Capítulo 22

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En completo silencio, Darius acostó a Loana en la cama, siendo guiado por Jolie que se apresuró a cobijar a la pequeña y dejar un dulce beso en su frente. El hombre, que aun no podía salir de su asombro, las observó por largos segundos y no pudo contener la amargura que atravesó su pecho.

Le hubiese encantado estar ahí para las dos, no solo para su hija, pero por más que deseara volver al pasado, lo cierto era que estaban en un presente diferente y no le quedaba más opción que recuperar todo el tiempo que había perdido. Sintió nostalgia y a la vez que era un desconocido en la vida de ella, alguien que había aparecido de un día para el otro diciendo que era su padre.

Jolie se alejó de Loana, dándole espacio para que Darius pudiese darle un beso al igual que ella lo había hecho, así que él no perdió tiempo y se inclinó hacia su hija, dejando un suave beso en su frente y sonriendo al ver lo preciosa que se veía a la hora de dormir. Quería quedarse allí toda la noche, velando sus sueños y protegiéndola de todo mal y peligro que pudiese acecharla.

—¿Puedo pasar la noche aquí? No en la misma habitación, claro está, es solo que no quiero alejarme en este instante de mi hija…

—Puedes quedarte —murmuró Jolie, con el corazón acelerado.

El silencio los envolvió por largos minutos, sin saber cómo abordar el tema que debían tratar. Darius estaba dolido y le ardía el pecho cuando pensaba en que Jolie se la había ocultado por tanto tiempo, privándolo de estar a su lado y amarla sin reparos. Pero se sentía tan emocionado y feliz de saber que tenía un pequeño rayo de sol en su vida, iluminando todo su oscuro mundo. Además de eso, era suya y había nacido del profundo amor que había sentido por Jolie, pese a que ella no sentía lo mismo que él.

Jolie soltó un sonoro suspiro y se acercó a una gaveta, de donde sacó una carpeta que Darius reconoció al instante. Se acercó a él con cautela y se la extendió, sintiendo un inmenso nudo en su garganta. Su corazón latía muy fuerte y rápido.

—No había podido entregarte el acuerdo de divorcio con todo lo que ha pasado recientemente, pero ahí está —indicó y él la miró, frunciendo el ceño y aplastando los labios con fuerza—. Ya eres libre, así que puedes hacer lo que quieras con tu vida. Bueno, no es como que no lo hagas ya, pero lo importante es que no seguirás atado a mí…

Darius bufó y asintió sin decir nada, sin siquiera revisar si, en efecto, ella había firmado el acuerdo de divorcio o no. En ese momento quería hablar con ella sobre su hija, lo único que en ese instante los unía y hacia que él todavía estuviera ante ella.
—¿Planeas volver a Londres? —preguntó, tomándola por sorpresa.

—Allá está mi trabajo, la casa y hemos hecho una vida en los últimos años. Loana asiste a un jardín allí. Es lógico que regresemos, allá está nuestra vida, pero entiendo que…

Aquello no le agradó a Darius, por lo que de inmediato se puso a la defensiva y no la dejó terminar de hablar. 

—¿Entonces cómo se supone que mi hija y yo vamos a pasar tiempo juntos? Sabes bien que no puedo estar viajando y en realidad no quiero dejar de verla ni un solo día. Quiero estar ahí para ella, como se supone siempre debí estarlo. No quiero seguir perdiéndome cosas importantes y simples de mi hija. Quiero estar presente en cada etapa de su vida y cada vez que me necesite hasta el día en que me muera.
Para la rubia aquellas palabras fueron tan dulces y sinceras, que no pudo evitar sentirse mal.

—Lo entiendo, pero tampoco puedo dejar mi vida de un momento para el otro. Mi trabajo está allá, tengo un contrato y responsabilidades que no puedo dejar así como así y sin explicación alguna. Tengo que cerrar casos importantes antes de cualquier decisión que vaya a tomar —susurró—. No planeo alejarlos, ese nunca ha sido mi plan.

Desliz[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora