Capítulo XXIII

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XXIII-MÁS DE BIRKIN

—¡¡¡FREEMAM!!!

Joder, esa voz era inconfundible. Estaba entremedio dormido y despierto, y no sabía si la voz de Allen estaba afuera o en mi cabeza. Cuando estaba sobrio, la voz se encontraba en todos lados, y siento que ebrio, pues también.

Que jodida vida tan fea la mía.

Sentía los párpados tan pesados a un punto que ni siquiera tenía fuerzas para tratar de abrir los ojos, y sí lo hacía, estaba seguro que el dolor de cabeza iba a hacerme explotar el cerebro. Dios mío, mayor miedo el mío de morirme tan joven sin haber besado a Allen.

—¡¡¡DORIAN!!!

Sí, sí, yo podía seguir durmiendo, la voz estaba solo en mi cabeza. Fue un sueño muy raro, algo que nunca había soñado. Escuché un sonido grotesco y seco, y un segundo después sonó otro fuerte sonido, y luego un tercero que fue menos fuerte.

Abrí los ojos finalmente y me encontré con el rostro de Allen.

¿Lo ven? Estaba en todos lados, en mis sueños, en mis pensamientos, en la pantalla de mi teléfono, frente a mí cuando abría los ojos cada mañana, en mi imaginación, y en todos lados. En todos putos lados estaba Allen, y maldecía sin parar porque apenas había pasado un mes desde que la vi por primera vez; y ya no podía sacármela de la cabeza ni en los momentos en que estaba ebrio (que era cuando más debería olvidarla, porque el alcohol era para eso, para olvidarse de todo).

—Estoy tan enamorado que incluso la imagino, ¿Hasta cuánto esto de mirar cabello rojo? —murmuré, mirando la imagen de Allen frente a mí.

—No estás imaginándome, Freemam, soy yo. Arriba.

Arriba… sonó… tan bien, tan pero tan bien y suave. Creo que nunca me había levantado algo (una voz) que no fuera mi alarma; la que sonaba terriblemente alocada, mi mamá; quien gritaba mucho, Buty; quien saltaba en mi cama, Nana; quien me pegaba con la almohada, Piita; quien me echaba gotas de agua fría en la espalda.

Allen era la primera persona que me levantaba sin tener que gritarme o estrujarme.

Dejé de mirar el rostro de Allen para ahora mirar sus rodillas envueltas en un pantalón de tela color beige.

No, no estaba imaginándola. Allen estaba en mi departamento, y ni siquiera sé cómo había entrado.

Me levanté de un solo golpe, quedando arrodillado en el sofá de tres cuerpos donde me encontraba, e inmediatamente escuché un grito fuerte que provino del lugar donde estaba; un grito masculino y sexy. Había sido Ludovico, porque Siana estaba levantándolo del suelo tomándolo por el cabello. Ay, padre, con ese dolor de cabeza que yo tenía, si Siana me hubiese levantado así, estaría ya escuchando como rezan en mi velorio porque fallecí de un derrame cerebral. Me preguntaba qué pensaría Ludovico al enterarse que su grito masculino me parecía sexy.

Eh, eh, sí, tú, el que lee esto. Eran efectos de estar ebrio, ¿Okeeey?

Las cosas estaban así: la música todavía sonaba, y no sabía si alguien la había encendido o si a nosotros se nos olvidó apagarlo la noche anterior…

Maldición, quedé atónito cuando mi vista cayó en la panorámica, porque a pesar de tener la vista incendiada porque haberme acabado de levantar, yo conocía perfectamente ese pronóstico. Era de tarde, parecía la hora del almuerzo.

Ay, no…, las clases.

Pero continuaba yo con ese desastre: Birkin se había quedado dormido sentado en el suelo, sin zapatos y sin camisa, con sus brazos apoyados y estirados sobre la mesita de cristal donde estábamos jugando Uno y su cabeza apoyada entre ellos. Su cabello rubio estaba alborotado sobre su rostro, así que no podía mirarlo, pero sí como había regado con sus brazos las cartas, porque tenía una pegada en el hombro y otra en el codo.

DORIAN© [Haunting I]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora