Segunda parte de la trilogía 'LOS ARCHIVOS DEL CÓNCLAVE'.
Lejos de las luces y el estruendo de Senylia, se esconden los oscuros secretos de Cumbre Aciaga, un pueblo perdido donde la calma abrumadora de lo salvaje los hará enfrentar a sus más profund...
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Esen me había dicho que no me preocupara, que ella tenía todo bajo control, pero no podía hacerlo cuando ella era mi mejor amiga y había visto los mil caminos en los que desembocaba su destino.
Uno solo hace un momento, cada uno más aterrador que el anterior.
Podía verlos ahí, frente a mí, los furias encerrados detrás de los cristales, pequeños cubículos acolchados que los protegían de hacerse daño, de no herir a otros.
Una de ellos escapó hace solo unos días, Constantino debió matarla y ese día me dediqué a terminar su ficha, analizar los comportamientos en donde habíamos fallado para prevenirlos en casos posteriores.
El hombre tras el panel saltó hacia mí, rasgó las puertas del vidrio hasta que sus uñas se salieron de lugar. Volverían a crecer en cuanto fuera alimentado, pero el horror seguía ahí, podía ver su mirada perdida, la falta de razocinio que lo llevaba a atentar contra sí mismo.
Recordé a esa mujer comiéndose parte del brazo y tuve que dar la jornada por terminada.
──¿Se encuentra bien? ──indagó Azquen.
──Cierra su ficha por hoy, seguiremos con los demás mañana ──Forcé una sonrisa──. Fue un día largo.
Él asintió, tan serio y correcto como siempre.
Caminé a través de pasillos blancos y herméticos, no me sentí segura hasta que abandoné la bata de laboratorio por una vestimenta casual, una vez dentro de las instalaciones superiores dudé si ir en busca de una carreta que me llevara al pueblo.
La Academia estaba en calma a esas horas, la mayoría había terminado su ronda y ya habría vuelto a casa.
Se me ocurrió entonces ir hasta el edificio principal y ver si todavía encontraba a Cas.
Su manera de ser, siempre en su propio mundo, a veces me servía como cable a tierra, era algo que en su tiempo sirvió para mantener nuestra relación viva muchos años, aunque otras veces me hizo sentir desquiciada viendo monstruos que solo estaban en mi cabeza.
Iba camino a ver a Cas cuando escuché ruidos detrás de mí, me detuve para comprobar que solo era el repiqueteo de mis botas, luego continué andando a través de los pisos de grava que unían los edificios académicos.
Esa vez retomé mis pasos con cierta cautela.
Una de las tejas se cayó en el torreón del edificio administrativo.