Say goodbye for ever.

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Ni él mismo sabía bien como llegaron a ese punto. Dylan estaba encima repartiendo sin cesar besos en sus labios y cuello, las manos las ocupaba en acariciarle bajo la camiseta. Víctor estaba estático, como un muñeco que se dejaba hacer, sin vida. Su mirada estaba perdida en el techo. Sentía la erección del de cabellos ensortijados contra su propia entrepierna que no hacía atisbo de despertarse. ¿De verdad eso estaba ocurriendo? Su cinturón fue desabrochado con rapidez. Eso lo despertó. Hora de tomar el control.

—Para —ordenó con la garganta seca, quedando la palabra en un gruñido extraño, cogiéndole de las muñecas—. No quiero hacer esto. No puedo. 

—¿Por qué? —Dylan miró directamente sus ojos humedecidos—. A él no le importó  hacerlo.

—Pero a mí sí. Lo quiero demasiado para hacerle esto —sollozó. Dylan se levantó.

—Será mejor que me vaya. Nos vemos en el despacho de Kendra.

Conocía ya la salida. Se fue con una erección igual de grande que su enfado. Si no consiguió que cayese en sus redes estando así de débil ya no lo conseguiría jamás. El olfato de Bryan no falló con él; Dylan quiso hacerlo suyo, y no pudo. El amor que los unía era demasiado fuerte por parte de Víctor. Éste último se levantó del sofá yendo directamente a la bañera. No le importó dejarlo deshecho. Se deshizo de la ropa sintiéndose la persona más rastrera del mundo por dejarse besar de esa forma, por siquiera recordar las caricias de ese bastardo que solo quería aprovechar sus malos momentos. Así, empezó el primero de los tres baños que se dio. 

* * *

Dos semanas desde el día que mintió a Bryan sobre lo que hizo con el otro chico. Coincidía con el día en el que el moreno tomaba su avión para Nueva York, decisión firme e irrevocable. Esos días los pasó junto con Kenna. Hasta ese momento no se atrevió a contarle la verdad, le hizo creer que era un cabrón que se folló al otro.

—¿Por qué no me lo dijiste desde el principio? —quiso saber ella.

—Porque se lo dirías a Bryan, y quería que se fuese —respondió antes de sorber la nariz—. Me da igual que se acostase o no con esa chica, solo quiero que se vaya a Nueva York.

—Veo un tanto estúpido que quieras que se vaya a Nueva York si tanto lo amas —exageró.

—¿No te das cuenta? —dijo. Parecía ser el único que se daba cuenta de por qué lo hizo realmente—. Iba a renunciar a una beca por mí, a sus sueños por quedarse a mi lado. Lleva todo el año estudiando y esforzándose para conseguirla. No iba a permitir que renunciase a ella por mí. —Hundió la cara en sus rodillas antes de comenzar de nuevo a llorar.

—Víctor eso es... —musitó la otra—. Es la tontería más grande y a la vez más bonita que he oído en mi vida. 

Lo abrazó y apoyó la frente sobre su nuca. Era un sacrificio muy grande, el renunciar al amor, el ganarse el odio de la persona más importante, después de Kenna, solo por su futuro académico y laboral. Pocos serían capaces de hacerlo, y él lo hizo. 

—Es un sacrificio muy grande... La única manera de conseguirlo era conseguir ganarme su odio, o jamás aceptaría la dichosa beca. Y duele mucho saber que me odia por lo que he hecho cuando ha sido por el bien de su futuro. 

—Se acabó —sentenció—. Lávate la cara que nos vamos. 

—¿A dónde? —La miró con los ojos rojos e hinchados.

—Al aeropuerto. ¿O quieres que se vaya pensando que no lo quieres? —Lo cogió del brazo y arrastró fuera de la cama—. ¡Vamos, venga, que se va, corre!

Tú antes volabas. [LEER DESCRIPCIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora