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Todos reían en el jardín de la casa de Marie. Sus tres hijos con sus respectivas familias intercambiaban comentarios entre si y los niños correteaban por el jardín.
-Vigilala.-le dijo a Pier.-Voy al baño.
Lea gateaba por el pasto o se sentaba y comenzaba a jugar con el pasto. Su padre ya había tenido que impedir que se lo metiera en la boca varias veces.
Pier siempre la vigilaba pero en ese momento se distrajo y no la vio avanzar hacia la pileta. La beba, recordando la imagen en el espejo y cómo había jugado con ella, quiso hacer lo mismo con su reflejo en el agua.
Cuando Ryan regresó la divisó rápidamente y se aproximó a ella aterrado pero no fue lo demasiado rápido y Lea cayó. No perdió un solo segundo para meterse en el agua y tomarla en brazos. La pequeña lloraba y tosía en sus brazos. Estaba asustada y Ryan también. Le acarició el rostro apartándole el cabello y dándole palmaditas en la espalda para que dejara de toser. Salió de la pileta con ella en brazos e intentó tranquilizarla pero no podía porque estaba aterrado y furioso. La imagen de la madre de ella se le presentó y lamentó no tener ahí el arma, no poder volarle lo malditos sesos a Pier por no saber mirarla siquiera.
Sin decir palabra alguna, salió de la casa e ignoró las palabras de Pier.
-Estás bien, reinita. Papi está con vos. -dijo una y otra vez mientras le besaba las mejillas y la frente repetidas veces. La presionó contra su pecho y cerró los ojos.- Acá está papá, Lea.
Subió al auto con ella en brazos pero no arrancó. No quería soltarla. No la dejaría. Las lágrimas resvalaban por sus mejillas mientras volvía a besarle el rostro incontables veces.
Su corazón palpitaba con fuerza en su pecho. No podía evitarlo. La desesperación que se apoderó de él al verla caer jamás la había sentido antes. No podía borrar la imagen de ella cayendo de su mente.
-Todo está bien.-repetía una y otra vez intentando calmarse.
Marie lo miraba desde la entrada de la casa. Habían sido unos estúpidos al no prestar atención cuando él se los pidió. Sabía que Ryan no volvería a pisar esa casa ni dejaría que Lea fuera. Lo conocía. Estaba segura que, probablemente, no la dejaría volver a estar cerca de una pileta si él no se encontraba a su lado. Porque eso era lo que sucedía cuando algo malo le ocurría a alguien a quien se ama. Y Ryan amaba a Lea con todo su ser.
Estuvo un largo rato allí y se marchó recién cuando la pequeña se durmió. Esperaba que ese no fuera un adiós definitivo aunque seguramente lo era.
Volvió a entrar en la casa y el silencio lo dominaba todo.
-No va a volver.-dijo Pier.
-Te sugiero que no vayas a su casa por un largo tiempo. Él solo te había pedido que la vigilaras. Confió en vos. Y sabemos lo difícil que es que Ryan confíe en alguien.
Pier bajó la vista, su madre tenía toda la razón. Lea había estado en peligro y eso solo podría lograr que Ryan se volviera aún mas cerrado y desconfiado. Sobre todo de él que no había podido vigilarla dos míseros minutos.

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