CAPÍTULO 4

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Aquellos días me hicieron convencerme de que el futuro que me esperaba era bueno; Neptune se llevaba de perlas con mi familia.

- Creo que incluso me agrada más que Finnick – escuché decir a Cordelia y no supe que pensar al respecto.

Se había enfrascado en interesantes conversaciones de política con papá y había ayudado a Maureen con su tarea para el liceo, pero lo que más me sorprendió, fue el día en que lo vi con el delantal amarillo limón de Deezee y charlando animadamente con Saffreen mientras preparaban la cena.

No terminaba de entender que habíamos prometido aquella noche en mi habitación, pero cada día me hacía darme cuenta de que había sido algo serio.

Y cada día me hacía darme cuenta de que realmente no estaba lista para ello.

Debía decirle a Neptune, tenía que escapar de esa promesa y después encargarme de mi propia muerte, ya que no parecía aparecer la dichosa "oportunidad" de la que Snow me había hablado.

Tengo estos terribles pensamientos el día en que Neptune se despierta antes de que despunte el alba y atiende el teléfono; lo escucho decir un par de monosílabos y luego colgar.

- Me necesitan en el Capitolio – deposita un beso en mi frente y otro sobre mi pecho antes de comenzar a vestirse – urgentemente.

Esto suena todas mis alarmas.

- ¿Está todo bien?

- Parece que sí, solo quieren que esté presente en la ciudad por algo del Quarter Quell.

Mi estómago se revuelve. Con todas las cosas que han pasado, casi me había olvidado de ese pequeño detalle; cada 25 años, se celebraban unos juegos especiales, llamados el Quarter Quell, en donde había un pequeño "giro". El primer Quarter Qell, hacía cincuenta años, se tuvo que votar por los chicos que participarían en los Juegos, son los que ganó Muscida. El segundo, hace veinticinco años, se pidió el doble de tributos de cada distrito, ahí ganó Haymitch.

Me pregunto qué sorpresa desagradable tendrá lista el Capitolio para este año.

- No pongas esa cara, todo saldrá bien – sonrío mientras acaricia mi mejilla.

- Te veré hasta los Juegos, no tiene sentido que regrese por ahora.

Él suspira y me mira de arriba abajo.

- ¿Sabes? Ya no tendrás que ser mentora si no lo quieres, una vez seas ciudadana del Capitolio... no pueden obligarte. Además, tienen a Finnick.

Aunque odio ser mentora, esto me molesta, es como si quisiera borrar todo lo que soy, para poder convertirme en su esposa, y nada más que en su esposa; pero intentando mantener las cosas tranquilas, me limito a mostrarle mi mano desnuda.

- Aún no hay anillo en este dedo, así que seré mentora.

- Mensaje entendido – dice besándome los nudillos de la mano – voy a extrañarte.

Sonrío con tristeza, sé que lo extrañaré, pero también sé que estos días solo me servirán para sobrepensar las cosas, lo cual nunca nos ha llevado a algo bueno.

- Te veo pronto, Gatsby – digo con burla y él sonríe. Desaparece por la puerta y yo no puedo volver a conciliar el sueño.

Me paso el resto del día con Cordelia; es extraño, hay muchas cosas que me he perdido de ella, tiene un montón de nuevos hobbies y amigos de los que me habla como si los conociera de toda la vida, odia muchas cosas que amaba y ama muchas cosas que odiaba. Ya ha dado su primer beso y decidido que quiere ser escritora; ya sabe cómo funciona la vida a grandes rasgos y ni uno solo se lo enseñé yo, porque no estaba aquí.

EL TRIBUTO| Los Juegos Del Hambre (SEGUNDA Y TERCERA PARTE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora