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Manipulens

El lugar era extraño, daba la apariencia de ser interminable puesto que no habían ni paredes ni un techo preciso, pero si había un suelo. Al mirar todo el panorama, en sus pensamientos bien sabía que si corría hacia una dirección directa, realmente no iría a ningún lado, y a la vez, perdería el sentido de orientación.

La habitación era oscura, sería una completa penumbra de no ser por las esferas de poder que levitaban alrededor de ellos.

– Es una buena heroína, realmente es una lástima que tenga que encargarme de ella con tal de obtener el pergamino. Después de todo, el camino al éxito está lleno de obstáculos. – Comentó humorista desde una silla creada por él mismo.

El joven no comentó nada. Estaba sentado en el suelo de piernas cruzadas. A su alrededor no tan extenso había una jaula eléctrica de oscuridad que le imposibilitaba moverse de allí.

Ambos, bueno, Manipulens estaba mirando algunos recuerdos de Hao en dónde estaba la Chica Kung Fu. El mayor quería analizar sus técnicas de batalla con tal de ser preventivo para el siguiente encuentro, y secretamente, quería tratar de recordar en dónde había visto esos movimientos tan icónicos. Hao, sin tener nada en lo absoluto que hacer, observaba sus recuerdos también, al fin y al cabo, actualmente era lo único que le pertenecía, pero que al igual que su cuerpo, le era arrebatado.

– ¿Porqué quieres tanto el pergamino? ¿Qué es lo que lo hace tan importante exactamente?.

Necesitaba saber todo sobre lo extraño en Isla Estrellada. Incluso estando atrapado en su mente, su investigación debía continuar, y con los conocimientos correctos, saldría de esa cárcel y recuperaría su cuerpo. Pero tenía que permanecer cooperativo hasta que llegue el momento correcto.

Manipulens dejó de mirar la pantalla para observar al joven con desinterés.

– No debería decirte nada, eres peligroso con demasiado conocimiento; pero aún así te lo explicaré. – Volvió a dirigir su mirada a la gran pantalla, en la cuál se transmitía precisamente a la chica Kung Fu sellando un Kwey con el pergamino. – Cómo te expliqué antes, solo hay dos cosas más poderosas en éste mundo: Mi golpe de estrellas.. y el pergamino.

» El pergamino, como sabrás, tiene sellado a todos los Kwey, seres de energía poderosa y caótica. El golpe de estrellas, aunque me hace muy fuerte, necesita energía vital de por medio, ya sea propia.. o robada.

Hizo una pausa, resaltando que si la situación se daba, debía obtener energía de cualquier ser vivo que se acerque. Hao entendió, y eso le produjo un escalofrío.

– Por lo que si obtengo el pergamino, ¡seré completamente poderoso e indómito! – Exclamó con enfasis, deseoso de que ese momento llegara. –  Por lo que es mi deber encargarme de todo aquél que me impida llegar a él. Así que más te vale mantenerte cooperativo, si no quieres que tú linda amiga " Teeyang " se vea afectada por tu incompetencia. – Amenazó con voz hostil.

Sintió un profundo coraje en su pecho y sus labios se torcieron ligeramente. Sus planes de mantenerse sumiso le eran complicados sabiendo que su amiga podría salir lastimada por sus decisiones.

– Quién podría ver al gran Héroe de la Espada perdido por la pequeña Teeyang. Es inesperado, ¿Sabes?. – Bromeó observando el recuerdo de la Lluvia de estrellas. El más joven al recordarlo, se sonrojó. – Pero sobre todo me cuesta creer que abandonaste al Kwey por ayudarla. Vaya que fué un desperdicio. – Expresó en desánimo, cosa que no le molestaba del todo, actualmente obtener Kweys era más fácil que nunca.

– Eres un monstruo. – Se atrevió a decir con voz severa. No quería que su situación la afectara a ella, no se lo merecía. – ¿Que podrías saber tú sobre querer a alguien?. – Preguntó con furia retenida.

Manipulens soltó una carcajada. El comentario le resultó hilarante.

Él nunca se aferró a nadie. Desde que obtuvo de joven el golpe de estrellas se enfocó en sí mismo y en ser más poderoso con el fin de no ser sobrepasado nunca más. Sus planes resultaron tal como quería; las personas lo odiaban tanto como lo respetaban, eso le bastaba de sobra. Nunca necesitó de nadie, y nunca llegó a querer a alguien de ninguna forma.

Iba a darle la razón al joven negando el haber sentido algo semejante, no fué hasta que un recuerdo lo enmudeció, dejándolo estático y sumiso al profundizarse en él.

• • •

– ¡Demonios! ¡Me esforcé tanto! – Maldijo en voz alta con furia, aventando con fuerza la caña de pescar a un lado de la canoa. –

El sol ya había salido. Manipulens estuvo durante horas intentando pescar algo, pero por más que lo intentaba ( a su forma ) no obtenía resultados en lo absoluto. Se sentía decepcionado, pero no quería admitirlo, no quería confesar que sus formas de pesca no daban frutos y que Patada tenía razón.

Respiraba con coraje de brazos cruzados, apartó su mirada por la vergüenza que sentía. Se sentía un perfecto desgraciado.

Sintió una mano en su hombro, pero no volteó, no quería mirarlo, sabía lo que diría, y no era necesario recalcar que él tenía razón, supuso. Pero no escuchó reproche alguno de su parte.

– Hey. – Llamó con voz susurrante. Manipulens lo miró, Patada mantenía una mirada apacible y comprensiva que no había presenciado antes. – Está bien, talvez no estamos en la mejor época de pesca. A mí también me cuesta pescar algo. Será para la próxima. – Aseguró, dedicándole una sonrisa a labios cerrados llena de comprensión y calma.

La vergüenza desapareció y su rostro relajó su expresión, su mirada perdió todo rastro de enojo y pudo reconocer que sintió una sensación de tranquilidad en su pecho después de tantos años de discordia.

No despegaron la mirada del otro, y en ese lapso de tiempo Manipulens logró apreciar la sonrisa de Patada, no era algo que se viera todos los días, y haberla presenciado, lo hizo sonreír también.

Sintieron profunda calma con tal solo mirarse a los ojos. Y así continuó hasta que unos minutos después la caña del de mirada rubí se removió ligeramente en la canoa. Manipulens apresurado lo tomó, y al alzarlo con fuerza, sus ojos se emocionaron tras ver un pez mediano anaranjado retorcerse en el anzuelo.

– ¡Lo logré! – Exclamó con emoción y alegría. Alzó sus brazos en profunda felicidad.

– Felicidades, Manipulens. – Felicitó con una sonrisa, y éste al voltear, se la devolvió. Fué una sonrisa que nunca había ofrecido, una auténtica.

• • •

La forma en que le dirigió la mirada aquella mañana lo hizo sentir bien consigo mismo. Cómo si lo demás no interesase.

Lo hizo sentir humano.

Y no pudo haber imaginado que esa sonrisa que le había regalado fué única y sincera. Nunca había ofrecido una así, y no creía que fué a Patada.

Poco después de eso, ambos habían batallado por el pergamino, y lo demás es historia.

Durante un momento se cuestionó, y pensó en que talvez si no se hubiese enterado del pergamino, pudieron haber sido felices, si es que eso era posible. Pero no era el tipo de persona que se torturaba a sí mismo por lo que pudo haber hecho y lo que no. Había llegado demasiado lejos, y sin importar que internamente consideró haber estado junto a Patada, ya nada se podía hacer.

Debía llegar hasta el fondo, sin importar cuán ahogado llegue a estar.

– Talvez.. no supe lo suficiente. – Respondió finalmente en un susurro mientras se levantaba – Pero es demasiado tarde para arrepentirse. – Finalizó, para escuchar una notificación del buscador de Kweys, y desaparecer.

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Flor De Melocotón || KicknipulensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora