𔓕.ᅠ ᅠᅠ𝗬𝗢𝗨'𝗥𝗘 𝗦𝗨𝗖𝗛 𝗔 𝗣𝗥𝗘𝗧𝗧𝗬 𝗕𝗢𝗬 ˒
ᅠᅠᅠᅠ ⸻En 𝟭𝟴𝟵𝟵, la era de los forajidos
ᅠᅠᅠᅠ y los pistoleros estaba llegando
ᅠᅠᅠᅠ a su fin. Estados Unidos se convirtió
ᅠᅠᅠᅠ en una tierra de leyes y el...
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ᅠᅠᅠᅠNatalie salió temprano del campamento esa mañana, no quería correr el riesgo de encontrarse con Arthur y tener que escuchar sus palabras intentando explicar la situación otra vez.
Ella no sabía cómo sentirse. Estaba enfadada, sí, pero antes que eso se sentía triste e incluso traicionada. Aquello que leyó en el diario de Arthur parecía no tener ya tanto peso como creyó en su momento, y las palabras que el hombre utilizó para declarar su amor por ella rebotaban en su cabeza, intentando buscar el mínimo incentivo que le diera una pista de por qué aquello había sucedido.
Arthur era un buen hombre. Se la pasaba ayudando a la gente que lo necesitara, aún si estas eran peticiones estúpidas; obviamente iría a ayudar a Mary si ella se lo pedía.
Porque Mary era Mary.
Pero de ahí a no saber responder a aquella pregunta, había un paso muy grande. Se suponía que Natalie era su pareja ahora; a pesar de no haberlo hablado directamente, algo había. ¿No le dices a alguien que le quieres para después no querer tener nada serio con ella, verdad?
Arthur no era así, ¿verdad?
¿Verdad?
El humo de las fábricas de Saint-Denis empezó a nublar la visión de Natalie, lo que la hizo pestañear un par de veces para acostumbrarse de vuelta a ese lugar. Pretendía encontrar información sobre Angelo Bronte, dársela a Dutch y marcharse lo más pronto posible para regresar a Shady Belle.
Ella y Javier tenían mucho de lo que hablar.
Regresó a la taberna en la que estuvo el día anterior; esta vez, esta estaba mucho más vacía, lo cual era normal ya que era muy temprano por la mañana. Se acercó a la barra con paso lento pero decidido, dejando sobre la superficie un par de monedas.
—Sírvase una —le dijo al camarero, sonriendo cálidamente.
El hombre sonrió de vuelta y le sirvió una cerveza a Natalie para después servirse una para él mismo. Guardó las monedas en la caja registradora y volvió a dirigirse hacia Natalie.
—¿Puedo preguntarle algo, señor? —habló de vuelta Natalie, dejando sobre la barra la botella de cerveza.
—Claro, ¿de qué se trata?
—¿Podría hablarme de Angelo Bronte? —preguntó, bajando algo el tono de su voz. A pesar de que no había mucha gente con ellos en la taberna, no quería llamar la atención más de lo necesario.
—Mire, señorita… —empezó el hombre, soltando un leve suspiro—, no tengo ni idea de en qué está metida ni por qué le busca. Pero le recomiendo que deje de hacerlo y siga viviendo su vida.
Natalie suspiró también y dió otro trago a su cerveza, se apoyó completamente en la barra y miró de vuelta al camarero.
—No quiero darle detalles, tampoco creo que deba hacerlo, pero le busco por algo grave —dijo, frunciendo sus labios levemente—. Muy, muy grave.
