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-No no, papá. -decía ella mientras se acercaban al jardín. -Yo voy sola.
Llevaba diciendo eso toda la mañana pero, ahora que estaban cerca del jardín, había mas miedo en su voz.
Ryan no respondía. Sabía por qué ella no quería que fuera y le dolía mucho. Pararon en el jardín y ella lloraba pidiéndole que volvieran a casa. Ryan la tomó en brazos y la acunó mientras avanzaba hacia la puerta. Al entrar, se sentó donde le indicó la maestra. Miró a su hija. Lea prestaba atención en clase, sentada solita. Sus dos colitas rubias rozaban en cuaderno donde dibujaba y su lengua se asomaba entre sus labios apretados. Cuando todos salieron al patio, ella también lo hizo pero no siguió a los demás. Ryan pudo observar como ella jugaba con su oso, sola, sin participar de los juegos de sus compañeros, apartada de ellos.
-Solo no quiere jugar.-dijo él.
-Es siempre igual, señor Larm. Su hija ni siquiera habla con los demás.
Ryan la miró unos largos minutos y, cuando ella alzó la vista, tenía lágrimas en las mejillas.
Lea corrió a abrazarlo mientras lloraba, haciendo que su padre quisiera llevársela de ahí.
-¿Qué pasa, reinita?-preguntó asustado.
-Papá dijo que si no iba al jardín nos iban a separar.-lloró.- Pero yo no quiero ir al jardín. Yo quiero quedarme en casa con papá.
Ryan la alzó y besó su cabeza. Él no sabía que ella lo había oído. Lea estaba intentándolo para que no los separaran, su hija estaba al tanto de la complejidad de la situación y hacía lo que podía para permanecer con él.
-Lea...-susurró.- Mi amor, no van a separarnos.
Cuando ella volvió a jugar con su oso, la maestra y él se sentaron a hablar.
-Debería habernos informado de la complejidad de la situación. Lea tiene solo tres años y está tomando decisiones que no le corresponden. Usted tiene que alentarla a integrarse y nosotros tenemos que ayudarla, pero si no nos enterábamos de lo que pasaba, ¿qué podíamos hacer?
Ella tenía razón. Ryan lo sabía. Pero era otro error del que aprender. Tal ves si necesitaba algo de ayuda con ella. Miró a su pequeña y ella trepó a sus brazos. No, nadie se acercaría a Lea. No permitiría que nadie tuviera las puertas abiertas para hacerle daño.
Al dar el mediodía, Lea pidió upa y él la tomó, a gusto, besando su mejilla y recibiendo el dibujo que ella le daba.
-Es hermoso.-sonrió él.
-Ese es papá y esta es Lea.- dijo ella, señalando los dibujitos.
-¿Y estos?
-El que se roba las galletitas es el tío Dick y el que sonríe es el tío Nico.
Ryan rió y ambos salieron del lugar.
-Vamos a comer y después a visitar a tus tíos, ¿queres?-Lea asintió.- Pero antes.... un beso a papá.
Ella le besó la mejilla y rió, abrázandolo. Ryan se sentía inmenso y Lea feliz. ¿A quién le importaba cómo la criaba? Ambos estaban bien, felices y unidos. ¿No era eso lo que importaba?¿Que se amaran y cuidaran mutuamente?

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