𔓕.ᅠ ᅠᅠ𝗬𝗢𝗨'𝗥𝗘 𝗦𝗨𝗖𝗛 𝗔 𝗣𝗥𝗘𝗧𝗧𝗬 𝗕𝗢𝗬 ˒
ᅠᅠᅠᅠ ⸻En 𝟭𝟴𝟵𝟵, la era de los forajidos
ᅠᅠᅠᅠ y los pistoleros estaba llegando
ᅠᅠᅠᅠ a su fin. Estados Unidos se convirtió
ᅠᅠᅠᅠ en una tierra de leyes y el...
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ᅠᅠᅠᅠ—No me hace ninguna gracia esto, Micah —murmuró Natalie mientras ella, en compañía de Micah, Bill y Sean, paseaban por las calles de Rhodes en dirección a la taberna de los Gray.
Según Micah, habían quedado con ellos por un trabajo que requería de su protección y todos estaban de acuerdo en hacerlo únicamente por el dinero que les pagarían. Natalie no lo veía muy claro. Todo lo que había ocurrido esas últimas semanas les había dejado completamente en el punto de mira y no confiaba para nada ni en los Gray ni en los Braithwaites. Tras la farsa que fue el robo de los caballos, seguía sin comprender a qué les llevaría aquello.
Pero desde luego que no sería algo bueno.
La ciudad de Rhodes estaba completamente desértica a excepción de unas cuantas miradas que, a través de las ventanas de los establecimientos, recorrían de arriba a abajo los cuerpos de cada uno de los hombres —y la mujer— que paseaban por la calle principal, de camino a la taberna.
Todos portaban armas, incluida Natalie, lo que la hizo fruncir levemente el ceño debido al ambiente tan extraño que se había formado en la ciudad.
No era como si Rhodes siempre hubiera sido un lugar normal, pero esa vez, con cada paso sobre la anaranjada arena del camino, un leve escalofrío recorría toda su espalda, advirtiéndole de que algo malo podría suceder si no estaba alerta.
—¿A ti te parece fiable esto, Bill? —preguntó Natalie. Ella y Sean iban por detrás mientras que Bill y Micah lideraban el camino. Miró preocupada a Bill, deseando que él también pensase lo que ella.
—Claro —respondió él de forma concisa, a lo que Natalie suspiró.
Micah continuó hablando sobre algo relacionado con oro y Natalie no hizo más que mirar alrededor. No entendía cómo ni Bill ni Micah veían lo raro en toda esa situación. Las calles prácticamente vacías, las miradas desconfiadas de todos los habitantes dirigidas hacia ellos, el hecho de que se estaban presentando armados a esa reunión que en un principio pretendía ser pacífica.
Todo le daba muy mala espina a Natalie.
—Sean —dijo Natalie en un susurro. El joven muchacho se giró para mirarla, con el fusil sobre su hombro y su revólver enfundado—. No me fío nada de esto. Por favor, dime que tú también ves lo raro.
—Sí… la verdad es que todo está más callado de lo normal.
Natalie levantó levemente la mirada y, sobre el tejado de la oficina del sheriff, estaba la respuesta a todas sus dudas.
—¡Cubríos! —exclamó Natalie, empujando a Sean y apuntando rápidamente con su revólver al hombre que los apuntaba a ellos con un rifle.
Era una trampa.
Todos, incluído Micah, se cubrieron tras los establecimientos en el momento que se empezaron a escuchar disparos que iban directamente hacia ellos. Micah y Natalie por un lado y Sean y Bill por el otro, desenfundaron sus armas y se defendieron como pudieron ante la enorme oleada de hombres de la familia Gray que les acababan de rodear.
