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Cuando se despertó, ella lo miraba. Sus ojos verdes estaban bien abiertos pero ella guardaba silencio y permanecía quieta.
-Hola, Lea.
-Oda.-dijo ella bajito.
Él la tomó en brazos aún acostado y besó su mejilla repetidas veces.
-¿Cómo está la mas hermosa? ¿Dormiste bien?
-Tete.-pidió ella y él sonrió volviendo a besar su mejilla.
Se levantó de la cama con ella y fueron a desayunar juntos. Le dio su leche y tomó su café. Ella estaba inusualmente callada y él no dejaba de observarla extrañado.
-¿Queres galletitas?
-No.-dijo ella bajito y siguió mirando sus piecitos.
-¿Qué pasa?-ella permaneció en silencio.-Lea, respondeme. Hija.
-¿On ta mamá? El tito tene mamá.  Totosos no.
-A veces me gustaría que no pensaras tanto.-dijo y la tomó en brazos.- Lea, yo estoy acá. ¿Si? Vos tenes a papá.
-Papá. -dijo ella y le rodeó el cuello con sus bracitos.

Cuando Lea cumplió un año y seis meses, él no podía evitar pensar en que su hija jamás tendría una madre.
Un golpe resonó en la casa. Eran apenas las dos de la mañana. Se levantó sobresaltado con un mal presentimiento. Un suave llanto llegó a sus oídos y corrió a la habitación de Lea pero ella no esraba ahí.
-Jame.-lloró.
El miedo se instaló y corrió hacia las escaleras. ¿Quién estaba con Lea? Tomó el arma y se asomó al pasillo. Ella lloraba en el suelo mientras se removía incómoda.
-Jame.-dijo otra vez.
Ryan la tomó en brazos y la presionó contra su pecho intentando tranquilizarse. Ella dormía. Era una pesadilla. Todo era un pesadilla de ella. Lea nunca antes había caminado dormida.
La subió hasta su habitación y la acostó a su lado, rodeándola con sus brazos y pegándola a su pecho.
No pudo dormir en toda la noche, no temiendo que Lea se levantara y se hiciera daño.
-Papá. -dijo ella despertando y abrázandolo.
-Hola, reinita.
-E uele.
-¿Qué te duele, mi amor?
-Ca.-dijo ella llevando su manito a su cabeza.
Él hizo una mueca tras ver el chichón y besó la zona lastimada. Lea se dejó abrazar por él durante un largo rato y luego se apartó.
El timbre sonó y ella bajó de la cama y corrió hasta la escalera donde bajó hacia atrás, sosteniéndose de cada escalón. Ryan la tomó en brazos y la llevó hasta la puerta.
-Tito.-dijo ella y aplaudió feliz.
-Hola, bonita. -dijo él.
Lea estiró sus brazos para que él la tomara. Pier miró a Ryan y este suspiró, soltándola para que él la tome.
-Feliz cumpleaños.
-Telis punpeanos.-dijo ella aplaudiendo.
-Vamos. Cambiate.
-¿Qué? -preguntó desconcertado.- Sabes que no me gustan las fiestas.
-Vamos. Por Lea.
Ryan subió a vestirse de mala gana y Pier se encargó de vestirla a ella. El joven del cabello negro maldecía en su habitación. Odiaba las fiestas con todo su ser.

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