Capítulo XVI

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XVI-MUY BUENA.

No estaba de acuerdo.

—¿Por qué eres tan buena, pelirroja? —le pregunté.

Ella dejó de mirar el cuadro y me miró a mí.

—Tenía dos opciones. O sacaba un cuadro de mis padres conmigo, o de mi padre con Fray y conmigo. Elegí la segunda, porque ellos son mi familia.

—Fray no es tu familia.

—Mi mamá tampoco.

Y eso me sorprendió mucho.

—Ella no está viva, tienes que aprovechar a los vivos, Freemam, no a los muertos.

—Fray es mala.

—¿Y eso qué importa? Es mi hermana, siempre tengo que perdonarle todo.

Bufé y rodé los ojos con odiosidad, porque ella nunca aprendía nada, no importaba qué tan mala fuera Fray, ella siempre seguiría con lo mismo: es su hermana, es su hermana, y es su hermana.

—No tienes que perdonarle nada —la contradije—. Yo en tu lugar, hubiese pedido que pintaran esa foto que tienes con tus padres, ¿Lo recuerdas? Y así a ella le dolería mucho ver que en esa familia no está incluida.

—Si tú fueras ella, Freemam, no quisieras estar solo. Por eso Fray es como es, porque quiere atención y por miedo.

—¿Miedo?

—Sí. Cree que va a quedarse sola porque su mamá la dejó y porque mi papá me tiene a mí. Y yo no quiero que se sienta así, ¿Puedes entender eso?

—Tú también te sientes así, pelirroja fea —solté, muy severo.

Ella se quedó en silencio, porque sabía perfectamente que era la verdad. Ella misma lo había dicho, que dolía no ser la elegida.

—Pero si yo puedo ocultarlo, ¿Por qué Fray no?

Entonces me quedé callado yo, porque había sido un bofetón del mismo voltaje que el que yo le propiné a ella.

—Desde una perspectiva normal —continuó, mirándome fijamente—, ni vengativa ni rencorosa. ¿Cómo se ve el cuadro? ¿Acaso no es una belleza?

—Sí —le respondí de inmediato en un susurro muy mínimo y sin dejar de mirarla fijamente, con mucha intensidad—. Veo que siempre has sido hermosa.

Y ella sonrió, luego giró su cuerpo y caminó tres pasos, quedándose muy, muy cerca de mí.

Tuvo que levantar el rostro para poder mirarme, porque el mismo le llegaba hasta mi pecho. Es decir, la estatura exacta de Allen era hasta mi clavícula, como si fuera una niña delante de mí.

—¿No dijiste que era fea, Freemam? —musitó, entrecerrando los ojos como si tratara de comprenderme.

—Sí que lo eres —asentí, contradiciéndome a mí mismo.

Ella arrugó un poco las cejas.

Y no creí que pasaría, pero pasó.

A lo mejor para muchos no era algo de otro mundo, ni tan relevante ni picante, pero para mí eso lo fue todo. Fue mucho. Fue demasiado en ese momento. Y era porque había tensión, porque quería estar con ella, porque quería algo más que solo mirarla.

Allen colocó sus manos abiertas sobre mi sudadera, justo en mi pecho, las deslizó lentamente hasta llegar a mi cuello y lo rodeó. En resumen, quedó abrazándome por el cuello, y no se molestó en colocarse de puntas para alcanzar mis labios, hizo algo más.

DORIAN© [Haunting I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora