AFTER PARTY

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Luego del incómodo momento donde se evidenció que Paul y yo no eramos en lo absoluto amigos, sólo deseaba que el tiempo corriera y largarme de allí con April

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Luego del incómodo momento donde se evidenció que Paul y yo no eramos en lo absoluto amigos, sólo deseaba que el tiempo corriera y largarme de allí con April. Sentía una especie de dualidad entre el odio y las ganas de poseerla. Porque si bien odiaba a todo aquel que se la comía con la mirada, me elevaba de manera enfermiza el ego estar allí y que todos supieran que ella era mía.

Nunca en todos mis años de existencia, tuve la irrefrenable necesidad de reclamar a una mujer como mía, pero April me jodió. Para mi desgracia, se infiltró en cada célula de mi cuerpo, como un cancer que se expandía y me arrancaba autonomía. Era como si mi cuerpo, mente y alma no respondiesen a mi voluntad sino a la de ella. Como si entre esas jodidas piernas y detrás de esa sonrisa soñadora, no hubiese más que una especie de conjuro poderoso y absorbente de voluntades.

Frente a los fotógrafos que pedían retratarnos y los que se acercaban para conversar, ella era dulce y cordial, demasiado para mi gusto. No deshice el agarre de nuestras manos y una vez entrelacé mis dedos con los de ella permanecimos así. Me daba igual si mañana saliamos en primera plana, necesitaba ese contacto entre ambos. Desde mi pecho se deslizaba una extraña calidez que me hacía sentir, aun más superior a cualquiera de los idiotas que abundaban allí.

—Lo siento Montesco, pero necesito a April unos minutos. Tenemos que dar una entrevista.

«¿Mon qué?» la pelirroja la apartó de mi lado señalando a una chica que esperaba con una cámara.

Mi frente se frunció ligeramente y April me dedicó una mirada implorante, un “No te vayas.” Leí en sus labios cuando me habló en silencio, asentí y la dejé ir apreciando una vez más ese jodido escote y sin duda ese culo que me traía loco.

Fui testigo de cómo todos los hombres, incluso algunas mujeres se volvían para verla, me tomé de un solo trago lo que quedaba en mi copa y observé mi reloj, ya eran pasadas las seis de la tarde. Genial, a esto ya le quedaba poco.

No pasaron ni cinco minutos cuando alguien se instaló a mi lado, a decir verdad, estuve esperando el momento en que lo hiciera, April me advirtió que así sería, entonces no me sorprendió en lo absoluto.

—¿Montes de Occa, cierto? —preguntó con una mano en uno de sus bolsillos y una copa en la otra.

Su postura era erguida y confiada. Sus ojos imitaban al ambar de los de su hermana, siendo los de él más oscuros.

—Samwell. —saludé. —Puedes llamarme Ethan.—extendí mi mano y él la recibió rápidamente. Su expresión ligeramente sorprendida cambió a una más seria.

Lo que sea que me fuese a decir, quería que lo hiciera rápido.

—Me tomó desprevenido verte llegar, se murmuraba que no lo harías. —dijo informal.

—Al parecer nadie lo esperaba, es un sentimiento colectivo. —respondí mirando al frente, asintió con una mueca incómoda y se giró hacía mí.

—Sé qué April, no tiene quince años, pero no me importa. —empezó y lo miré esperando el discurso. —Noto cuan involucrados están ella y mi sobrino contigo, pero te advierto que sí esto no apunta a algo serio es el momento de retirarte. —determinó haciéndome elevar una ceja.

TERCER ENCUENTRO. (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora