Capítulo 6

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La noche fue larga y poco grata para Jolie, que no dejó de dar vueltas en la cama, no solo por la situación en la que se encontraba, sino porque de alguna manera las caricias y los besos que compartió con Darius llegaron a su mente como un recuerdo no deseado que no la dejó sentir ni una pizca de paz.

Agradeció que él ya no se encontrara en el apartamento cuando salió de la habitación, encontrándose con el desayuno preparado y una nota que decía que se verían en la tarde para ir juntos a casa de sus padres.

Llamó a su asistente y le pidió cancelar las citas que tenía en el día. Necesitaba resolver sus asuntos antes de regresar al trabajo o creía que no podría ir a un juicio. Tenía muchos casos importantes en los cuales pensar, y no en el desagradable hecho de estar casada con uno de sus amigos.

Entre pensamientos y llamadas largas que la desanimaban cada vez más, no se percató de que el día se había pasado a gran velocidad. Recordó la dichosa cena en casa de sus padres cuando Darius llegó, sonriente y silbando como si no estuviese pasando nada grave, mientras ella estaba a punto de enloquecer.

—¿Qué tal tu día? —inquirió el hombre y dio dos pasos hacia ella, pero se detuvo a tiempo antes de cometer una estupidez más—. Bueno, espero que haya ido muy bueno. Tomaré una ducha.

Darius siguió su camino y suspiró una vez entró a la habitación. Si no se hubiera detenido a tiempo, seguramente la hubiese besado con esa fiereza con la que el fuego lo estaba consumiendo y lo mataba de manera muy lenta y tortuoso. El perfume de Jolie estaba regado en toda su habitación y se vio aspirando el aire, llenándose de la fragancia y sonriendo cual adolescente enamorado.

Se acercó a la cama y tomó las almohadas, llevándolas a su nariz y buscando el aroma a frutas que desprendía su cabello. Al encontrarlo, suspiró hondo y cerró los ojos, queriendo ser egoísta y abrazarla allí mismo, pero lo menos que quería era asustarla para que terminara alejándose de él.

—A paso lento, Darius, a paso lento —se dijo a sí mismo y dejó las almohadas sobre la cama, entrando la ducha para despejar su mente y volver en sí.

Tardó lo que tenía que tardar y, al salir, se topó de frente con Jolie. La mirada que su esposa le dedicó calentó su piel a más no poder y la poca calma que encontró bajo el agua, se esfumó en cuestión de segundos.

Sus ojos azules recorrieron su pecho y más debajo de su abdomen a una lentitud que disparó los latidos de su corazón y empezó a ocasionarle una dura y dolorosa erección. Así que se vio pasando de ella sin más, recordando que esa mañana las acciones de la empresa tuvieron un ascenso significativo y les estaba generando grandes ganancias, pero podía sentir la mirada de ella sobre su cuerpo.

Darius estaba deseoso de acribillar a su esposa contra la cama y hacerle el amor estando en sus cinco sentidos. Estaba deseoso de envolverse en su calor y empaparse de su humedad hasta que los dos terminaran rendidos en la cama, pero sabía que aquello solo podía ser en sus sueños, porque por más que la deseara y con suerte tuvieran sexo una vez más, él no significaría nada más que placer para ella.

Resopló con fuerza y se apresuró a sacar su ropa del armario y salió de la habitación, cerrando la puerta con fuerza, sacando de sus cavilaciones a Jolie, que no dejaba de preguntarse cómo era posible que no recordara toda la cantidad de tatuajes que tenía el hombre en su pecho, espalda y brazos, en especial, aquel que tenía bajo su costilla derecha y rezaba su nombre enredado en espinas.

—Está loco —murmuró, sacudiendo su cabeza y todo su cuerpo—. ¿Cómo es que terminaste casada con un sexi loco obsesivo?

Tomo su vestido y su ropa interior y se perdió en el baño, entrando sin pensarlo bajo el chorro de agua fría. Ella no podía negarse a sí misma que Darius despertaba sus deseos, calentaba su piel y la hacía querer pasar su lengua por todo su duro y enrome pecho, pero aquello no era más que sexual. Siempre había sido así desde un comienzo.

Desliz[✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora