Rise up the ashes, like a phoenix.

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Víctor cerró los ojos, los sentía ardiendo a causa del llanto que acompañó a la historia, su historia. Cada lágrima vertida equivalía a una espina dentro de sí mismo, a una palabra pronunciada, a una imagen de esos nefastos recuerdos que evocó en la habitación del hospital. Bryan lo miraba desde el sillón derramando también lágrimas por la crueldad de lo contado. Se levantó buscando asiento en la orilla de la cama.

—Víctor, yo... —murmuró llevando la mano hasta la mejilla, limpiando alguna lágrima salvaje que recorría esta. No encontraba palabra alguna de consuelo que decirle.

—¿Entiendes ahora por qué no dejo que termines de acercarte a mí? Tengo... Tengo miedo de que vuelva y cumpla su promesa. Ya he expuesto a Kenna y Kit a ello, no puedo exponer a más gente... No puedo... No quiero que nadie muera por mi culpa...

—Nadie va a morir por tu culpa. —Acercó el rostro al ajeno, sin dejar de acariciarle la mejilla. Pudo ver en la humedad de esos orbes el reflejo del interior de Víctor, el sufrimiento que llevaba sobre sus hombros—. Nadie. —Repitió. Víctor se incorporó para buscar cobijo entre sus brazos. Encontró algo de calma acurrucado en el pecho de Bryan. Lo calmaba, le daba la sensación de estar protegido de cualquier cosa, el calor de su cuerpo lo envolvía, lo adormecía. La noción del tiempo fue perdida totalmente por ambos. Al rato salió de su escondite alzando la mirada, encontrándose de lleno con la del castaño. Éste le acarició los cabellos con mimo—. No va a pasar nada, ya lo verás. No pienso permitirlo. —Y ese tipo de cosas era justo lo que alguien tan desesperado como el moreno necesitaba oír en ese momento.

—Bryan... —susurró. Lentamente, ambos rostros se acercaron hasta que la distancia se hizo mínima. Sus labios se rozaron como previo del beso que se dieron, corto, pero lleno de ternura. Volvió a acurrucarse en su pecho. Quería pasarse ahí el resto de su vida, oyendo el latido de Bryan como un eco.

* * *

—Kit, soy Kenna, es el quinto mensaje que te dejo. Llámame, es muy importante. —Algo que realmente enfurecía a Kenna de su hermano era su obsesión con el móvil, siempre en las redes sociales, pegado a la pantalla. Menos cuando ocurría algo, entonces mantenía su dispositivo apagado. Llevaba ya varias horas tratando de contactar con él para contarle lo sucedido, nada. Era de madrugada y seguía sin dar signos de vida. La idea de salir a buscarlo a los antros de mandriles sobremusculados que frecuentaba empezaba a tomar forma cuando oyó la puerta principal abrirse. La decadencia hecha carne entró envuelta en un abrigo negro. Balbuceaba cosas sin sentido, estaba borracho. Adquiriendo un rol de madre que comenzaba a ser muy habitual, Kenna se plantó frente a su hermano mayor con los brazos cruzados—. ¿Dónde estabas?

—A ti que te importa. Aparta —gruñó Kit apartando a su hermana con un empujón suave.

—Llevo horas llamándote.

—Lo sé, en cuanto vi la primera llamada apagué el teléfono. No quería a la bastarda de mi hermana molestando. —Kenna permitió aquello por el alcohol, en otras circunstancias le habría dado un buen bofetón.

—Deberías haber contestado. Víctor ha intentad...

—¡Víctor! —Interrumpió el otro—. ¿Qué le ha pasado a ese cabezón? Seguro que está en su cuarto. —Se dirigió a este. Encontró una habitación vacía, con una bolsa de vieja encima de la cama, cosas que Kenna había preparado para llevarse a su compañero la mañana siguiente—. Ah... Pues no está. Seguro que está chupándosela a su amiguito en algún callejón oscuro. —Encogió los hombros—. Me voy a sobar. Mamá, despiértame a la hora de comer.

El vaso no estaba colmado, directamente había volcado. Ni el freno de saber que estaba alcoholizado evitó que Kenna lo agarrase por el brazo, empujándolo hasta el baño entre protestas del mayor. Le hizo arrodillarse en el suelo con la cabeza dentro de la bañera.

Tú antes volabas. [LEER DESCRIPCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora