33. Cavale | El corazón de la tormenta.

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Capítulo 33:
El corazón de la tormenta.

Los pasos de Venicio Lessar resonaron en la biblioteca, era mi segundo lugar favorito de la casa ─luego de mi altillo, no solo por la cantidad de libros o la tranquilidad de saber que Lessar no me molestaría si me encontraba estudiando, sino que h...

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Los pasos de Venicio Lessar resonaron en la biblioteca, era mi segundo lugar favorito de la casa ─luego de mi altillo, no solo por la cantidad de libros o la tranquilidad de saber que Lessar no me molestaría si me encontraba estudiando, sino que había algo reconfortante en el constante crepitar del fuego y el arrullo suave de las aguas removiendose en el río.

Me recordaban a algún lugar que no podía recuperar.

Esa vez no funcionó, las bisagras chillaron cuando Lessar entró en el recinto.

──Estoy estudiando ──lo atajé.

Eso podía evidenciar la pila de libros ante mí, los papeles desordenados y los varios pares de anotadores y hojas en blanco.

Lo cierto era que nada nuevo había entrado a mi cerebro en la última hora.

Nada más que las imágenes de dientes destellando en la oscuridad y el filo cegador de una navaja clavándose en mi muñeca.

Lessar apoyó su mano en mi hombro y casi me voy para atrás, me senté con propiedad.

──¿Cómo estás?

──Estudiando.

Él hizo caso omiso de mi rebeldía juvenil, tiró de mi mano hasta lograr bajar mi camiseta y dejó al descubierto la gruesa venda que cubría el corte.

La retiró con mucho más cuidado del que había tenido hasta entonces.

Y ahí estaba, la línea gruesa y roja, evité mirarlo, por el contrario terminé contemplando el rostro de Lessar.

Su mirada no tenía el hambre cazadora que mostraron mis supuestos compañeros.

Y volvió a guardar la herida con la misma pena estoica, casi paternal.

──Pediré la expulsión de todos y su traslado al sector industrial.

──Como si pudieras hacer algo así.

──Lo haré, lo que hicieron está contra las leyes de Senylia.

──Pasó y seguirá pasando ──me harté de su papel paternal──. Lo hará porque no somos iguales, no me ven como uno, ¿para qué me trajiste aquí?

Había creído que todo se tranquilizaría una vez llegada la universidad, que se terminaría porque dieciocho años incluso para gente que pretendía vivir mil debían ser suficientes para tener cierta cabeza sobre los hombros.

Me incluí bien las primeras semanas, fui invitado a varias salidas, conocí un par de familias y luego uno de mis amables nuevos amigos sugirió un día de campo en un club.

Las primeras horas todo fue normal, Emily se mostró como un ángel todo el tiempo y cuando me llevó a un lugar apartado del resto lo último que había pensado era que me cortaría para tratar de morderme.

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