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Capítulo LXV: ein Ende może i szczęśliwy

Había demasiada calma.

Ambos esposos descansaban en el sofá, su boda fue corta y en la noche, sin una fiesta de por medio. Por lo que al acabar la ceremonia, ambos llegaron a la casa de Alemania y descansaron.

–debo decir que esta fue la primera boda en la que estuve–

Dijo Polonia con una pequeña sonrisa.
Por diversas causas nunca tenía la oportunidad de participar en bodas o siquiera estar cerca de una, mayormente por motivos religiosos y sociales.

–¿la primera?– Alemán se rio en voz baja– pensé que estabas casada con el hermano de Hungría–

–el nunca fue de los que celebraban, prefirió solo firmar los papeles y ponerme un anillo cualquiera–

La polaca miró su argolla, pensando y a su vez estando tranquila de ahora poder casarse por algo más que obligación.

Una argolla de oro con su nombre escrito al respaldo, algunos rubíes incrustados y piezas de esmeralda.

Un anillo bastante caro.

–¿un anillo cualquiera? Que poco hombre–

Dijo Alemania, algo molesto ya que siempre insistió en darle lo mejor a su esposa incluso antes de casarse.

–tranquilo, son cosas que ya no tienen importancia–

La rubia se acercó y reposó su cabeza en el hombro del azabache.

–recuerda que si quieres otra argolla me dices–

Aclaro Alemania, acariciando el cabello de su esposa, de una forma amable y suave.

–no es necesario– dijo la mujer con una sonrisa– mi argolla es preciosa así como está–

Para nadie era secreto que si la polaca se lo podía, Alemania sería capaz de conseguir el anillo más caro en la década solo para complacer a su esposa.

–yo que tú le pedía un anillo con amatistas y no rubíes–

Dijo Vichy, acercándose a la pareja.
El alemán se esforzó por ignorarla, pero la polaca casi brinca del susto.

–¿ocurre algo mi reina?–

Alemania se alarmó al ver a su esposa así, ella no era de asustarse fácil.

–Vichy...ella–

El fantasma de ella tenía un pequeño agujero en el estómago donde salía sangre, al parecer haciendo referencia a su muerte por veneno.

–¿la puedes ver?–

Preguntó el alemán sorprendido, en ningún momento se le ocurrió que eso fuera capaz. Pensó que las ilusiones solo lo atormentarían a él.

–¿a qué te refieres?–

Preguntó la rubia, calmando su miedo y mirando a su esposo confundida.

–veras ellos...–

Aunque Alemania no sabía muy bien cómo explicar las cosas.

–somos fantasmas, así de simple–

Dijo Prusia, mirando de forma seria a ambos vivos.

–normalmente deberíamos estar en el descanso, pero eso no quita que aveces queramos venir a visitarlos y como su boda fue reciente, el portal de los vivos y muertos está abierto por esta fecha cada año–

La polaca tragó saliva y desvió la mirada.
En definitiva no se esperaba nada de eso.

–¿entonces cómo fue que estaban antes? ¿Porque no llegaron cuando me casé con Francia?–

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