Broken wings.

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La semana transcurrió lenta, tanto que a Collingwood se le antojaron meses. El silencio protagonizaba los breves lapsos de tiempo en los que se cruzaba con Kit por el piso, cada vez que lo veía aparecer se marchaba de la vivienda, o a su cuarto. Kenna también seguía notoriamente enfadada con su hermano a pesar de haberlo perdonado. A fin de cuentas era su hermano, no podía permitir que un enfado los separase por muy justificado que estuviese. La tensión era demasiado grande. Las ganas de golpear a K no se desvanecerían en un tiempo.

Otra causa de la lentitud del tiempo fue la ausencia de una persona que se había convertido en una pieza indispensable en el rompecabezas que era su vida: Bryan. Cualquier llamada, mensaje, intento de verle, eran ignorados por el moreno. No asimilaba, ni con ayuda de Bonnie Thompson, los besos que se dieron, todo lo que conllevaba ese simple acto, pues no era el hecho de besarse, sino sus consecuencias.

Cualquiera diría que las consecuencias de un beso no van más allá del reconocimiento de una atracción física u emocional entre las dos personas. Para Víctor significaba que no quedaba en pie ninguna de sus defensas que tanto esfuerzo le costó levantar. Con esos besos admitía sus sentimientos hacia Bryan tras intentar reprimirlos de mil formas distintas. No estaba preparado aún para asimilar una relación que no fuese amistad.

Kenna hizo de abogada de nexo entre ambos, trataba por todos los medios de que Víctor cogiese el teléfono, o aceptase visitarlo. Nada. Razonaba como un niño pequeño en esos momentos sin ser capaz de actuar con la madurez apropiada.

No todo había sido malo esa semana. El medicamento bloqueo de los sueños estaba funcionando perfectamente. Librado de esas tediosas manifestaciones del subconsciente podía dormir sin temor a despertarse gritando. Ese fin de semana estaría solo en casa, los Harkness marchaban al campo como hacían frecuentemente. Kenna ni se molestó en invitar a Víctor, conocía la respuesta que le daría tras lo sucedido. Aprovechó la soledad absoluta para ordenar sus ideas un tanto, sin mucho éxito.

El día que hizo número ocho desde los besos, sucedió. Eran las nueve de la mañana, Londres amanecía con la primera nevada del invierno. El manto blanco animaba a salir a la calle a jugar, patinar sobre lagos helados, hacer muñecos... Toda esa serie de actividades lúdicas posibles con nieve. Los gritos desgarraron su garganta cuales garras al salir por ella. La desesperación veló sus orbes al abrir los párpados. Había ocurrido de nuevo, otra vez había soñado con la muerte de alguien. Se negaba a creer que el medicamento fallase a pesar de la posibilidad de ello.

Como un niño pequeño que busca protegerse del monstruo de su armario, se abrazó a sus rodillas bajo el grueso edredón iniciando un ligero balanceo. Temblaba cual hoja movida por el viento invernal. Su última esperanza para volver a una vida saludable en hábitos de sueño se esfumó. Traba de aferrarse a ella, era humo imposible de retener. Los minutos pasaron, su pulso volvió a la normalidad, la tranquilidad lo meció con brazos maternales.

Se atrevió finalmente a salir de su escondite infantil. Recorrió la habitación con la mirada, todo en orden, todo en su lugar correspondiente. En ocasiones las pesadillas eran tan realistas que dudaba hasta de dónde se encontraba al despertar. Su vista se topó con el bote de pastillas de Nefeus sobre la mesilla, al lado de una pequeña botella de agua. No lo dudó; agarró el bote y se tomó tres pastillas de golpe. La advertencia de su psiquiatra era nula cuando la desesperación se hacía con él.

Todos y cada uno de los síntomas advertidos se manifestaron al poco tiempo. Comenzó con un aumento del ritmo cardiaco seguido de calor, mucho calor. Esto le hizo salir de la cama, quitarse el pijama hasta quedar en ropa interior, aun así tenía calor. Pronto su cuerpo se humedeció de sudor frío en contraste con la elevada temperatura que él creía sentir. Por último, caminó hacia la locura al iniciarse una severa paranoia. Temblaba en su camino hacia el salón. Se sentía débil, enfermo, incluso muerto.

Tú antes volabas. [LEER DESCRIPCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora