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Retratar un recuerdo.

Una vez fijó su vista en la puerta corrediza de la habitación, la cual se encontraba inusualmente abierta, quedó estupefacto cuando sus ojos se toparon con la presencia del hombre de tez terracota. El mayor también volteó a mirarlo, mostrando en su mirada ámbar sorpresa y confusión.

La situación en la que se encontraban explicaba demasiado, y Manipulens sentía que el corazón se saldría de su pecho al caer en cuenta de que su secreto ya no era uno como tal.

Habían frecuentado a reunirse más a menudo. Salían a pescar; realizaban caminatas vespertinas por el bosque; otras veces salían de noche a ver el cielo nocturno, o simplemente se quedaban en el hogar del Maestro de Kung Fu, pero no eran cosas que realizaban sin una planificación previa. Se veían cualquier día hasta que llegaba el fin de semana, que eran días guardados para otras ocupaciones.

Mediante ésta experiencia, y conviviendo abiertamente con el otro, ambos reconocieron que ninguno de los dos era una persona precisamente afectiva. Se consideraban pareja, pero no acostumbraban a demostrarse afecto físicamente. Su lenguaje para describir su aprecio por el otro era casi visualmente. Cuando el silencio se hacía presente, ambos buscaban la mirada del otro, mostrando alguna clase de agradecimiento porque no haya un odio que los aleje, como anteriormente lo había.

No podían idealizar una forma especial para mostrar sus buenas intenciones, talvez usando las tradicionales flores o algun obsequio, pero ninguno se caracterizaba por interesarse en esas cosas, eran dos hombres orgullosos y inexpertos, y entre ellos no tenían una forma de demostrar afecto. En todo caso, los dos estaban bien con eso, era una relación en la que aún conocían del otro y admitían que no les hacía falta algo más. Patada reconocía a Manipulens como alguien orgulloso, siempre mostrándose narcisista ante cualquier situación, por lo que sabía que no esperaba nada él, así como el de mirada rubí no esperaba nada de su parte.

Cuando no se veían, el mayor se dedicaba a realizar cosas de su rutina diaria, desde meditar hasta entrenar, otras veces salía a la aldea para comprar abastos o se quedaba en su hogar y leía, cosas comunes en su día a día.

Un día se dió cuenta que no tenía idea sobre la vida del menor en cuanto éste se despedía de él, y aunque le había llegado a preguntar éste no respondía con claridad. Pensaba en tantas cosas, que su imaginación viajaba a muchos lugares, no negando la curiosidad que sentía por saber a qué se dedicaba el de mirada rubí para matar la monotonía.

En la mañana consideró agradable ir a almorzar al hogar del de mirada rubí, siempre comían en su casa así que quiso ahorrarle la molestia de caminar hasta su hogar. En una ocasión le había mencionado la ubicación de ésta, estando ubicada en una zona de espesa vegetación, siendo un lugar que a duras penas llega la luz.

Cuando llegó la puerta estaba entreabierta, por lo que pasó en busca de su pareja, y en medio de la exploración se topó con una habitación muy particular. Poco después llegó el menor, quedando estancados en su actualidad.

La habitación en la que ambos estaban era un cuarto de trabajo, la cuál estaba repleta de lienzos. A un lado del ventanal se encontraba un caballete, una mesita con una manchada paleta y pinceles de diferentes tamaños, también podía notar un manchado delantal enganchado en la pared. Algunos de los lienzos se encontraban en blanco, otros, apenas eran bocetos, y los demás, fueron lo que llamó la atención del Maestro.

Patada se encontraba en medio de lo que serían lienzos inspirados en él, icónicamente reconocido por su melena cian y su tez roja bermeja. Cada pintura se podía ver en diferentes perspectivas, de perfil, cuerpo completo, incluso había una de su espalda descubierta, siendo algo que aumentaba su asombro.

Flor De Melocotón || KicknipulensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora