Primer vistazo

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Primer vistazo

Un enorme lago, unos columpios, un tobogán y un estanque es todo lo que caracterizaba a este hermoso parque. Sin embargo; eso no era lo extraordinario de aquel lugar, lo peculiar se encontraba un poco más escondido, tras una fila de altos abetos que encerraban un espacio poco transitado coronado por una antigua pista de Baloncesto rodeada de viejos bancos de madera en los que la naturaleza ha querido recuperar lo que le pertenece. El escenario perfecto para esta historia, en la que dos extraños coincidieron en espacio y tiempo para hacer de este parque el atrezzo perfecto de su obra.
Jade resguardaba aquella zona del parque como si fuese su tesoro, su sitio de paz. Allí podía leer sin que nadie la molestara, cada tarde se acercaba a aquel lugar para disfrutar de la calma y adentrarse en su libro u observar ese trocito de naturaleza que comenzaba a comerse lo que el ser humano había construido.
Hasta que un día cualquiera alguien más descubrió aquel lugar, Jade lo recuerda bien.
Un chico de no más de dieciocho años, bastante alto y moreno, de ojos oscuros de los que no conseguía distinguir el color por la distancia. Vestía ropa deportiva y llevaba consigo una pelota de baloncesto, por lo que Jade dedujo que se quedaría en aquel lugar, y que entonces no sería la única que frecuentaría aquel rincón del parque. Le echó un primer vistazo y se sintió intimidada cuando este la miró de vuelta; posó su mirada en el libro e intento no volver a mirarlo mientras el muchacho lanzaba tiros libres a canasta. No obstante, conforme pasaban los minutos la tensión del primer momento al tener que compartir su lugar de paz se fue disipando, incluso le gustó la sensación de sentirse acompañada, le daba tranquilidad la presencia de aquel chico.
Él tampoco esperaba encontrar a nadie ahí, y mucho menos a una chica leyendo un libro. Le sorprendió lo mucho que le llamó la atención; él siempre había considerado que las personas son mucho más atractivas con un libro en la mano. Además, no solo le llamó la atención verla leyendo, no pudo evitar fijarse en su pelo castaño casi naranja y las pecas que cubrían su rostro. Sin duda le pareció guapa.
Él comenzó a lanzar tiros libres y a practicar carreras, no le incomodó en absoluto la presencia de ella, todo lo contrario, le despertaba curiosidad.
Desde entonces ambos coincidían siempre en aquel lugar; aun así, nunca hablaban, ni siquiera se miraban, era extraño, pero ambos disfrutaban de la mera presencia del otro.

Todos los días que pasamos juntosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora