Nota del autor: Nice viene referido a la ciudad francesa de Niza, escrita así en el idioma franco, no a la palabra inglesa.
Advertencia: Este capítulo tiene contenido sexual explícito.
—¿Estás seguro? —dijo Bryan. Víctor asintió empujando la puerta de la verja. La antigua residencia de los Narváez de Gea se alzaba desafiando las leyes de la gravedad con sus tres pisos. Una vez atravesada la verja, solo quedaba recorrer el pequeño pasillo de baldosas blancas hasta unos escalones, alcanzando finalmente la puerta del hogar.
El jardín delantero era el paraíso de la maleza por años de desuso. La fachada de la casa era de ladrillo descubierto, el techo de color gris oscuro. Las ventanas, y la puerta, de color blanco. Todas las persianas estaban bajadas. Víctor introdujo la llave en la cerradura y giró lentamente, abriendo. Sacó una pequeña linterna de su bolsillo y la encendió, no había luz eléctrica. Caminó a lo que se suponía que era el salón, abrió las persianas y el ventanal de este, tosiendo por el polvo que cayó. El sol penetró en la sala, golpeando directamente a la chimenea apagada y al piano tapado por una sábana.
Bryan estaba fascinado por la cantidad de libros que había en esas estanterías, miles de pequeños universos esperando a ser descubiertos, o recordados. Curioso cómo era se acercó a coger un tomo. En la portada, bajo una capa de polvo el cual sopló, venía impreso el título Crítica a la Razón Pura, una de las obras cumbres de Kant. No entendió nada del título, aun así se puso a ojear las páginas escritas en español.
—Si ves algún libro que te guste puedes coger... —calló súbitamente al ver el cadáver de su hermana en el suelo, rodeado por un charco de sangre. Sus ojos vacíos le miraban suplicantes. Su rostro se desfiguró por completo al ver a su hermana de esa forma.
—¿Estás bien? —Bryan se le acercó al verle el rostro. Víctor parpadeó, ya no había anda en el suelo.
—Sí, ha sido solo un... Mareo —mintió. Dirigió su vista al piano. Un impulso lo empujó a quitar la sábana blanca que lo recubría. Ese instrumento le trajo tan buenos recuerdos. Paseó los dedos por las teclas sin llegar a presionarlas, hasta que finalmente se animó a hacerlo. Un sonido grave salió del piano, como un quejido. Probó de nuevo, recibiendo el grácil sonido de una nota musical.
Se sentó en la banqueta, sintiendo a su madre al lado dándole instrucciones de cómo debía tocar. Había una canción que se sabía de memoria, fue la primera que había logrado tocar íntegra sin un fallo. La magia del compositor anglosajón Michael Nyman invadió sus sentidos cuando comenzó a tocar The Sacrifice a tempo andante moderato. Bryan no quiso interrumpirlo, se limitó a observarlo con una pequeña sonrisa.
Víctor cerró los ojos y cuando los volvió a abrir ya no estaba en una mañana diciembre, estaba en una soleada tarde de mayo al atardecer. Ya no tenía veinte años rozando los veintiuno, sino diecisiete. Miró a por encima del piano, su madre lo observaba con una sonrisa llena de orgullo, apoyada en la pared con los brazos cruzados. Luego miró hacia la izquierda, su padre sonreía de forma parecida sentado en su butaca roja. María aprovechaba la amplitud del salón para bailar al ritmo de la música. Saltaba, giraba, hacía movimientos que desafiaban la propia elasticidad de sus músculos.
Cuando la última nota murió en el aire, volvió a parpadear. La realidad se impuso con su mano mortal. Volvía estar en diciembre, volvía a estar en una casa marcada por la tragedia. Volvía a estar sin su familia. Una pequeña lágrima recorrió su mejilla. Era la primera vez que no lloraba de tristeza, si no de alegría por recordar esos buenos momentos.
—Tocas muy bien. —Las palabras de Bryan lo devolvieron del todo a la realidad.
—Gracias. —Le sonrió con un toque de amargura.
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Tú antes volabas. [LEER DESCRIPCIÓN]
RomanceVíctor Collingwood es un chico de veinte años. Pocos conocen su pasado, y menos personas aún saben por qué se escuda en la soledad casi absoluta, por qué tiene miedo a relacionarse con las personas. Hasta que un día, apareció él. ACTUALIZACIÓN [2022...