29. Raizel | Penitencia de sangre.

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Capítulo 29:
Penitencia de sangre.

Era prisionera en la mansión Karravarath.

Me gustaba pensar que era una huésped de lujo, pero debido a los dos guardaespaldas que me seguían por toda la casa, el hecho de que tenía prohibido salir siquiera al patio, mirar las noticias o el hecho de que tenía bloqueados todos los servicios de red, ahí tuve que aceptar que no era la excelente negociante que creí en un momento.

Quería saber dónde estaba Cavale, cómo, pero tenía imposibilitado bajar a visitarlo.

──La audiencia en el Parlamento será en una semana y entonces todo volverá a la normalidad ──me avisó Esen.

Ella había ido a visitarme la misma noche de su desaparición; cuando le pregunté dónde había estado, fingió no saber de qué estaba hablando.
Me conformé con verla entera.

──Si Constantino llega a conformar un bloque y sino, ¿qué? Los van a borrar de la ciudad.

Nunca creí que pudiera encontrarme tan asustada ante la pérdida de poder de los Karravarath, pero ahora ellos eran mi seguro.
Si Constantino perdía, quedaría no solo relegada; sería terrible para Cavale, para mí y Esen.

──¿Quieres un té? ──ofreció Esen por tercera vez en el día.

──Estoy harta de los tés.

Sabía que ella estaba tratando de protegerme a su manera, pero su alianza y complicidad con Constantino solo me tenían en la incertidumbre.

──¿Recuerdas nuestros tiempos en el Internado? ──divagué.

──Claro, ¿te pusiste melancólica?

No respondí y Esen me abrazó como si necesitara arroparme, quizás se extrañó al notar que correspondí a su muestra de cariño.

Me miró como si tuviera fiebre.

──Hay gente cuidándote en la puerta, todo el tiempo, no dejaré que nada te ocurra ──me avisó.

──Cuídate tú, eres la más impulsiva de ambas.

Ella sonrió dejando atrás su semblante hermético.

──De ideas rápidas, me lo agradecerás.

Luego de eso, Esen se retiró de la habitación, dijo que iría por algo de comer o para tomar sus pastillas del día, no creí ninguna de las dos excusas.

Era obvio que ella estaba teniendo bastantes «ideas rápidas» en esos días.

Sabía que tenía que encontrar a Cavale, él estaba en la mansión, eso era claro, pero sería difícil encontrarlo con tanta gente vigilando y «protegiéndome».

Estuve un buen tiempo mirando el techo de dosel de la cama, observando como la seda se abría como un botón de flores.

Exhalé para voltear hacia el otro lado.

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