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Capítulo XXXIV: rodzina tajemnic

Aveces nos sentimos vacíos.

...

Anna decidió quedarse unos días en el lado occidental, principalmente por el peligro constante que tiene el cruzar de un lado al otro sin algún tipo de razón justa o válida para el gobierno.

Debió hacerse pasar por una trabajadora de Alemania, para ser específicos una sirvienta. Nunca imagino volverse a ver haciendo el aseo en una casa que no era suya, pero era necesario para quedarse en la gran casa que poseía la francesa y el alemán.

Contrario a lo que ella creía, Francia no la reconoció, tal vez había cambiado mucho desde hace unos años.

Antes sus colores eran tonos de rojo y blancos, pero ahora son grises y negros. Su cabello era largo y sedoso, ahora es corto y difícil de peinar. Sus hermosos ojos verdes que antes eran dos esmeraldas preciosas ahora parecían la profundidad de un bosque en ruinas.

Se veía desgastada.

Y nadie la podría reconocer.
O al menos eso se esperaba.

–¿cuál es nombre señora?–

Preguntó la francesa con algo de curiosidad a la rubia.

Ambas estaban en el comedor, Francia estaba revisando algunos informes y Anna lavaba los trastes del almuerzo.

–yo...mi nombre es Catalina–

La polaca no sabía que responder, no debía dar el nombre con el que todos la conocen, ya que podría estar arriesgando su propia identidad.

–¿Catalina? Es un nombre común en Europa, pero nunca espere que alguien de su edad lo tuviera–

"¿Me está diciendo vieja? Fue lo primero que pensó la rubia, pero se abstuvo de hablar y arruinar su oportunidad.

–¿que edad cree que tengo señora Francia?–

Preguntó la menor con intriga y a su vez cierto enojo. Bien se sabe que a una mujer nunca se le pregunta su edad.

–juzgando tu aspecto debes de estar por lo cincuenta–

En definitiva una ofensa.

Si la cuenta no fallaba, Anna tenía cuarenta y un años, pero se supone debería verse más joven, los representantes tienen una tendencia a siempre permanecer jóvenes o al menos nunca sufrir por vejez, ellos envejecen más despacio y no es secreto.
Anna debería parecer alguien de veinte.

–tengo solo veintisiete–

Respondió la menor contradiciendo lo que decía la francesa, ella al escuchar la respuesta se sorprendió y no logró formular una palabra.

–¿veintisiete? No quisiera sonar grosera pero te ves más vieja de lo que eres–

Y a pesar de que sonará como insulto, la de ojos verdes no lo tomó como uno, sabía que era verdad ¿porque enojarse por la verdad?

–no se preocupe, es normal–

Dijo ella intentando que el tema quede en el olvido, no quería seguir hablando.

–¿normal?– cuestionó la francesa– una mujer humana de su edad debe verse bella y joven, ya casada y con uno o dos hijos–

Exacto, una mujer humana.
Pero ella no es humana.

–ya estoy casada señora, pero mi esposo...– Anna no pudo completar lo que decía, no sabía que mentira inventar– él está muy ocupado como para darme atención–

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