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Ryan se sentó en el sillón con Lea en brazos. Ella dormía pero él no pensaba soltarla. Mientras hablaba por teléfono con sus socios, seguía mirándola. No podía evitarlo, estaba completamente aterrado.
Cuando llamaron a la puerta, la presionó contra su pecho. Sabía quién era y no le abriría nunca mas la puerta. Podría acabar con él en ese instante. No era difícil. Pier nunca había sido conocido por ser habilidoso.
Lea despertó y comenzó a balbucear. Pero guardó silencio cuando él dejó de prestarle atención. Quiso tocar su rostro pero no llegaba y se paró en sus piernas mientras él la sostenía. Pero él tenía su atención fija en que Pier se marchara.
Lea comenzó a llorar y balbucear.  Cuando un "pa" salió de sus labios, él la miró sorprendido.
-Papá. -dijo él.- Decí papá.
-Dada.-dijo ella tocándole las mejillas.
-No. Papá. Pa-pá.
-Dada.-dijo ella y Ryan suspiró
-Si, reinita. Dada. Está bien. -dijo y besó su mejilla haciendo que ella riera.-Vamos a comprar. ¿Si?
Subió al auto ignorando a Pier y arrancó camino al shopping. También le compraría nueva ropa porque ya estaba creciendo mucho.
Las mujeres no le quitaban los ojos de encima en ningún momento pero a él no le interesaba en absoluto. La sostenía sobre su pecho y le sonreía con suavidad mientras ella miraba todo y se sorprendía constantemente.
-¿Está buscando algo en especial, señor? -preguntó la mujer.
-Estoy mirando, gracias.
-De verdad me gustaría ayudarlo.
Él se apartó disgustado y volvió a tomar a Lea en brazos. Ella dejó de mirar su reflejo y se recostó en el pecho de él. Balbuceaba bajito con los dedos en la boca.
-No, Lea.-dijo él y los apartó. Ella volvió a llevarlos a su boca.-Te dije que no.
Tras el enojo de su padre, la beba empezó a llorar. Él la meció entre sus brazos para tranquilizarla y le puso su chupete. Cuando Lea calló, volvió a recostarse en su pecho y  fue durmiéndose lentamente.
Ryan hizo las compras con rapidez. No le gustó que la cajera le prestara una atención excesiva ni que lo miraran tanto.
Quería regresar rápido a casa. Lea tenía fiebre y él estaba cansado. Y, para colmo, no le había comprado nada de ropa porque la empleada lo había fastidiado.
-Definitivamente, hoy no es un buen día. -dijo y sentó a Lea en la silla para bebé mientras arrancaba el coche.
Ojala hubiera visto al auto que se acercaba a toda velocidad.

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