Las voces corrían por pasillos y laberintos perdidos en mi cabeza, escuchaba la risa distante de un niño, tardé varios segundos en entender que aquella imagen lejana, difusa, olvidada en un sueño, era yo.
Era un narrador protagonista, pero en el lugar de un espectador, estaba al frente de otra película.
Frente a mí se abría un prado, verde, claro, setos y zarzas marcaban el camino hacia una vieja casona de piedra, más allá, en la distancia, al acecho, unos muros grises de más de cincuenta metros de alto.
Para la mente de un niño eran una amenaza muy lejana, el mundo no era más que mi hogar, no necesitaba ser más que eso.
O quizás siempre estuve acostumbrado a la comodidad de una jaula.
──Caiden.
La voz de mi hermano me sorprendió, corrí de nuevo a la casa y él me siguió con prisa.
Quería voltear, ver quién era, cómo, entender de dónde venía ese sentimiento de fraternidad, pero estaba limitado a ser un espectador de mis recuerdos.
Él me metió el pie y tropecé antes de caer al suelo. El niño no parecía con ánimos de levantarse, aun así su hermano le extendió la mano.
──¿A dónde ibas? ──indagó mi hermano, no más de diez años en mis memorias.
──A barrer el patio.
──Enano mentiroso, ibas al río, ¿cuántas veces mamá te prohibió alejarte de la casa?
El niño no pareció avergonzado por su actitud y en recompensa su hermano le brindó una sonrisa.
──Te acompañaré, pero no demasiado tiempo, no es bueno estar fuera después del anochecer.
Pese a las advertencias, el niño ya no escuchó nada más después de ver cumplidos sus planes.
El recuerdo era muy difuso, todo a través de un vidrio empañado, pero podía reconocer el automóvil negro que estacionó frente a la casa.
Quizás lo recordaba de forma tan vívida porque no era de los habituales en Senylia sino un modelo mucho más antiguo, quizás por lo extraño del hombre de largo piloto oscuro que bajó del vehículo.Él caminó hacia la casa como si fuera un huésped habitual, aunque no parecía despertar ninguna familiaridad en los infantes.
──No mires, enano, no seas maleducado.
El pequeño obedeció a su hermano mayor, aun así le dedicó un leve vistazo más al sujeto misterioso mientras lo veía llegar al umbral de su casa.
El niño en mis recuerdos no lo sabía, pero ese era Constantino Karravarath.
Luego de eso no podía recordar mucho más, había pasado el resto de la tarde con mi hermano, él me enseñó a pescar con la paciencia que creí que se hubiera esfumado mal y pronto si hubiera llegado a conocerme, a saber cómo soy ahora.
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Presas
VampireSegunda parte de la trilogía 'LOS ARCHIVOS DEL CÓNCLAVE'. Lejos de las luces y el estruendo de Senylia, se esconden los oscuros secretos de Cumbre Aciaga, un pueblo perdido donde la calma abrumadora de lo salvaje los hará enfrentar a sus más profund...