Desde años atrás, las vidas de Terry, Daniell's y Calet habían sido casualmente unidas por el destino un día cualquiera. Semanas antes de la huida de Calet, la revelación de Karla, en ese entonces Arthur, la llegada definitiva de Daniell's y la excursión de Terry todos los mencionados a excepción de Terry y Calet eran casi unos desconocidos entre sí. Lo que era común, ya que, normalmente las personas no se esforzaban en conocer a otros si no era por los beneficios que este « conocimiento » podría otorgarles. En ese caso, en el momento en que el mundo les dio la oportunidad de conocerse fue a través de este hecho: interés. Los padres de Terry necesitaban saber más a exactitud sobre el bastardo de los Ple'ylters. Le necesitaban en la mira y que mejor opción que usar la inocencia de su hijo menor.
A sus doce años Terry Ander'ns mantenía en su mente cualquier conocimiento básico e avanzado sobre casi todo, por lo mismo, entendía completamente el por que de buscar amistad con aquel extraño y flácido niño dos años mayor. Sabía que para esta ocasión solo sería una pieza más para mover en el tablero manejado por sus padres, lo sabía tan bien que mantuvo todas las precauciones posibles al sencillamente una mañana llegar a la calle del chico Ple'yters y sentarse a su lado. Ambos sentados en la acera mantuvieron un cómodo silencio de casi una hora, solo hasta que el menor se decidió en como actuar aún envuelto en nervios pubertos, finalmente el silencio se corto.
Podría decirse que la primera conversación de aquellos dos no había sido tan solo una coincidencia o tan solo un recado dado por los padres del más joven de la familia Ander'ns pero aquel encuentro había logrado marcar la vida de ambos para siempre. Desde ese momento hasta el día de hoy a pesar de cuan separados se encontraran, siempre estuvieron de alguna forma unidos. Sus familias, el legado, la vida misma, sus recuerdos y hasta el propio infierno les unía. No estarían juntos nunca pero de alguna manera aquello era suficiente, eran el uno para el otro.
Una semana paso, había que aclarar que Calet jamas había sido un chico de dar demasiados problemas, se mantenía al margen pues conocía muy bien su lugar, aún así cuando se trataba de temas religiosos sus alarmas internas le gritaban inmediatamente que no. Odiaba con todas sus fuerzas pasar horas oyendo la aburrida voz del padre de Terry sentado en la incómoda banca junto a un montón de personas que sin descaro le miraban por sobre su hombro asqueados por su presencia. Aún así para ese momento siendo consciente de que para el mes siguiente ya sería su momento de retirarse de la jugada en Clydens se había decidido en despedirse de Terry de una forma un poco más especial. Después de todo, sería a fin de cuentas el único del que realmente se despediría. A fin de cuentas él debía saberlo, ya habían firmado un contrato, no tenía caso mentir o tratar de ocultar la verdad.
En su mente, aún pequeña y sin experiencia, una vez estuviera fuera de aquel pueblo junto a Ian todo mejoraría y su hermanastra podría ser plenamente feliz. O al menos eso esperaba. Puesto que estaba más que acostumbrado a ser consciente de la molestia que representaba su presencia en su propio hogar sabía, no, estaba cien por ciento seguro de que las cosas irían mejor sin él estando por ahí. Era consiente de la carga que representaba, y aunque quisiera aplazar el tiempo para seguir apoyando a su amiga Karla, seguir viendo reír a Eleonora y continuar pasando tiempo con Terry, sabía lo que debía hacer y ya no tenía la suficiente voluntad para detenerse. Quería que ellos fueran felices, a pesar de que eso significara entregar su voluntad a ella por el final de sus días. Pero bueno, supuso en ese entonces que nada le ocurriría, que estaría bien al final del día pues Eleonora dejaría de odiarle y ya no tendría por que estorbar en casa. Tal vez, una vez fuera, finalmente podría estar a salvo.
Igual, todos los que querían estarían a salvo si el se retiraba por el momento. Debía hacerlo, no quería ver a su hermana morir, no hací, no a manos de un Obverl. No con una sortija estoica apresando uno de sus dedos, no cuando aún podía salvarse. No cuando podía salvar la. Por ello no se rendiría, no dejaría ir atrás uno de sus mayores objetivos por las punzadas dadas en su corazón al mirar de reojo lo que dejaría atrás. No se detendría por Terry, no aquella vez. Por que sí, antes había intentado huir, de otra forma pero lo había hecho, y Terry había estado allí para detenerlo, pero esta vez no. Por que ahora no quería morir, en realidad, contrariamente quería seguir de pie para dar lo mejor de sí y salvar de las garras de Daniell's Obverl a su Eleonora.
Por ello, al igual que tres o cinco días atrás lo había hecho Karla para llegar a su casa, tomo su bicicleta e rápidamente anduvo a paso firme hacia la gran capilla ubicada en la salida de su pequeño pueblo. Conocía lo suficiente a Terry en aquel momento como para saber que estaría allí quejándose secretamente con su dios de sus problemas en casa, o de su molesto primo lejano Janick.
Un largo rato después, en el que anduvo rápidamente sobre sus viejos pedales y pensó en lo que debería decir, se encontró frente a la gran arquitectura del lugar. Temblando de nervios finalmente se acerco vacilante, subiendo a paso tortuga cada uno de los escalones antes de entrar, abriendo suavemente las puertas, bajando la vista al encontrarse con aquellas terroríficas estatuas, termino por llegar a la zona más alejada y poco conocida del lugar. A la cuál había podido llegar gracias a los largos relatos que Terry le daba de aquel lugar por horas. Ya sin haber entrado, conocía el lugar como la palma de su mano. Sonrió para sus adentros ante ese pensamiento, e al igual que antes sigo su camino cagado de los nervios.
Cuando se encontró en medió de una habitación llena de libros que seguramente serían bíblicos, ventanales tan altos como el techo, sillones finos con pisos y paredes tan preciosas y brillantes como el oro, le encontró. Sentado cómodamente sobre un sofá de tonos e acabados sorprendentes, se encontraba el joven al que se encontraba buscando desde lo que le parecieron horas. Sus rizos oscuros obstruían la vista de su frágil rostro juvenil, mismo el cuál se mantenía en tensión gracias a el pequeño cigarrillo que ocupaban sus labios. Ante la vista, no pudo evitar reír ante lo que le pareció fue la imagen más tierna de un pequeño niño haciendo berrinche lejos de todos.
Sabía cual era la razón, entre enternecido e desanimado se acercó tranquilamente a su lado llamando por completo la atención de el pequeño de ojos bicolor. Ambos chicos, inexpertos en todo pero capaces de un solo algo, se observaron sonrientes mientras el mayor tomaba de los labios del otro el cigarrillo y lo apagaba casi felizmente sobre la alfombra que ocupaba aquella parte de la estancia.
- No por que yo lo haga debes hacerlo. - Aseguró tranquilo. Había olvidado de forma casi inmediata el motivo de su visita al verle jugar nuevamente a ser un fumador.
- Ese es un hecho irrelevante tonto. Mejor dime, ¿que quieres? - Contestó animado. Casi tanto como lo estaría una mariposa al salir de su caparazón.
- Ah. Sí bueno ya sabes, vine a llenar tú aburrida vida con mi hermosa presencia un rato. - Bromeó.
- Oh claro... ¡Idiota! - Rió para seguidamente golpearle juguetona mente el codo izquierdo.
Su juego continuó por horas, solo paro hasta que el señor Ander'ns hizo acto de presenciar reclamando a su hijo. Al final del día, Calet se dio cuenta de que no había sido capaz de decírselo, de igual forma también entendió que tal vez jamas podría. Pues él, odiaba las despedidas. Más aún si se trataba de alguien a quien apreciaba. Por que Calet Aguss Della Escala no podía evitar amar con todas sus fuerzas a Terry Ander'ns. Y tal vez lo haría para siempre. kPero Calet Aguss había muerto, y estaba seguro de que el Terry que alguna vez conoció también lo estaba junto a él.
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Para ser alguien más.
Mystery / ThrillerTodos cometemos pecados. El de Guss curiosamente había sido entregarlo todo por mera avaricia. Para muchos todo se definía en un asesinato cruel y despiadado, en el arrebato de la vida a un inocente. Por el contrario él solo había dejado en liberta...