Love is a nightmare

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Kit estaba agotado anímicamente. Nunca había sentido su cuerpo tan pesado y tan vacío a la vez. Tanto así que decidió saltarse la sesión de gimnasio de esa tarde. Solo quería dormir; solo dormir. Tenía la sensación de que un sueño reparador le quitaría ese agotamiento. Pobre infeliz. Abrió la puerta de casa lentamente. El primer sonido que llegó a sus oídos fue el de dos risas masculinas. Maldijo por lo bajo: Víctor y Bryan estarían en el salón y tenía que atravesar este para llegar a su cuarto. Lo último que quería era verlos.

Cerró la puerta rápidamente yendo hacia su objetivo. No quiso prestar atención en lo que hacían los otros, pero aun así sus ojos se desviaron. Víctor estaba sentado y Bryan tumbado con la cabeza apoyada en su regazo. No hacían nada malo, solo tonterías de novios que recién empiezan una relación. El moreno lo miró.

—Hola, Kit —saludó con una pequeña sonrisa. No habían hablado desde que, días atrás, ocurriese la pelea durante la comida. No le devolvió el saludo: se limitó a seguir hacia su habitación.

En la oscuridad del cuarto tiró la mochila al primer rincón que vio libre. Se dejó caer pesadamente sobre la cama sin descalzarse siquiera. Quería dormir, solo dormir, y nada más que dormir. Se abrazó a la almohada acomodándose mejor en la cama. Lo que no sabía es que Hipnos estaba a punto de tenderle una trampa cruel.

K se zambulló de lleno en el Mundo Onírico presentado por los dioses del sueño. Su mente proyectó el piso en el que vivía actualmente por estudios. Estaba cambiado, las paredes tenían otro color, la decoración era distinta. Era una tarde lluviosa en el septiembre londinense. El día que conoció a Víctor hacía unos años.

Kit estaba emocionado terminando de colocar su ropa en cajones y armarios. Iba a iniciar su segunda carrera universitaria, Traducción e Interpretación Hispánica, algo que le encantaba pues amaba los idiomas. Las iracundas lágrimas del cielo golpeaban sin cesar las ventanas.

—Menuda tormenta se ha desatado en cinco minutos —dijo algo asombrado, pues aunque había estado chispeando la mayoría del día la furia meteorológica se desató en cosa de cinco minutos. Tarareó una canción mientras terminaba de colocar las últimas prendas. Otra cosa que lo emocionaba era compartir piso con su hermana y una persona nueva. Tenía muchísima curiosidad por saber quién sería, como sería, si tenían gustos afines, o sería algún snob estirado. Sonó el timbre, se suponía que sería esa tercera persona desconocida. Abrió la puerta encontrándose a un chico moreno más bajo que él. Sus ropas iban chorreando agua, el cabello se le pegaba al rostro ocultando sus ojos. Víctor Collingwood se apartó el cabello para mirar a su nuevo compañero de piso. Kenna había sido la única que había tratado en persona con él, Kit se guió por las descripciones de su hermana menor.

Se fijó en su vestuario rigurosamente negro. Los chicos de dieciocho años como él no vestías como un funeral. Le llamaron la atención las ojeras que lucía el menor, y un lunar en su mejilla izquierda, justo debajo del pómulo. Iba afeitado.

—¿Me vas a dejar pasar? —dijo con voz poco amable.

—Eh... —dudó Kit—. ¿Víctor?

—Sí. Kit, ¿verdad? ¿Me dejas pasar o no? —Inmediatamente el ojos azules se apartó.

—¿Y tus cosas, no venías a instalarte?

—Había quedado aquí con tu hermana. Tenía pensado instalarme mañana. —dijo entrando, cerrando la puerta.

—Ah, ya veo. Oh, espera. —Fue hasta el baño y cogió una toalla para que se secase—. Ten.

—Gracias —respondió secamente pasando la toalla por sus cabellos.

Tú antes volabas. [LEER DESCRIPCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora