dejarse vencer cuando se trata de dar valor a su opinión. Una página menos, doscientas treinta y dos después Daniell's finalmente se harto de los gritos que eran dados literalmente aun lado de sus orejas.
Observando a su alrededor sin prisa, tomo a ambos muchachos de las muñecas y los arrastro tras la puerta cristalina de su habitación. Una vez dentro, con ambos invitados sentados en la cama y el dueño con los brazos cruzados sobre su pecho, por fin aquella pelea por como serían entregadas las disculpas terminó. Casi al unísono los tres suspiraron, ninguno hablo hasta después de un rato, cuando gracias a la necesidad de Eleonora por disculparse y retirarse del lugar, el silencio se rompió.
— Daniell's... — Comenzó. Su voz tan baja, que casi lograba confundirse con un lamento.
— No hay demasiado por lo que excusarse Ellen. Fleur, mejor disculpa te ya. — Suspiro. No le agradaba ir directo a el grano, pero antes que nada, prefería no perder el tiempo. No luego de que hayan jugado con su paciencia.
Después de par de tortuosos segundos, casi a regañadientes como si él no hubiera llegado por cuenta propia aquella mañana a inicios del fin de semana, hablo. Y recitando algo que casi podría asegurar Daniell's ya se sabría de memoria, se disculpo. Seguido de aquella disculpa barata, ambos se retiraron a el primer respiro. Una vez les observo irse, su cuerpo casi por si solo reaccionó, inmediatamente se dirigió a pasos largos, directo a aquel pasillo, en donde dejado a su suerte se encontraba su único invitado. Casi rezaba por que él chiquillo no se encontrara junto a su hermano. Y que por nada del mundo estuvieran teniendo ese tipo de conversación de la que Terry se podría enterar a el primer chasquido. No, claro que no.
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Para ser alguien más.
Mystery / ThrillerTodos cometemos pecados. El de Guss curiosamente había sido entregarlo todo por mera avaricia. Para muchos todo se definía en un asesinato cruel y despiadado, en el arrebato de la vida a un inocente. Por el contrario él solo había dejado en liberta...