Día 64

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Día 64

Es Nochevieja, acaban de dar las campanadas y Jade ha decido ir a pasear con su prima, y sin saber bien cómo sus piernas las han llevado a esa zona tan tranquila del parque, un parque que exceptuando esa zona un poco escondida, está repleto de gente vestida de gala y bebiendo, celebrando el año nuevo.

Se ha sentado con su prima en su banco de siempre y no puede evitar pensar que le gustaría que fuera Rubén el que estuviera allí. Lo genial que hubiera sido empezar aquel año con él.

No sabe por qué ha acabado con su prima en aquel lugar, sabe que estar ahí solo le hace daño. Le hace recordar ese dilema que tiene en la cabeza: en el que se debate entre lo que desea con todas sus fuerzas y la realidad, esa en la que ella no cree ser lo suficiente para él, por mucho que ella se empeñe en ser lo más normal posible o él se empeñe en parecerse a ella.

De repente, ella siente como su prima comienza a golpearle el brazo. Al levantar la vista ve que Rubén se está acercando a ellas. Entonces su prima se pone en pie y con señas le dice que la espera en casa. Jade solo puede asentir sin apartar la vista de él.

«Está más guapo que nunca» piensa ella.

Lleva un traje de chaqueta sobre una camisa blanca, el pelo revuelto y una mirada que podría iluminar la ciudad entera.

¿Qué haces aquí? ―pregunta él con lenguaje de signos pues ya sabe utilizarlos perfectamente.

He salido a dar una vuelta con mi prima y he acabado aquí, necesitaba pensar...

Él se sienta junto a ella, la mira fijamente y se fija en cada detalle de ella; en como brillan sus grandes ojos, en su precioso vestido... y en que lleva puestos unos pendientes que él le regalo hace ya un mes, revive en su cabeza aquel momento.

Ambos están sentados en el banco comiendo una bolsa de patatas mientras él hace un dibujo después de haber estado practicando durante casi cincuenta minutos.

Oye... Tengo una cosa para ti dice Rubén con signos mientras aparta el cuaderno de dibujo.

― ¿Una cosa? le responde Jade de igual manera.

El asiente con la cabeza y se saca del bolsillo izquierdo del pantalón una pequeña cajita. Ella la coge dudosa y él le indica que la abra. Jade la abre y se queda sorprendida al ver unos preciosos pendientes.

Son unos pendientes del ojo de Jade, los vi y me acordé de ti... le explica él nervioso con signos.

Ella lo mira emocionada y se abalanza sobre él para darle un abrazo, al pillarlo por sorpresa hace que ambos se caigan y acaben a carcajadas en el suelo.

Rubén ya no aguanta más. La mira y sabe que tiene que decírselo, no quiere desperdiciar ni un segundo más.

¿En qué piensas? ―le pregunta Jade con signos-al ver que él no inicia la conversación.

En nada...

Te conozco...

Estaba recordando momentos aquí contigo ―declara él.

Por un momento no sabe si lo ha dicho bien porque ella no dice nada más, pero lo mira fijamente con una intensidad que no había percibido hasta ahora. Él no sabe que ella está teniendo una lucha interna en su interior, en la que deseo y la razón se baten en duelo.

Jade... No aguanto más, yo...

No... yo...comienza ella.

Creo que te quiero ―le dice el usando los signos lo más rápido que puede para no dejarla terminar―. Y digo creo porque nunca he sentido por nadie lo que siento por ti; pero se acerca bastante a lo que la gente describe como amor.

Ella palidece y no sabe qué decir, las hormonas mezcladas con la ansiedad, el miedo y todas sus dudas hacen que estalle en un llanto silencioso. Él rápidamente se acerca a ella y la abraza; no soporta verla así; ver que su inseguridad le impide aceptar que él pueda quererla. Desea que ella pudiera verse con los ojos con los que él la ve; solo entendería el porqué de sus sentimientos. Acuna su cara entre las manos para que lo mire, están más cerca que nunca y se ha propuesto borrarle las dudas.

―Te quiero, ¿vale? ―comienza él vocalizando cada sílaba para que ella le pueda leer los labios―. Y no puedo evitarlo y créeme que lo he intentado, pero no puedo. Te quiero y no voy a ocultarlo más.

Rubén hace una pausa y toma aire para continuar.

―Porque me encantan las caras que pones cuando lees, me encanta que te encante el mismo café que a mí, me encanta lo espontanea que eres a veces, lo estresada que te pones cuando intentas enseñarme signos, me encanta tu sonrisa inocente, lo patosa que eras en baloncesto y lo mucho que has mejorado. Admiro tu fortaleza, tus ganas de comerte el mundo y por encantar me encanta hasta tu letra. Y por eso te miro y... no puedo evitar quererte.

Ambos se quedan unos segundos mirándose fijamente a los ojos hasta que él, ya decido y aprovechando que tiene su cara entre las manos, junta sus labios con los de ella en un beso desesperado.

Cuando se separan, Rubén aparta las manos de su cara y las coloca en sus brazos, ninguno dice nada y él empieza a arrepentirse de todo lo que ha dicho.

―Yo-yo también te qui-quiero ―dice ella emocionada y con dificultad por los nervios.

La boca de Rubén se ensancha en una sonrisa mientras que las mariposas de su estómago echan a volar dejando un reguero de calma. Jade al verlo ahí ante ella, más guapo si cabe que el resto de los días no puede frenar el impulso de lanzarse a besar esa sonrisa que tanto adora.

―Te-tengo que vol-volver a casa ―suelta Jade entre besos.

Han perdido la noción del tiempo, no saben si han pasado minutos y horas desde que empezaron a besarse. Rubén no quiere parar, ahora sus labios y cómo estos encajan a la perfección con los suyos. Quiere darle todos los besos que se ha estado guardando desde la primera vez que la rozó. Él suelta un pequeño gruñido de frustración, pero se aparta.

Me quedaría aquí contigo todo el tiempo del mundo, pero mañana tengo comida familiar y creo que me echarían de menos ―se justifica ella.

¿Puedo acompañarte? ―signa Rubén.

―Claro, puedes venir con-conmigo ―responde ella en voz alta.

Él frunce el ceño sin estar seguro de que ella lo haya entendido; así que opta por hablar.

―Me refiero a si puedo acompañarte en la comida.

Jade se queda petrificada ante la idea de Rubén. No está segura de dar ese paso; aunque todas las participantes de esa comida conocen la existencia de Rubén y sus sentimientos hacia él, sin duda no sería ninguna sorpresa. Es más, se alegrarían de que Jade por fin se deje querer.

―Si tú quieres ―responde ella sin mirarlo a la cara.

Él eleva suavemente con su mano la barbilla de ella obligándola a mirarle.

―Quiero ―afirma él―. Quiero conocer a la familia de la chica más maravillosa del mundo.

Jade vuelve a besarle mucho más ilusionada.

Genial, mañana me tienes allí ―dice él al separarse―. Por cierto, ¿Dónde vives?

Jade suelta una carcajada y le señala un edificio muy alto que sobresale por encima de los árboles que rodean el parque.

―5º C ―le dice.

Rubén asiente complacido y se despide de ella con un dulce beso en los labios.

Todos los días que pasamos juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora