🌸 08 🌸

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Discusión


— ¡Por favor! No puedes seguir molesto conmigo por eso. – Se quejó pasando al hogar junto con su esposo, éste caminaba cargando las bolsas a pasos ligeramente apresurados.

El mayor continuó su caminar hasta llegar a la cocina, dónde dejó las bolsas de hortalizas que compraron en el mercado del pueblo, ignorando las quejas de su pareja.

— Por favooor, me enoja cuando te pones así conmigo.

— A mí me enoja que actúas antes de pensar las cosas. – Replicó sin mirarlo.

— Pero ella fué quien comenzó, yo solo respondí a su comentario tranquilamente. – Se excusó.

Suspiró, a toda ésta situación era su único argumento para excusarse.

La semana pasada en una mañana como esa, ambos habían ido al mercado de la aldea, Manipulens se quedó esperando a Patada en la entrada del lugar puesto que no quería interactuar con los aldeanos, después de todo, aún se sentían atemorizados por él. El motivo también se debía a que ambos debían mantener algo de distancia públicamente para no hacer muy notoria su relación, después de todo, ambos compartían disgusto por el chisme y los escándalos.

Claro que no pensó debidamente en la situación cuando una mujer de la aldea se le acercó para preguntarle sobre quien era el hombre de melena turquesa y de tonalidad peculiar.

Extrañado, sólo le explicó una breve y corta biografía del Maestro de Kung Fu. Creía que Patada era conocido por todos.

" Es nueva en la aldea. " Supuso.

Ambos se quedaron mirando fijamente al mayor realizar sus compras durante unos minutos cuando escuchó a la mujer comentar embelesada:

" Es realmente hermoso "

El hombre de mirada rubí, calmado, la observó un momento para regresar a observar a su marido y responder en un susurro:

" Más hermoso se ve en mi cama. "

La mujer tardó unos segundos en entender, y cuando lo hizo, cambió su expresion drásticamente de tranquilidad a una de sorpresa, sus ojos se abrieron y sus mejillas se tensaron, quedando atónita por el comentario.

Patada regresó y ambos comenzaron a caminar lejos del pueblo, y mediante caminaban Manipulens disimuladamente había tomado el brazo del mayor. La mujer, impresionada, no dudó en difundir entre los aldeanos la noticia.

Y la situación corrió por todo la aldea hasta llegar a oídos del Maestro de Kung Fu, quién al momento le preguntó a su esposo si sabía sobre la situación, y éste, desvergonzado, respondió con sinceridad.

— Tecnicamente le dijiste a esa aldeana que estábamos teniendo relaciones.

— ¿Y dónde está la mentira?

— ¡No debiste de haber dicho eso! Se suponía que debíamos ser discretos al estar en el pueblo. ¡Y ésta actitud celosa tuya no nos ayudará en nada!.

Frotó su sien en frustración, lo amaba, pero tenía la expectativa de que sería una semana tranquila y relajante totalmente libre de las consecuencias de la actitud posesiva de su frívolo esposo.

Manipulens, por su parte, no sentía arrepentimiento. Estuvo pleno al realizar el comentario y no sintió vergüenza de hacerlo. Claro que estuvo de acuerdo en que su relación fuera discreta, pero internamente sentía disgusto de que las mujeres de la aldea hablen de él como si estuviera soltero y disponible.

Pero lo que más le disgustaba era estar peleado con Patada, quería que ésta situación finalizara para que ambos pudieran regresar a su rutina.

— Ok, ok, está bien lo admito, no debí haber dicho eso, ya olvidemos eso, ¿sí? . – Sugirió con una sonrisa acercándose al mayor.

Se inclinó para depositar un beso en los labios ajenos como habitualmente lo hacían, pero quedó perplejo el sentir una mano interponerse entre ambos.

— Ahora no. – Negó serio para salir de la cocina de brazos cruzados.

Manipulens lo miró salir de la cocina. Se sintió indignado, por lo general Patada no rechazaba su cercanía, aunque claro que la situación actual era diferente.

A pesar de eso sintió su orgullo herido. En su mente culpabilizó a la aldeana de toda ésta situación.

— Cómo quiera, no me verá en lo que resta del día si así lo desea. –  Prometió retirándose de la cocina, yendo en una dirección opuesta a la que fué Patada.

• • •

Claro que no había pasado ni el mediodía cuando Manipulens se había abalanzado contra Patada para desvanecer la lejanía que ambos mantenían, o que al menos, el mayor mantenía.

Patada a pesar de no estar tan molesto como antes, aún se esforzaba en  mantener distancia con su esposo. No quería que las cosas se resolvieran a la fuerza y mucho menos quería dejarle pasar ésta situación.

Ambos, desde el piso de la sala, forcejeaban contra el otro, Manipulens para acercarse y Patada para alejarse.

El mayor no tardó en zafarse del agarre del menor, para después darle la espalda. A pesar de actuar de forma seria, la situación le causaba gracia.

Si Manipulens no obtenía lo que deseaba, aparentaba poder vivir sin el, para después regresar para ganar la batalla mientras aceptaba que realmente lo necesitaba. Fué un análisis que había hecho mediante los años estando junto a él, por lo que sabía qué hacer para desesperar a su esposo, aunque no tuviera esas intenciones precisamente hoy.

— ¿Puedes dejar tu rencor ya? ¡No seas egoísta! – Acusó ya sin saber qué hacer.

— ¡Mira quién lo dice! ¿Que tal si mejor te disculpas con la aldeana por contestarle de esa forma?

— El que busca encuentra, y esa aldeana estaba buscando que la silenciara.

— No se puede dialogar contigo.. – Susurró negando. En ocasiones como estás no sabía cómo responder a la incongruencia de su esposo.

Pasaron los minutos, y escuchó un suspiro de su parte, ya más tranquilo, recargó su mentón en el hombro ajeno, escuchando en un susurro:

" Lo lamento. "

Patada no lo alejó, y simplemente se quedaron así durante unos minutos. El mayor aceptó que el menor ya se había rendido, y que ahora sí se sentía apenado por la situación. Sonrió, pues finalmente estaba dispuesto a perdonarlo.

— Supongo que ya estamos mejor, no podemos hacer nada al respecto. Esconder algo así es complicado. – Razonó en voz alta. – Está bien. – Perdonó con una sonrisa volteado a verlo.

El menor no dudó en enrollar sus brazos con cuidado en el torso de su esposo, para que ambos se acomodaran en un apacible abrazo. El menor se escondió en el cuello ajeno y Patada se mantuvo quieto y tranquilo, no fué hasta que sintió el posicionar de sus labios contra su cuello, dónde acto seguido sintió una breve succión.

Patada en cuanto notó la situación lo alejó de los hombros, impresionado.

— ¿Me acabas de dejar un chupetón? – Preguntó lo obvio, y el menor solo se rió. – Eres desesperante. – Negó con la cabeza sonriente.

— Estamos mejor ahora. – Comentó.

Se rieron durante unos momentos, para después levantarse. Patada dejó un beso en la mejilla de su esposo, dejando en claro que no tenían ningún problema.

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Flor De Melocotón || KicknipulensDonde viven las historias. Descúbrelo ahora