Capítulo XV

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XV-EL GOLPE

Cuatro paredes, estantes de libros, un escritorio de cristal y un hombre molesto llamado Freyen Gates se encontraba detrás.

Frente a él, tres sillas y tres chicos: Ludovico, Erwing, y Dorian, o sea, yo.

¿Se imaginan dónde estábamos?

Dejo que ustedes mismos lo adivinen, confío en sus capacidades intelectuales para descubrirlo fácilmente.

La mesera de la cafetería, pues resultó tener alcohol y gracias a ello habían logrado despertar a Erwing, pero eso no nos salvó de que el director Freyen lo viera inconsciente en el suelo, siendo auxiliado por la mesera y la Santa Fray.

No quería hablar así de las mujeres, realmente que no, pero en serio que existían mujeres que eran muy malas.

Fray era una de ellas. Una envidiosa insípida y asquerosa.

—Entonces, estoy esperando —habló el director Freyen unos segundos luego de habernos ordenado sentarnos en ese lugar—. ¿Ustedes creen que esto es un colegio de locos, o qué?

—Por supuesto que no —respondió Erwing, ganándose la mirada del director porque él estaba mirándome a mí.

Estábamos acabando de llegar a ese lugar, y justo cuando él llegó a la cafetería, ya Allen se había marchado.

Era obvio que no sabía que Allen había recibido un gran golpe por parte de un codo masculino, así que hice el honor de decirle eso primero:

—Fray le ordenó a Erwing que golpeara a Allen —solté, sonando tan molesto y seguro que quise volver a noquearlo.

El director giró el rostro de manera violenta hacia mí y frunció el ceño, luego miró a Erwing.

—¿Y no lo hiciste, verdad? —le preguntó, pero este no respondió y me miró a mí.

El siguiente en continuar fue Ludovico:

—Claro que lo hizo, le partió la cara y rompieron sus lentes.

No hubo más, el director Freyen abandonó la dirección a modo rayo McQueen, y no supimos de él hasta muchísimo después.

Ludovico se levantó de su asiento y, antes de caminar para irse, le propinó un empujón a Erwing que lo tumbó de espaldas en el suelo y sobre la silla.

—La próxima vez que la toques, te entierro. Te dije desde mucho antes que no te metieras con ella, pero ahora prefiero amenazarte para que te quede mejor marcado en el cerebro. Vámonos, Dorian.

Y lo hice, me levanté de la silla y salí con él de la dirección, siguiéndolo y dejando a Erwing en el suelo todavía adentro.

Ludovico y yo fuimos a la residencia, porque lo escuché decir que Siana le había enviado un mensaje diciéndole que ella y Allen estaban allá.

Al subir al auto, no pude evitar preguntarle, (ya que se había subido conmigo), lo siguiente:

—¿Tienes auto?

—Una colección entera —respondió él mientras se colocaba el cinturón de seguridad con mucha tranquilidad—. Pero Siana me obliga a venir al instituto en autobús con ella, y ya sabes, si es igual que a Allen, es imposible decirle que no.

*******

Después de casi seis minutos en carretera, Ludovico y yo llegamos a la residencia.

Él se bajó antes de que pudiera aparcar el auto en el estacionamiento, pero cuando llegué a las puertas y a donde estaba Birkin, él estaba ahí esperándome para subir.

DORIAN© [Haunting I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora