Nunca en mi vida me detuve a pensar el significado de cumplir dieciocho años, para todos a mi alrededor parecía algo de suma importancia; hablaban de responsabilidades, de diversiones, de aprovechar mi juventud al máximo. Yo solo veía los días pasar como si fuera un personaje secundario en mi propia vida, agoté ese último año de libertad y antes de que me diera cuenta, era 13 de junio de nuevo.
Me había pasado el resto del año en casa en el Distrito 4. Terminé de arreglar mi habitación, pasé horas observando a Citrio pintar con acuarelas, evité a Finnick, ayudé a Saffreen a organizar los cocteles nocturnos, intenté hablar de nuevo con Cordelia, evité a Finnick, me negué incontables veces a visitar a Morelle Brise, por miedo a conocer a su malévola criatura, fui a visitar la tumba de Kai.
Y como evité a Finnick.
Después del incidente en el Capitolio, había intentado contactarme por todos los medios posibles, pero nunca fue a verme.
Una parte de mí se alegraba de eso, cada vez que me imaginaba su rostro me venía a la mente esa horrible habitación rodeada de cortinas pesadas y polvorientas, me venía a la mente el cuerpo desnudo de Finnick hundido entre las sábanas color sangre y entrelazado con toda esa basura que era la gente del Capitolio. Recordaba cómo se había atrevido a reprocharme el estar ahí, como si yo no lo hubiera descubierto en una posición aún peor.
Me sentía ridícula, me sentía traicionada y me sentía asqueada de él y de mí misma. Sobre todo de mí misma, al tener que existir en el mismo cuerpo que Seneca Crane había besado con tanta libertad.
Se volvió una rutina para mi familia escucharme gritar en las noches, cuando las pesadillas se volvían tan reales que ni despierta podía escapar de ellas. Se volvió una rutina para mí el devolver la mitad de mi comida, asediada por los dolores de cabeza y los mareos.
En ese estado miserable, fui convocada de regreso al Capitolio donde el presidente Snow pensaba celebrar mi cumpleaños número dieciocho "con todo el lujo y la fastuosidad que se merece una vencedora de su nivel".
Lloré noches enteras, Saffreen tuvo que ir a consolarme como cuando era niña y no quería volver al liceo después de las vacaciones ("basta de lloriquear, que te saldrán arrugas por todo el rostro"). Sollocé de manera apenas inteligible todas las cosas horribles que podrían pasar cuando volviera.
Ninguna se acercaba siquiera a lo que me esperaba.
Como prácticamente hui de la ciudad, había dejado todas mis cosas en el departamento de Demetria, lugar que había sido asignado para que me alistaran para la fiesta, que era la noticia más importante del momento.
El Capitolio no escatimó en gastos para mi celebración de cumpleaños: enormes carteles con mi silueta fueron colocados en todos los faroles de la explanada, boutiques y casas de moda diseñaron líneas conmemorativas que esperaban a ser modeladas por mí, horribles tartas con mi rostro fueron horneadas en las panaderías y la ciudad me obsequió un guardarropa diseñado por Demetria para poder usar durante las festividades.
- ¡Pero si te fuiste sin dejar rastro, descarada! – me reclamó Demetria cuando fue a recogerme a la estación. No había ni rastro de Finnick, lo cual me hizo hundirme aún más – pero espera a que veas lo que te han preparado, si tan solo alguien se preocupara así por mi cumpleaños...
No se mencionó nada de esa última noche en la ciudad, o de que ella, Lynx, Hibis y Ambro me hubieran llevado a ese lugar sin primero advertirme con lo que me encontraría; secretamente me culpaba por haber sido tan inocente y no sospecharlo.
Me pasearon y exhibieron por toda la ciudad; mientras medio mundo se detenía a felicitarme y decirme lo felices que estaban por mí, noté una intención diferente en todas las sonrisas, un tono en específico en todos los cuchicheos.

ESTÁS LEYENDO
EL TRIBUTO| Los Juegos Del Hambre (SEGUNDA Y TERCERA PARTE)
Fiksi PenggemarTodos los vencedores tienen secretos, y los míos quizá son los peores. Gané mis Juegos, enamoré a Finnick Odair, me convertí en el tributo favorito de Panem ¿pero a qué costo? ¿Qué queda realmente de Nerea Dhassei, esa chica que amaba el mar, que s...