Día 25
Ya es viernes, el último día laboral de la semana. Rubén hoy ha llegado antes que ella y está jugando como siempre al baloncesto, pero está triste. Le han comunicado una noticia que preferiría no saber. Aunque aún nada es seguro, saber que la situación está sobre la mesa le genera demasiada ansiedad. Necesita verla, sabe que le ayudara, que de alguna extraña manera ella tiene un efecto calmante en él. Jade llega con su cuaderno de escribir en una mano y el café en otra. Rubén sonríe sin darse cuenta al verla, ella levanta la vista y lo saluda desde lejos. Cuando ella pasa por su lado en dirección al banco, él se coloca a su derecha y camina a su lado, ambos se sientan en el banco y aunque ninguno habla por unos momentos el silencio no resulta incómodo.
No obstante; ella lo nota raro, por la postura de sus hombros nota que está decaído; además siempre es él el que inicia la conversación.
― ¿Te pasa algo? ―pregunta ella en idioma de signos.
Él la mira triste, y añade:
―No sé decirlo con signos.
Ella como puede le dice:
―No pasa nada... te-te leeré los la-labios.
Él le dedica un esbozo de sonrisa y cerrando los ojos, incapaz de mirarla a la cara mientras le dice esto comienza a hablar:
―Mi padre esta aquí en la ciudad y va a luchar custodia completa de mi hermana.
Jade no se sorprende, él ya le había hablado del escabroso divorcio de sus padres y de cómo sus padres no llegaban a un acuerdo sobre la custodia de Susana, la hermana pequeña de Rubén, que aún era una niña.
― ¿Cuándo es el juicio? ―Jade pregunta por signos.
Rubén niega con la cabeza, intentando contener las lágrimas.
―En mayo.
―Lo-lo siento mucho ―dice ella.
―No te preocupes, no es tu culpa. Solo espero que todo salga bien.
A ella le encantaría que él se abriera más con ella. Tiene la sensación de que se le escapa algo, como si él se estuviera guardando algo más que aún no está preparado para soltar. Sin embargo, no piensa insistir, va a dejar que él marque sus propios tiempos; especialmente en tema tan importante como ese. No obstante, quiere dejarle claro que puede contar con ella.
―Puedes con-contar conmi-migo para lo que necesites.
Esta vez él si la mira a los ojos y luego a la boca. Por una milésima de segundo ha sentido el impulso de besarla, pero no sabe si es el mejor momento y mucho menos está seguro de que ella vaya a corresponderle. Decide hacerle caso a la razón y dejar correr el tiempo. Lo que sí hace en su lugar entrelazar su mano. Es un contacto simple pero capaz de acelerar a Jade de los pies a la cabeza. Él, sin embargo, ha encontrado la calma que esperaba.
El sonido de la entrada de un mensaje en el móvil de él rompe el clima mágico que se había formado entre ambos. Él se disculpa con un gesto y procede a mirar el mensaje.
"Tío, estoy en tu casa esperándote" eso es lo único que dice el mensaje de su amigo Sergio.
Rubén se levanta y se despide de Jade con un dulce beso en la mejilla que ha nacido de un impulso imparable, muerto de la vergüenza emprende el camino para salir del parque pero cuando solo ha dado unos pasos vuelve sobre sus pies se acerca Jade, tragándose la vergüenza por el beso en la mejilla, y le dice:
― ¿Me das tu número? ―utiliza los signos.
Ella asiente aun con la cara de boba que se le ha quedado tras el sutil beso y escribe algo en un papel y se lo entrega. Él mira el papel, están escritos su número y una carita sonriente. Después de todo se marcha contento de allí y ella se queda fantaseando como una tonta y recordando el suave tacto de los labios de él sobre su mejilla.
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Todos los días que pasamos juntos
Ficção AdolescenteJade y Rubén no se conocen. No saben todo lo que van a significar el uno por el otro. No saben que el amor está hecho de silencios y que las historias ocurren sin necesidad de palabras.