Día 66

3 0 0
                                    


Día 66

Es viernes por la tarde y Rubén ha escrito a Jade para informarla de que no va bien de tiempo con sus exámenes de enero y tiene que estudiar. No sabe si llegara al parque a la hora de siempre. No obstante, Jade no quiere que él pierda su tiempo de estudio solo por verla un rato, así que decide alentarlo a seguir estudiando.

"Tranquilo. Estudia lo que necesites; aunque me apetecía verte, lo primero son tus estudios. Mañana podemos vernos si no tienes planes"

Le envía el mensaje y al momento él le responde.

"Si quieres venir... Así me ayudas"

"No sé... Quizá estes mejor solo" contesta ella.

"Contigo siempre estoy mejor" le rebate él. "Anda ven, te paso la ubicación"

Ella no está segura de qué hacer... le apetece ir, pero por otro lado la idea de estar a solas en su cuarto con él la pone nerviosa. Mientras piensa qué hacer le llega la ubicación y un mensaje de él diciendo la espera junto con un emoticono sacando la lengua.

«¿Y si él quiere hacer algo más que simplemente estudiar?» seria lo normal en un chico de su edad y no es que ella no lo desee, pero nunca ha estado con nadie en ese ámbito y tiene miedo de decepcionarlo en ese aspecto. Ella sabe que él ha estado con otras chicas, él mismo se lo contó en una de esas tantas conversaciones que han tenido por Whatsapp. Sabe que tuvo una primera novia durante el instituto y que con ella mantuvo relaciones sexuales por primera vez. Ella le confesó, en esa misma conversación, que aún no había mantenido relaciones sexuales y, aunque a él no pareció importarle, eso genera en ella cierta inseguridad. Nunca ha llegado a acercarse a ningún chico tanto como con Rubén porque nadie ha querido conocerla tras conocer su condición.

"Voy para allá" le contesta finalmente Jade con el corazón en la garganta.

Al abrir la ubicación en el móvil descubre que viven a escasos diez minutos, solo tiene que cruzar el parque y caminar por la avenida principal hasta una glorieta en la que junto a un supermercado se encuentra su edificio. Sabía que viviría cerca porque lo veía llegar y marcharse andando, pero no se esperaba que fuesen casi vecinos. Cuando llega a la puerta del edificio le manda un WhatsApp para que abra y al instante empieza a sonar la puerta. Jade empuja y entra. Decide subir por las escaleras para hacer tiempo y poder aclararse las ideas, aún no sabe si quiere dejarse llevar o prefiere esperar. Llega a la planta que él le ha indico y lo encuentra esperándola en la puerta. La recibe con un dulce beso en los labios.

― ¿Preparada para historia del arte? ―le dice con signos.

Preparada ―dice mientras intenta sonreír.

Ambos pasan a la casa y tras una breve visita turística a la cocina y el salón, van a la habitación de él. El piso no es increíblemente grande, pero tiene un tamaño decente y está decorado de manera moderna, con muebles y suelo de madera. La habitación de él es impresionante. Tiene una cama doble bajo la ventana con una mesilla al lado, un escritorio con un ordenador de mesa enfrente y un enorme armario.

―Es-es increíble ―dice ella―. Me encanta.

¿Te gusta? Cambié los muebles hace poco ―le explica―, aun no me he acostumbrado.

Ella se ríe y se sienta en el escritorio y Rubén con otra silla se sienta junto a ella.

― ¿Empezamos? ―pregunta ella.

Empezamos.

Tras un par de horas estudiando, deciden darse un descanso.

― ¿Estamos solos? ―pregunta ella cuando se quedan callados.

―Sí, mi madre y mi hermana hoy tenían cena con los del grupo de teatro Susi, no vuelven hasta tarde.

Ella asiente, y ojea la habitación.

Voy a por agua, ¿Quieres?

Ella asiente, él desaparece de la habitación y casi instintivamente ella se levanta y comienza a observar las cosas detenidamente, las fotos que tiene pegadas en la pared y algunos dibujos que no había visto antes. Él llega y la pilla mirando la foto de la mesilla, es de él con su padre cuando era niño. La sobresalta colocándose a su lado y cuando ella le mira dice:

―Ahora vive en Barcelona.

―Qué pena, lo-lo echas de menos ¿verdad?

―A veces...

Ella se pone de puntillas y le da un tierno beso en los labios. Él sonríe de una manera un tanto extraña y comienza a hacerle cosquillas.

― ¡Pa-para! ―grita ella con dificultad.

Pero él no para, ella apenas puede mantener el equilibrio y caen a la cama. Rubén cubre por completo el cuerpo de ella y esa posición que hace saltar las alarmas en Jade pero que apenas le da tiempo a pensar ya que él continúa con las cosquillas. Cuando por fin para, siguen la misma posición con la respiración agitada mirándose a los ojos con intensidad. La tensión que se ha generado en esa habitación es innegable; se desean como los dos adolescentes que son. Él se lanza primero y comienza a besarla, primero suavemente y después con más urgencia. Tiene demasiadas ganas de sentirla cerca, de tocarla y sentir el tacto de su piel acariciando cada rincón de su cuerpo. No obstante, mientras el deseo crece dentro de él al tenerla allí en su cama bajo su cuerpo, ella se debate entre las mismas ganas que él y el miedo ante lo desconocido, ante dejarse conocer por completo. Ella se deja llevar, sintiendo la presión de los labios desesperados de él contra los suyos, notando como los despega y comienza una trayectoria de pequeños besos por su mandíbula pasando por su cuello hasta la clavícula. Ella inconscientemente se relame de placer, pero cuando Rubén introduce su mano debajo de su camiseta y la dirige a su sujetador, ella reacciona.

―Pa-para, por favor ―le dice con dificultad.

Automáticamente él se detiene y se incorpora, la mira y parece volver a la realidad.

―Lo-lo siento ―tartamudea él.

Ella niega con la cabeza y comienza a llorar; allí mismo, sobre la cama de él.

―Eh... ―Rubén se sienta junto a ella en la cama y la obliga a mirarlo― ¿qué pasa?

―Na- nada ―comienza, pero requiere demasiado esfuerzo para ella hablar en ese estado ―solo es que yo no estoy preparada, no puedo ofrecerte lo que sé que otras chicas ya te han dado... Créeme que te deseo; mucho. Pero no puedo y tengo miedo de decepcionarte, de no estar a la altura o de que no me quieras esperar.

Él la mira impactada y prestando bastante atención a sus manos para no perder ningún detalle de su discurso.

Y bueno ―continua Jade―, lo siento mucho, pero necesito tiempo, entiende que yo no tengo ninguna experiencia y claro...

―Eh... ―la corta Rubén colocando sus manos a ambos lados de la cara de Jade, obligándole a mirarlo― No necesito nada, solo a ti siendo tú como siempre. Te quiero y no me debes nada. Tómate el tiempo que necesites, no tengo prisa y no vas a decepcionarme; no podrías, aunque quisieses.

Ambos se miran con intensidad y él sella aquellas palabras con un beso. Un beso que calma los demonios de Jade. No va a quitarle la inseguridad solo con esas palabras, pero sí la ayuda a sentirse segura con él. A saber que, a pesar de todas la personas que le hicieron daño en el pasado rechazándola, existe un chico maravilloso que la adora tal y como es. 

Todos los días que pasamos juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora