Bryan abrió los ojos. Lo primero que vio fue la coronilla repleta de cabellos negros de Víctor. Apretó el brazo entorno a la figura de éste solo para asegurarse de que no era un sueño, de que realmente estaba ahí, de que podía tocarlo. Su desnudez chocó completamente con la ajena. Lo soltó el tiempo justo de coger su teléfono de la mesilla y comprobar la hora. Las 9:45 de la mañana. Tenía la alarma puesta a las diez y media. El avión de vuelta a Londres salía a las dieciséis horas. Desconectó la alarma y volvió a abrazar a su acompañante. Duante los días pasados en Francia el menor siempre se despertaba el último. "Tengo que recuperar el sueño perdido a lo largo de estos años sin dormir", decía como excusa.
El mayor aprovechó el sueño ajeno para explorar su cuerpo a base de caricias, de forma parecida a la noche anterior. Empezó acariciándole por detrás de la oreja con un dedo bajando a la nuca, lugar donde dibujó varios círculos antes de seguir trazando formas inverosímiles en su hombro. Besó este con extrema ternura antes de seguir acariciando su brazo con ese dedo juguetón. Por último, pasó a su torso empleando toda su mano, guiándola a ciegas. Reconoció el vello de su ombligo, y poco después se topó con una rugosidad. No le hizo falta mucho para percatarse de que se trataba de una vieja herida. En su día fue el orificio que hizo una bala al atravesar a Víctor. Se alzó un poco para poder verle la cara.
—Has sufrido mucho todo este tiempo... —murmuró acariciándole la mejilla con suavidad—. Pero eso se acabó. Me voy a encargar de ello personalmente... —Descendió para dejarle un beso en la sien. Iba a despertarlo, pero se le antojó que estaba tan adorable durmiendo que optó por darse una ducha primero, así el otro descansaría un poco más.
Salió fuera de la cama con objetivo en el armario para coger algo de ropa. Miró de nuevo hacia su compañero: podía ver su espalda desnuda con la mariposa negra impresa entre un mar de lunares. Las sábanas cortaban su visión de cintura para abajo. Al remover las prendas en la maleta se topó con su cámara de fotos. Se le había ocurrido una de sus brillantes ideas. ¿Y por qué no? Agarró el aparato y se acercó hasta la cama. Se arrodilló frente a esta y enfocó directamente a la espalda ajena. Un "click" después sonrió satisfecho de su fotografía: una panorámica de la cama y la espalda de Víctor. Cada vez que la viese recordaría ese día, el siguiente a una bonita noche. Porque para él fue una noche magnífica.
Nochevieja y año nuevo pasaron como un suspiro. Bryan se empeñó en que Víctor cenase de nuevo con él y su madre, después, saldrían con varios amigos suyos por Londres. Collingwood se negó desde el primer instante. Lo había absorbido por completo durante varios días y quiso darle su espacio. Optó, entonces, por el plan propuesto por la familia Harkness: cena, bebidas y karaoke. Fue muy divertido ver a una Kenna entonada cantando "Girls Just Want To Have Fun", de Lauper, con una boa rosa al cuello, unas gafas plateadas enormes de pasta gris con forma de corazones y su madre haciéndole los coros. El señor Harkness había comprado el karaoke años atrás y era tradición ya pasar así nochevieja.
Kit estaba especialmente cariñoso con Víctor con la excusa del alcohol. Le costó mucho que lo dejase en paz, no paraba de abrazarlo hasta el punto de agobiarlo. Tuvo que prometerle que dormiría con él (algo que no hizo, pues se escabulló rápidamente y se encerró en la habitación de Kenna con ésta cuando dieron por acabada la fiesta) para que finalmente lo dejase en paz. La cosa era así: Víctor debía compartir cama con uno de los dos hermanos por falta de espacio. La señora Harkness, siempre tan maternal con él, le preguntó por qué llevaba hasta el último botón de la camisa cerrado. Aquello casi tiznó las mejillas del joven cuando le contestó que sentía molestias en la garganta, un posible resfriado, mas en realidad lo hacía para ocultar las marcas rojizas y/o amoratadas que tenía en el inicio de su cuello y clavículas. Kenna reía al ver esa situación, pues ella sí conocía la verdad.
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Tú antes volabas. [LEER DESCRIPCIÓN]
RomansaVíctor Collingwood es un chico de veinte años. Pocos conocen su pasado, y menos personas aún saben por qué se escuda en la soledad casi absoluta, por qué tiene miedo a relacionarse con las personas. Hasta que un día, apareció él. ACTUALIZACIÓN [2022...