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Capítulo LXIII: ein Albtraum i pytanie

Alemania se miraba al espejo fijamente.

Eran las cinco de la mañana del dieciséis de abril.

El azabache respiraba con dificultad y le era imposible volver a respirar bien.

–¿qué me está ocurriendo...?–

Se preguntó así mismo, mirando sus manos, llenas de heridas que él mismo se provocó minutos antes.

Su ojo azul sangraba.

El lavamanos estaba cubierto de sangre, las esquinas del espejo también la toalla de manos blanca ahora parecía roja.

–maldita sea–

Se maldijo a sí mismo el alemán, cubriendo su ojo con la misma toalla y saliendo a buscar ayuda.

Tenía la suerte que a esa hora muchos ya estaban despiertos y en el mismo piso del hotel.
Pronto habría una reunión y todos los miembros de la UE decidieron hospedarse en la ciudad donde tendrían aquel evento.

Alemania sin embargo se le dificultó caminar, la pérdida de sangre era demasiada al punto que sentía que podría desmayarse.

El azabache se sentó en el suelo y procuró calmar su respiración, su habilidad también estaba descontrolada.

No tenía control ni de sí mismo, ni de su cuerpo.

–Alemania ¿tienes jabón de so...–

Austria entró a la habitación de Alemania y quedó callada al ver tal estado.

La austriaca no perdió tiempo y se acercó a ayudar, tenía algunos conocimientos médicos que podrían servir en esta situación.

–¿Alemania? ¿Qué pasó?–

Preguntó, intentando guardar su calma, parecía ser un ataque de pánico ¿que lo provocó? No tenía ninguna idea.

El alemán no podía respirar bien y se le dificultaba ver, su visión era borrosa, no podía escuchar lo que decían. Sus sentidos no eran los mejores. 

...

–¿acaso te culpas por lo que hiciste?–

Todo se puso negro.

Una voz conocida hablaba cerca del oído del azabache.

–¿dónde estoy...?–

Preguntó Alemania, confundido e intentando encontrar el origen de esa voz, sus manos seguían llenas de sangre y sentía como su ojo azul se estaba cayendo.

–¡qué bello ojo! Muy parecido al que me quitaste–

Otra voz, una diferente.

–¿mamá?–

Alemania pudo reconocer la voz, con dificultad se levantó y desplegó sus alas, mostrando la elegancia de estas mismas.

–aveces siento que Vichy hubiera sido mejor heredera–

La voz de Prusia.

El azabache tosió sangre, provocando que cayera arrodillado y bajara la cabeza.
Estaba débil, no podía permanecer demasiado tiempo parado.

Todo era confuso.

–¿porque me mataste? Pensé que éramos cercanos–

Alemania suspiró y se esforzó por guardar la calma, ellos no podían ser reales ¿verdad?

–me mataste...meses antes de mi matrimonio ¡eres un monstruo!–

Aquellas palabras después de todo dolían, eran crueles y verdaderas.

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