02. Raizel | Mil cicatrices.

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Capítulo 02.
Mil cicatrices.

Mil cicatrices

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Durante los últimos seis meses la investigación había avanzado todo lo bien que se esperaba, tenía un equipo de profesionales a cargo, trabajamos arduo en el proyecto y eso me ayudó a eliminar cualquier otro pensamiento intrusivo

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Durante los últimos seis meses la investigación había avanzado todo lo bien que se esperaba, tenía un equipo de profesionales a cargo, trabajamos arduo en el proyecto y eso me ayudó a eliminar cualquier otro pensamiento intrusivo.

¿Dónde estaba Esen?

¿Cómo estaba Cavale?

Un escalpelo me cortó cuando fui tan tonta como para desconectar de una tarea que claramente requería toda mi atención.

Me encargaba de la extracción de tejido para un análisis, pero el instrumento rebotó hasta caer al suelo.

──¿Está bien, doctora? ──indagó Azquen.

Tenía que ser algo grave si lograba que el muchacho sacara la cabeza un momento de su tarea.

Tiré el guante de látex en la bacha, decidida a dar fin a mi jornada.

──Todo en orden, termina con eso y vete a casa, hoy nos iremos más temprano.

Ese día tenía que hablar con Constantino, al fin había conseguido una junta con el patrocinador que necesitaba el proyecto, un tipo rico dueño de laboratorios en la Vieja Alianza.

Al parecer, quería poner una sede también en Alta Resilia, pero la nación era hermética en cuestión de permitir cualquier introducción extranjera y la única forma que tenía era invirtiendo con los Karravarath.

──No hace falta que me llames doctora, Azquen ──le recordé mientras terminaba de desinfectar mis manos──. Fuimos compañeros de carrera por años.

──Claro... Raizel.

Asentí, sabiendo que eso duraría solo unos días antes de que volviera a la formalidad, dejé que los residentes terminarán de acomodar las cosas para dirigirme a mi área.

Pasé por una ducha desinfectante, ese día no estuve trabajando con ningún agente viral, pero la preocupación era la cura de todos los males.

Ese laboratorio era, en términos más coloquiales, bastante más rústico que el que había tenido a disposición en mi estadía con el profesor Asier, e incluso en mis primeros años en la universidad.
Pero era la maquinaria que se había podido trasladar.
A veces tenía que esperar dos semanas hasta que los resultados de un estudio volvieran desde Senylia.

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