Capítulo 2

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—¿Realmente olvidaste lo que pasó o solo te estás haciendo la desentendida? —Darius se levantó de la cama sin cubrir su desnudez, dándole una mirada profunda a la chica que no dejaba de vestirse a toda prisa —. No es tan malo, ¿o sí?

—No me vengas con estupideces, Darius. —rugió—. Claro que esto es malo, muy malo.

—¿Por qué?

—¿Por qué? —Jolie se detuvo y respiró hondo, tratando de calmar todo lo que sentía en su interior—. Nos casamos en medio de una borrachera. No me digas ahora que era lo que estabas buscando con una mujer; casarte con la primera que te enrollaste en una noche donde te pasaste de tragos hasta perder la conciencia y tuviste sexo sin control.

—Yo no bebí hasta perder la conciencia, eso lo hiciste tú —Darius empezaba a molestarse con la actitud de la rubia —. Fuiste muy consiente la noche anterior cuando llamaste a un amigo tuyo y le pediste que nos casara.

—Por Dios —Jolie se cubrió el rostro con ambas manos y soltó un chillido agudo—. ¿Cómo demonios terminé haciendo tremenda estupidez? ¿Por qué no me detuviste, te negaste o qué se yo? ¡Yo no quiero estar casada, Darius! Amo mi vida de soltera y mi libertad.

—No te detuve porque yo sí lo quería —confesó e hizo que la mujer palideciera más de lo que estaba—. Te he amado en silencio por mucho tiempo y...

—No, no digas más —lo calló, mirándolo horrorizada—. Si te estás burlando de mí, ya detén tu bromita de mal gusto que no da ni un poco de risa.

—¿Me ves riendo?

Jolie boqueó sin saber qué decir, antes de soltar otro grito más agudo y terminar de vestirse. Su cabeza iba a mil por segundo que hasta olvidó todo lo que sabía de su profesión y lo único que deseaba era salir corriendo y esconderse bajo una piedra. Una mujer como ella, que disfrutaba de su soltería y le gustaba gozar de una vida alegre y sin ataduras, que era cuidadosa en cada cita que tenía y no permitía que nadie pasara sus reglas y limites, ¿cómo diablos había terminado casada con el mejor amigo de su primo?

Quería llorar, tirarse al piso y hacer un berrinche como cuando era niña, pero no podía hacer más que huir del error tan garrafal que había cometido y de las locuras que Darius le estaba diciendo. ¿Acaso el licor que había bebido estaba adulterado o qué tenía para que ella no recordara y la hiciera cometer tanta estupidez? Ni siquiera recordaba que había llamado a un amigo para que oficiara legalmente una boda

¿Cómo era posible que su supuesto amigo la casara cuando ella no estaba en condiciones de hacerlo? Claro, eso debía tratarse de una horrible pesadilla y pronto despertaría de ese mal sueño, porque era imposible que estando en sus cinco sentidos cometiera un erro tan grande como era casarse.

Necesitaba despertarse en ese momento y darle fin a ese horrible sueño, así que, estando segura de que todo hacía parte de su imaginación y una broma de su subconsciente y todo el alcohol que había bebido, saldría del apartamento y justó ahí despertaría.

Tomó su bolso e intentó salir de la habitación, pero Darius la detuvo, devolviendola a la realidad y hundiendo su mundo en un pozo del cual no encontraba ninguna rita de escape.

El hombre, que para ese entonces ya tenía poca paciencia y estaba de mal humor y con el corazón herido por todo lo que ella le había dicho, la llevó del brazo hasta sentarla a la fuerza en la cama.

—No puedes irte así como así.

— Sí me iré, no me puedes retener y lo sabes — se levantó de la cama y quedó frente a él, dándole una sonrisa que aparentaba falsa calma y cordura—. Te recomiendo que te des una ducha bien fría y comas bastante grasa para que vuelvas a tus cinco sentidos. Entiendo a la perfección que el calor del momento y lo pasados de tragos que estábamos nos hizo decir y hacer cosas que no debíamos, pero estando lucidos ya pensaremos con calma lo que pasó. Es imposible que nos casáramos, Darius —soltó una carcajada y negó con la cabeza—. Es una locura y algo que claramente yo no haría nunca ni contigo ni con ningún otro hombre —se quitó la alianza y se la entregó, dejando un beso en su mejilla —. Gracias por la noche. Aunque no recuerdo muchas cosas de momento, lo que sí puedo recordar es que tuvimos un sexo inolvidable y mucho mejor del que llegué a imaginar. No te lo tomes a pecho, cariño, eres guapo y sexi, pero no me gustan las ataduras, así que... ya sabes, entre tú y yo no sucedió nada más que un fantástico y apoteósico revolcón.

Sin darle tiempo a Darius de responderle y darle veracidad a su matrimonio, Jolie se marchó de la habitación, contando los segundos para que se sumiera en la oscuridad y abriera los ojos. Era ridículo que se casara y no podía hacer más que reír ante ese hecho, pero con el paso de los segundos y mientras salía del edificio del hombre, ella seguía estando en una realidad y las dudas la atacaron.


Se subió en el primer taxi que paró y sacó su teléfono de su bolso, dirigiéndose directamente a su registro de llamadas. En efecto, llamó a las tres de la mañana a uno de sus tantos amigos; Leonel Kahneman, un juez con el que había trabajado hace un tiempo y le debía dos favores.

Su corazón se aceleró de golpe y hasta las manos le temblaban y sudaban presa del miedo y el pánico que la atenazaban en ese instante. ¿Qué pasaba que no despertaba para terminar de raíz con ese horrible sueño? Pero segundo a segundo, y con una resaca de los mil diablos, imágenes y palabras distorsionadas que no tenían sentido para ella, empezaron a llegar de golpe a su mente, haciendo que todo su mundo se viniera abajo.

—No puede ser cierto —se lamentó, apoyando la cabeza en el cristal de la ventana y golpeándose con suavidad contra esta—. Yo no pude casarme con él, ¿no es así?

Con las manos temblando y el corazón a punto de explotar en su pecho, llamó a Leonel luego de soltar una larga bocanada de aire. Jamás en su vida deseó tanto que le dijeran todo lo contrario a lo que estaba pasando por su mente y la dejaba completamente derrotada y sin saber qué hacer.

—Pensé que estabas en tu luna de miel, Le Bon —respondió el juez soltando una risita que golpeó justo en los ovarios de la chica —. Estabas tan apresurada de consolidar tu matrimonio.

—Dime que no es cierto —susurró—. Dime que no me casaste con ese hombre. Vamos, Leonel, dime que solos estás bromeando conmigo.

— Por supuesto que no —respondió el con seriedad, terminándola de hundir en un pozo lleno de hielo —. Me llamaste a las tres de la mañana pidiéndome que te casara con el complemento de tu vida que acababas de darte cuenta y te estabas perdiendo. Viniste hasta mi casa a la madrugada porque no querías perder más el tiempo y dejar que otra gozara de no sé qué cosas de tu esposo. Inclusive mi esposa te sirvió como testigo, así que cómo sería una broma. Además, insististe tanto que no me dejaste otra opción que casarte. No tengo tanto tiempo libre para permitirme gastarle bromas a mis colegas. Por cierto, el certificado de tu matrimonio lo envié a tu casa. Ahora debo irme que tengo un juicio en treinta minutos. Te deseo lo mejor y espero que seas muy feliz el resto de tu matrimonio con el hombre que elegiste —el juez colgó sin más, dejando a la chica fría y sin poder gesticular palabra alguna.

Se casó en una borrachera, y no recordaba cómo llegó a la casa del juez.

Se casó basándose en el magnífico sexo que Darius era capaz de ofrecerle a una mujer y por solo hecho de subirla más de una vez al cielo.

Se casó con el amigo de su primo, aquel hombre que le gustó y despertó sus deseos desde que lo conoció, pero que solo podía pensar en algo plantónico e imaginario.

Se casó sin haberlo deseado y ahora no sabía cómo resarcir aquel desliz que le estaba costando su libertad.

Llegó a su apartamento y dio vueltas por el lugar sin saber cómo salir del lío en el que estaba, así que se serenó primero y pensó con cabeza fría. Como la buena abogada que era, llegaría a un acuerdo con Darius y aquel error solo sería una buena anécdota para sus sobrinos si es que los llegaba a tener algún día. No le importaba si Darius le pedía toda su fortuna, ella se la daría sin problema alguno con tal de ser libre y seguir viviendo su vida alocada y desenfrenada.

El sonido de su teléfono la sacó de sus pensamientos, y toda la calma que había reunido se extinguió cuando vio que se trataba de su padre y no de alguno de sus clientes, amigos o el mismo Darius.

—Papá —respondió con un dejo de temor—. Qué sorpresa que me llames a esta hora.


—Ven ahora mismo a casa —zanjó el hombre, tosco y muy molesto—. Si no tienes una explicación, espero que pienses en una cuando estés de camino, pero tanto tu madre como yo exigimos una explicación. ¿Por qué te casaste con Darius Rowe y no nos dijiste absolutamente nada?  

Desliz[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora