22 : Araon.

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Aquella chica, solo era una triste villana sin rostro. Jamás había podido ver algo más que no fuera nada; para ella, no existían colores, formas, o algo más que no fueran sonidos. No existían reflejos o maquillajes caros que utilizar para ocultar imperfecciones. No tenía nada que envidiar, al menos que ser normal fuera realmente algo posible para alguien como ella. Sus otros sentidos eran tan subdesarrollados que el no conocer nada, con el tiempo jamás logro ser un problema. Podía oírlo todo, jamás pensó que no poder ver algo podría resultar, en ella siendo remplazada por otra persona.

Nunca permitió que supieran de su dificultad con la visión; ni sus padres, los sirvientes y hasta sus amigos más cercanos sabían que desde hace bastante tiempo ya no podía ver. No pudo entender del todo el porque de su remplazo. Había sido una hija ejemplar, había cumplido con todas y cada una de las reglas al pie de la letra. No supo como identificar su sentir al saber sobre la llegada del otro, pero desde ese momento podía asegurar haber perdido su sentido de humanidad, ya no tenía nombre, ya no existía para sus padres. Ya no había algo más que no fueran cosas materiales para su persona,y eso lamentablemente era algo, que para un ser tan pequeño y frágil como lo era ella, en realidad, ya no servían para nada.

Se había dado cuenta de algo, ahora solo era un extra más sin nombre. Estaba sola, sola junto a Zian, Araon e Ian, no había nada por lo que seguir fingiendo, su hermano luego de largos y tortuosos meses de espera finalmente había llegado. Solo estaba allí de relleno. ¿Le dolía? No lo sabía, para entenderlo, tubo que preguntarle muy seriamente a aquellas dos chicas al respecto e dirigirse directamente a experimentar con el chico alto de cabellos castaños. Sentir amor, era algo curioso.

Desde su punto de vista, ser humano le resultaba tan abrumador. Debía estar siempre lista para complacer a todos o por el contrario estar preparada para ser superficialmente complacida por los demás. Cuando conoció a su hermano, aun era demasiado joven para entender concretamente el por que él ahora estaba allí. Aún después de meses no entendía el por que de su remplazo, de igual forma, acostumbrada a no poder entenderlo todo, sencillamente lo dejo pasar. Después de todo, creyó que solo se trataría de algo momentáneo. Se equivocó.

Gracias a estar sola descubrió cosas que tal vez no hubiera descubierto nunca de no haber sido ignorada y dejada aún lado. Luego de un gran lapso de tiempo, consigo algo nuevo en lo que resguardarse. Por muy sola que aquel cambio le pudiera llegar a obligar a sentir, no quería rendirse del todo, quería estar viva para recordarlo. No le avergonzaba admitir que al pasar tiempo con aquel chico de cabellos castaños, ojos de cielo y piel de tono acaramelado, era solo una distracción. Distracción que solo lograba apaciguar aquello que de alguna manera podría ser considerado dolor.

Araon era un joven agraciado, no muy carismático y lo suficientemente humano como para de igual forma hacerla sentir vivía. Con el tiempo gracias a él y el significado de sus palabras las cosas eran mucho más llevaderas de lo que serían cotidianamente. Gracias a él había aprendido hasta lo más pequeño e insignificante del todo. Gracias a él, de alguna manera luego de años, había podido abrir los ojos. No de manera muy literal, ya que, realmente era imposible que pudiera volver a distinguir algo más que no fuera nada, pero si de forma psicológica. Había descubierto esa otra parte de sí, que de alguna forma le permitía llenar por completo el vacío que dejaba el tiempo sobre su ser.

No odiaba su vida. En realidad, admiraba el tiempo que aquel chico le dedicaba a sus extensas charlas en donde solía explícitamente regalarle descripciones sobre el ambiente a su alrededor; según él, el cielo, se sentía como el caliente ardor de la sangre al circular, era tibio, claro y lleno de pequeñas luces internas que imitaban con deseo ser estrellas al anochecer. Los ojos eran como galaxias perdidas entre frívolos hoyos negros que insaciables tenían la necesidad de seguir de pie. Vivían por su propia cuenta.

La piel eran las puertas del cielo. No para lo carnal como seguramente se esperaría, si no, con sus gracias texturas e finas capas de vida le permitían sentir desde otro punto de vista lo que, en siglos podría llegar a mirar. Aaron era uno de esos millones de inexistentes ángeles, que pacientes e desinteresados daban todo de sí para facilitar la vida de los otros. Eran de esos que sin miedo, dejarían que los mataras a apuñaladas sin la necesidad de pedirles permiso. Él era ese tipo de persona, pero ella al verlo, simplemente no pudo.

Dejándose llevar por la facilidad de la humanidad sencillamente dejo aún lado la posibilidad de hacer daño, por él. Tiro aún lado el arma, sobre la mesa, frente a sus padres, se rindió ante la posibilidad de una vida junto a alguien que verdaderamente valía la pena. Y lo hizo, valió la pena. Todo el tiempo que pudo postergo lo inevitable. Finalmente sucumbió. Le hizo daño y en realidad, ya luego no pudo pararse a pensar. No le avergonzaba el hecho, pero aún así la culpa llegaba a consumirle. Araon era todo, y le había perdido en un arrebato. Al entenderlo sin apuro se odio.

Había perdido a lo que más apreciaba y era su culpa. No tenía nada que ver con alguien más, era todo gracias a ella. Se odiaba por no poder sentirse realmente mal, sentía satisfacción al rosar con sus dedos finos los rastros de su cuchilla sobre la piel ajena. Le dolía, pero como un pequeño niño inocente o tal vez sencillamente ignorante del mundo que destructivo ardía a su alrededor, no podía entender el porque.

No sabía si era su culpa, lo aseguraban por la casa, y llegaba a creerlo. Pero realmente no estaba segura. Aquellos último suspiros dados por su amado le decían lo contrario, no podía estar segura de algo más que no fuera el hecho de que debía buscar una forma de seguir en pie, debía buscar la manera de permitirse seguir olvidando.

Temía de sí misma, pero necesitaba algo a lo que odiar. Necesitaba una razón para no estar sola, ser libre era una de ellas. Ser una estrella era otra de tantas que Araon había logrado cumplir por ella. Todo un ángel. Seguramente habría logrado grandes cosas de no ser por ella. Era una mierda de ser humano. Aun así, una cosa era segura, no quiso hacerle daño, no a él. Solo quería creer que podría hacer a sus padres felices si lograba complacerlos. Fue un acto ciego ridículo e infantil de su parte. Aquello le costaría toda una vida llena de una diferente dicha.

Que ilusa podía ser una persona, que solo existía para encontrar admiración. Era difícil seguir vivo en ese estado tan deplorable como lo era ser tan débil. Era difícil admitir inútilmente, que solo era uno mas de aquellos finos y frágiles juguetes a los que inútilmente tratabas enseñarles a caminar por si solo. Aquello no tenía sentido, ellos no estaban vivo, no podían respirar. Era ilógico creer que al solo conservar al cascarón lograrías crear vida. Aún así, de alguna manera existía esperanza, hací de ilusa era ella, al esperar por años el momento exacto en donde pudiera volver a ser la misma.

 Aún así, de alguna manera existía esperanza, hací de ilusa era ella, al esperar por años el momento exacto en donde pudiera volver a ser la misma

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