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Ryan no la llevó al colegio ese día. No quería, necesitaba que se quedara en la casa con él. Al bajar la escalera, la encontró con una mochila en la espalda.
-Sentate ahí.-pidió ella. Él obedeció y ella cerró con llave la puerta de vidrio.- Así se siente.-murmuró.-Cuando te vas, esto es lo que pasa.
Ryan intentó abrir la puerta pero fue inútil. Ella lo miró y salió de la casa con paso lento y el celular en su oreja. La puerta se cerró y Ryan comenzó a golpear el cristal una y otra vez, para luego rendirse y caer en el piso, llorando con la mano sangrando y los vidrios de la puerta tirados en el piso. La ventana se abrió y Lea entró. Se sentó en sus piernas y cerró sus ojos.
-Así me siento yo cada vez que te vas.-murmuró y él la abrazó con fuerza, besando su frente y cabeza.- Es feo, ¿viste? Y encima no sabías si iba a volver. Papá, ya no quiero que te vayas.
-No voy a irme.-dijo con la voz rota.-No vuelvas a hacerme eso nunca más. No lo hagas, Lea. No me dejes.
-Vos lo hiciste muchas veces. Viviría de piedras si eso te trae de vuelta conmigo.
-Lea.-lloró.
-Casi le hago caso a las reglas de la tía Maggy.-su padre la pegó más a su pecho, aferrándola con fuerza.- Primera regla: siempre hay que tener sacapuntas a mano. Segunda regla: Nunca dejar a la vista las heridas. Tercera regla: cada vez que la casa esté vacía por más de dos horas, haz diez marcas. Cuarta regla: si la casa se vacía por más de un mes, hazlo permanente. Quinta regla: si sentís que no hay nadie mientras las personas recorren los pasillos, toma tu decisión. Sexta regla: no dudes. Séptima regla: acepta que si no están, no les importa. Octava regla: deja de decir mamá y papá. Novena regla: sonríe. Décima regla: nunca confieses que sos suicida.-dejó que su cabeza se colocara con suavidad en el cuello de él.-Te extrañé mucho.
-Lea, no quiero.-lloró, poniendo la mano en la cabeza de ella como si se tratará de una beba frágil.-Perdón, reinita. Perdón por todo. Te amo. Sos mi bebé. No quería que todo eso pasara.
-Papá, no llores.-dijo con la voz rota.- No dejes que todo sea un desastre.
Pero Ryan no podía calmarse, dejarla, parar de llorar, deshacer el desastre.

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