Mis primeros tributos habían sido voluntarios; se llamaban Osage y Acacia.
Ambos eran amables y carismáticos; cuando subieron al escenario por primera vez, sus rostros estaban surcados por brillantes sonrisas. En el tren nos dijeron a Finnick y a mí lo mucho que nos admiraban y que estaban ansiosos por llevar el orgullo al Distrito 4. Como nosotros.
Osage era pescador, aseguró haber sido amigo de Kai. Tenían la misma edad, pero yo no recuerdo que lo hubiera mencionado nunca. Tenía tres hermanos y un pequeño pez dorado llamado David.
Acacia era un año mayor que yo, le gustaba leer y era buena con el tridente, era listísima. Creí que eso la salvaría al final.
Acacia fue asesinada en el baño de sangre con un estilete en la cabeza, Osage logró llegar al final, pero fue alcanzado por un hachazo en el estómago por la vencedora de los 71° Juegos: Johanna Mason.
Finnick había insistido en que Ronan, el mentor de Johanna, había sido de gran ayuda para mí en mis Juegos, pero yo no pude verlo a los ojos durante toda la celebración, incluso me negué a ir a la fiesta de la Gira de la Victoria de Johanna, para no tener que saludarla.
Muy pronto aprendí que así son las cosas en el otro lado de los Juegos.
Después de la gira, me decidí a regresar al Capitolio, tenía muchas cosas que hacer: nuevos contactos que conseguir para Seastone, nuevos vestidos que modelar para Demetria, nuevos discursos que leer para el presidente Snow.
Envuelta en tantos compromisos, muy pronto comencé a evitar a mi familia y a Finnick.
Era egoísta de mi parte, pero todos ellos me recordaban demasiado las cosas antes de los Juegos, me recordaban demasiado a Kai y cómo antes era capaz de disfrutar mi vida.
El Capitolio me arrebató este talento y me alimentó, lentamente, con toda clase de vicios.
Durante las mañanas asistía a eventos de beneficencia e inauguraciones; pero en las noches, Demetria me llevaba a conocer los lugares ocultos del Capitolio.
Eran cuartos oscuros llenos de gente sudorosa, música palpitante que te hacía marearte si no bebías lo suficiente, chicos que se me acercaban e insistían en tocarme aunque yo no dejara de balbucear que tenía un novio. Que el Capitolio aún considerara a Citrio mi pareja oficial me salvó de muchas, pero no de todas.
Demetria me presentó a sus amigos, quienes solían acompañarnos a estas aventuras: Lynx era un extraño personaje, alto y con las corneas de los ojos totalmente negras; Hibis era una chica con cabello largo y teñido de azul turquesa, uñas que brillaban en la oscuridad y siempre vestida a la moda, ayudada por Demetria; Ambro era el mayor, quizá en sus treintas, tenía rasgos andróginos y alargados, siempre se arreglaba con una gabardina larga de donde sacaba toda clase de chucherías: cosméticos, dulces y pequeñas botellitas de líquidos brillantes, que Lynx consumía sin parar.
Eran una panda bastante graciosa una vez que te acostumbrabas a su aspecto sombrío, y me trataban de maravilla. Sobre todo, cuando me ofrecía a invitar los tragos de la noche.
Pasé más de un año con esta rutina, que iba dejándome agotada poco a poco, casi podía sentir como las personas a mi alrededor absorbían mi energía como vampiros.
Había perdido la cuenta de las veces que se anunciaba que Finnick estaba en el Capitolio, e intentaba visitarme en nuestro apartamento. Yo siempre estaba fuera, temerosa de que sus ojos color mar me arrastraran de regreso al Distrito 4, donde estaban mi padre corrupto, mi novio falso, mi hermana que ahora seguro me odiaba... y el bebé de Morelle Brise y Colt Seastone.
Me había negado a conocer a la criatura que indirectamente había sido responsable de que Kai fuera a los Juegos.
Cumplí los diecisiete el 13 de junio, y menos de un mes después estaba de regreso en el Distrito 4 para conocer a mis nuevos tributos: Jax y Aqua.
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EL TRIBUTO| Los Juegos Del Hambre (SEGUNDA Y TERCERA PARTE)
FanfictionTodos los vencedores tienen secretos, y los míos quizá son los peores. Gané mis Juegos, enamoré a Finnick Odair, me convertí en el tributo favorito de Panem ¿pero a qué costo? ¿Qué queda realmente de Nerea Dhassei, esa chica que amaba el mar, que s...