08. Constantino | Sin salvación.

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Capítulo 08:
Sin salvación.

Odiaba no poder emborracharme, no poder perderme en la suave inconsciencia del alcohol

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Odiaba no poder emborracharme, no poder perderme en la suave inconsciencia del alcohol.

Lo necesitaba.

Lo necesitaba justo en momentos como este, cuando Esen estaba a unas habitaciones de distancia, pero ya no podía sentirla.

Su perfume, su aroma, el latido constante de su corazón y la esencia de su sangre.

Era como si hubiera vuelto un fantasma.

Un espectro.

──Hermanito.

Estuve tentado a estallar el vaso contra la cabeza de Caín.
Claro que él me siguió dentro de mi estudio, no podía desaprovechar el momento de regodearse.

──¿No piensas ir a saludarla?, ¿darle una bienvenida?

──Lo que hiciste, Caín...

──Es lo que tú querías hacer ──se colocó frente a mí, sus ojos de serpiente con un brillo desafiante.

Caín me sujetó de la solapa de mi saco cuando intenté marcharme.

──Debería matarte ──Me zafé.

──¿Por qué? ¿Por hacer lo que tú querías pero fuiste muy cobarde para arriesgar? ──Sonrió──. Vamos, gritame, ofendeme, así tú seguirás siendo el honorable Constantino y yo el monstruo que se mancha las manos.

Hojeó los libros sobre la chimenea, cambiandolos de su orden de colección.

──Bien sabes que no me importa ──Forzó una sonrisa hacia mí.

──¿Qué le hiciste?

──La traje de vuelta ──Sonrió como el desquiciado que era.

──¿A qué costo?

──¿Hubieras preferido perderla?

Me ahogué antes de hablar, garras se cerraron, clavándose en mi garganta.

Jamás.

Jamás la hubiera dejado ir, mi plan era criogenizarla hasta hallar la cura que le permitiera hacer la conversión sin riesgos.

Fui informado al momento en que Esen fue trasladada desde el laboratorio hasta el panteón y ahí pude detener a Caín si quería, podría haberlo hecho, pero Caín tenía razón.

──¿Qué hiciste todos estos meses con ella?

──Entrenarla, por supuesto ──respondió muy solemne──. No podía sacarla de la Academia hasta que estuviera lista, ya ves cómo controla su hambre, en otro tiempo se hubiera lanzado contra Raizel sin miramientos.

Me mordí la lengua, no quería pensar en qué había pasado Esen esos meses, el hambre visceral, tu cuerpo destruyéndose al no reconocerse, volviendo a reconstruirse.

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