Capítulo XIII

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XIII-EL CHISME.

Allen y yo habíamos llegado al supermercado, pero antes, pasó algo raro.

Recibí varios mensajes de Casel, pero coloqué el teléfono el silencio y lo guardé en la guantera del auto, ignorándola completamente.

Por favor, déjenme disfrutar el día con alguien con quien realmente vale la pena compartir el día.

Pero como seguía.

¿Era ese lugar donde estábamos un supermercado? No lo sabía, parecía un centro comercial, pero la diferencia era que no era de varios pisos sino solo de uno.

Había todo tipo de artículos de todo, de aseo personal, de limpieza, de comida, de dulces, incluso habían productos agrícolas. Etc.

Pero también había muchas personas, y eso relajaba el ambiente, porque hacía un frío insoportable cada vez que estaba solo en un sitio.

En lo que Allen y yo entramos, ella tomó un carrito de compras y yo solo la seguí, porque tenía vergüenza de tomar uno, ya que algunas personas estaban mirándome; como si eso fuese un pueblo y mi cara no fuera conocida como todas las demás.

Pero los entendía, ya que la mayoría eran chicas y yo era todo un bebito guapo y sexy.

Ayudé a Allen con el carrito, decidido a llevarlo durante todo el recorrido de las compras, ya que ella se encontraba leyendo una lista de lo que iba a comprar.

Ya sabía que ella era así.

Me gustaba, también se las arreglaba económicamente a pesar de tener una familia llena de dinero.

Es que solo ella se daba mala vida cuando podía gastar lo que quisiera.

—Este es el supermercado más popular de la ciudad —comentó.

—Con razón casi me dejas sin combustible recorriendo todo Lestburg —ironicé, frunciendo el ceño con amargura.

Ella se echó a reír, luego se colocó frente al carrito para pilotear.

Primero pasamos por la hilera de productos de limpieza.

—¿Necesitas algo de limpieza? —me preguntó.

—No. Necesito comida.

—Okay.

Ella no se preocupó, de esa hilera solo tomamos cosas que a ella le interesaban. Jabón líquido, cloro, suavizante para la ropa, jabón en polvo, desinfectante, anti grasas para encimeras y platos, y finalmente, lava platos en líquido.

Hubo algo entre la hilera que llamó mi atención, y me asombró mucho que Allen no hubiese tomado de ese producto.

Eran inciensos de vainilla para el hogar. Tomé una cajita de veinte inciensos y la metí al carrito de compras.

Ella se la quedó mirando, un poco desconcertada.

—¿También te gustan? —me preguntó, impresionada.

—No. Son para ti.

Ella miró la caja de nuevo, y luego a mí, de nuevo la caja, y otra vez a mí.

No dijo nada, solo me dio la espalda, pero alcancé a ver que había sonreído disimuladamente, incluso que las mejillas se le habían sonrojado un poco.

Que dura, Allen, de verdad, preferiste hacerme sentir mal que darme la satisfacción de haberte visto sonreír frente a mí.

Llegamos a la siguiente hilera.

DORIAN© [Haunting I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora