Día 28
Ya es lunes y ambos están deseando verse, han pasado gran parte del fin de semana hablando por WhatsApp y, gracias a eso, se han conocido un poco más; han descubierto los planes de futuro que tienen cada una y algunas de sus otras aficiones. Y lo más importante es que Rubén ha descubierto que Jade no sabe jugar al baloncesto, es más ella le confesó que jamás ha jugado. Él no puede permitir que la chica de sus sueños nunca haya practicado su deporte favorito. Por ello, se ha propuesto, como reto personal, enseñarle lo mínimo para poder jugar asó como ella le está enseñando el lenguaje de signos. Rubén cree que puede ser divertido cambiar los roles y convertirse esta vez él en profesor.
Ella está ya sentada en el banco, un poco nerviosa porque nunca ha sido demasiado diestra en los deportes. No obstante, está contenta porque este fin de semana ha estado practicando para poder hablar mejor y cada día nota una mejoría. Ve como él se acerca dándole vueltas al balón, Rubén saluda alegre con la mano y le indica que se acerque. Ella nerviosa se aproxima a él, aunque aún hay cierta distancia entre ellos.
―Lo primero que te voy a enseñar es a lanzar unos tiros libres ―le dice él en idioma de signos (también ha estado practicando).
Ella asiente nerviosa y dispuesta a dejarse ayudar; él la coge por el antebrazo y la coloca en el sitio adecuado. La tensión crece en apenas unos segundos, él corazón de él, junto a sus hormonas se han descontrolado al sentir el cuerpo de ella delante del suyo tan cerca.
―Ponte aquí ―susurra Rubén con dulzura junto a la oreja de Jade, olvidando por un momento que ella no puede escucharlo.
La coloca justo delante de él y acerca su un poco más su cuerpo; apenas hay unos centímetros entre ambos y Jade está experimentando cosas en su cuerpo que no conocía. El aire caliente que ha desprendido la voz de él le ha puesto el vello de punta y, por primera vez en la vida, siente rabia por su condición porque, aunque haya sido una tontería ella no ha podido escucharlo y sabe que él en ese instante se ha olvidado de su sordera.
Vuelve a sentir la respiración de él en su nuca, esta vez más cerca, y nota el corazón en la garganta cuando Rubén le coge los brazos y se los levanta y los posiciona en posición de lanzamiento. La suelta y ella tiene que reprimir el impulso de decirle que no se aleje; no obstante, sin apartarse de detrás le indica que lance, ella obedece, pero el temblor por el momento que acaban de vivir, falla.
―No pasa nada, sigamos practicando ― argumenta Rubén con signos.
Él resto de la tarde transcurre entre canastas y se ríen ante la frustración de Jade cuando no consigue encestar.
―No te preocupes hay muchos días para practicar ―le indica él.
Ella asiente cansada y se despide de él con la mano guardando las distancias. Él la observa alejarse y se da cuenta que cada día le encanta más.
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Todos los días que pasamos juntos
JugendliteraturJade y Rubén no se conocen. No saben todo lo que van a significar el uno por el otro. No saben que el amor está hecho de silencios y que las historias ocurren sin necesidad de palabras.