Capítulo XXIV

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Dedicado a una lectorcita fija: Estela_Cohen

XXIV-OTRA VEZ ELLA.

—No me lo esperé de ti —Ludovico resopló por aguantar la risa y siguió masticando sus galletas.

Me preguntaba cómo era que podía estar en forma si comía demasiados dulces en el día. Todavía me asombraba que no se le hubiesen picado los dientes.

Pero blah, blah, blah. Ludovico estaba conmigo pero no era capaz de pensar en nadie más que no fuera Allen, en que estaba al triple de molesto con ella porque nuevamente volvió a tirarme y a ignorarme; porque ella tenía otras prioridades, ¿no?

Me preguntaba cuáles prioridades eran esas.

Pero de nuevo las cosas iban a ser a mi modo. No la iba a buscar, le tocará a ella de nuevo venir a mí y así sabré que realmente le intereso y que quiere estar bien conmigo.

Pero debía pensar bien: tenía que cumplir con todas las cosas que ella me pidió, ya que descubrió, no sé cómo, que había visto sus cartas a través de la peinadora. No podía decirle que era mentira porque no era capaz de mentirle, así que no tenía opciones y debía cumplir.

Ni siquiera sabía dónde vendían peces, Birkin fue quien se encargó de contactarme con alguien que me vendiera la pecera de aquel día que terminé regalándole a la biblioteca como adorno. Quizás entregárselo a Allen pudo ser una opción, pero era un regalo demasiado grande y Allen tenía aire de preferir cosas más pequeñas.

Pero igual, pensándolo mejor, yo creo que le hubiese encantado la pecera enorme de peces, ¿O era mucha responsabilidad?

Eres un imbécil, Dorian, de verdad.

Ludovico tronó sus dedos frente a mí, llamando mi atención. Siempre hacía eso porque pensar en Allen me distraía demasiado (pero eso él no lo sabía).

Le agradecía, porque siempre pensaba en cosas sin sentido y salidas de la nada.

—¿Por qué siempre que hablamos andas distraído?

Miré a todos lados para asegurarme de que no estuviésemos solos, porque no podía permitirme perderme otra clase como las muchas que me perdí el día anterior. Y para peor, recibí un regaño por parte del director Freyen luego de felicitarlo tarde por su cumpleaños, y como Ludovico estuvo presente, no dejaba de burlarse por eso.

Me preguntaba cuál había sido la reacción del director Freyen cuando Allen le entregó el cuadro que había pedido hacer para él. Aunque fuera raro, creo que me hubiese encantado mirar sus expresiones al mirar la obra.

—No me digas que estás pensando en Casel.

—Calla, Ludovico, por favor —rodé los ojos.

—¿Entonces?

¿Cómo se tomaría las cosas al enterarse que estaba interesado en Allen? Obviamente yo no quería decírselo porque eso no era su problema; o quizás sí porque era su mejor amiga. Pero por otro lado, algo me incitaba a hablar con él sobre eso, y no para saber su opinión porque no me importaba sino porque lo consideraba alguien cercano y quería hablar sobre eso con alguien que estuviese frente a mí y pudiera entenderme.

DORIAN© [Haunting I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora